Este libro
varias veces premiado viene a demostrar el carácter de todoterreno de este
escritor/periodista capaz de narrar un viaje a las mayores depresiones de la
Tierra, un recorrido en bicicleta por el País Vasco o contar un montón de
historias y anécdotas del Tour de Francia y de hacerlo, además, ajustándose en
cada caso a la forma narrativa que requiere el tema. (Menciono solo los que he
leído porque tiene más también sobre temas muy diferentes).
Este libro lo
tenía ya en cartera y ha sido en mi reciente viaje a Madrid para ir a la Feria
del Libro donde lo adquirí en la caseta de la editorial.
Decía hace un
momento que es un libro con varios premios y es que realmente estamos ante una
magnífica crónica sobre las minas en Bolivia. Dice Izagirre en los
agradecimientos que contó con la lectura y los comentarios entre otros de
Martín Caparrós, es decir, de quien creo que es hoy por hoy el mejor cronista
en castellano. Y se nota.
En uno de los últimos fragmentos del libro dice su autor
“En cualquier caso, yo lo siento mucho por el relato épico de la minería, pero el Cerro Rico –emperador de todos los montes, pirámide de todos los minerales, ápice de todas las luchas- para mí es esto: una chica de 22 años con dos dientes rotos, un riñón muerto y un principio de silicosis, violada con impunidad y madre de una niña que venía condenada a la cojera por pura pobreza”. (p. 220)
Aquí están
perfectamente resumidos dos de los temas principales del libro: el trabajo en
las minas (que incluye el trabajo infantil) y la miseria que genera a pesar de
su dureza, por un lado, y, por otra parte,
el abuso sexual que los propios mineros ejercen sobre las mujeres sin
importar su edad.
Izagirre ha
estado dos veces en el departamento de Potosí, en Cerro Rico y en Llallagua,
lugares en los que actualmente se trabaja en la minería del estaño.
En ambos describe la vida de los mineros, la dureza de su trabajo, las malas condiciones del mismo que dan lugar a gran cantidad de accidentes y provocan una elevada mortalidad, la presencia casi universal de la silicosis y, por si esto no fuera suficiente, el escaso rendimiento económico. Un buen resumen en el siguiente fragmento:
“En 1985 el Estado abandonó todas las minas salvo una, despidió a 23.000 mineros, lo privatizó todo y permitió la ley de la selva. Ahora hay una explotación espantosa. Hay miles de mineros trabajando sin contratos, sin seguro médico, sin cotizar para las pensiones, cobrando una miseria, a menudo engañados porque no saben ni leer, y hay unos empresarios que se enriquecen gracias a este sistema”. (p. 21)
A lo que se une
que “(…) en 2014 el gobierno boliviano cambió las leyes y permitió que los
menores trabajaran a partir de los10 años”. (p. 60)
Para este
trabajo Izagirre, además de la bibliografía que cita el final del libro, ha
utilizado entrevistas con mineros; con Gregorio Iriarte, un cura progresista;
y, sobre todo, la relación especial que estableció con una familia formada por
Alicia, la chica de 22 años que se menciona en el fragmento reproducido, y su
madre doña Rosa. Ambas le sirven para ejemplificar muchas cosas. Así, la madre
era maltratada lo que le hizo perder dos hijos y viven en una canchamina (un
patio en el que se recoge el mineral) en unas condiciones penosas.
Además de lo
expuesto hasta ahora, el libro ofrece también muy buenos apuntes sobre la
evolución política y cómo esta ha afectado al trabajo en las minas. Vemos a Paz
Estensoro en sus dos presidencias, tan diferentes en lo que hizo, a Barrientos,
a Bánzer, etc., e incluso hay un breve espacio dedicado a la captura y
posterior asesinato del Che.
En un libro así
es muy difícil destacar algún aspecto, pero puestos a hacerlo yo lo haría, por
una parte, con algo que me ha llamado mucho la atención que es cómo cuando las
minas pasaron a convertirse en cooperativas la experiencia terminó en un
absoluto fracaso (a este tema se dedica bastante espacio en el libro) y, por
otra parte, el capítulo titulado El
diablo en el que narra la situación que viven las mujeres con momentos
realmente duros de leer.
Para acabar reproduzco un fragmento que me ha parecido algo más que interesante por la sinceridad que manifiesta aunque, evidentemente, eso pasa con todo lo que se escriba sobre determinadas realidades.
“Bolivia también
es, desde hace décadas, uno de los países exportadores de historias
sensacionales: periodistas, escritores, cineastas, fotógrafos, antropólogas y cuentacuentos
venimos a buscar historias de miseria y violencia, que luego en nuestra casa
nos lucen mucho y que a los protagonistas pocas veces les sirven de algo”. (p.
199)
Un libro algo
más que recomendable. Un ejemplo de cómo se tienen que escribir las crónicas.
Una muestra de compromiso del escritor con la realidad que narra.
Hay una buena
reseña de Edurne Portela en lamarea.com
Ander Izagirre,
Potosí.
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