El que ahora
comento es un auténtico novelón, 698 páginas, sobre la posguerra española pues
abarca de noviembre de 1939 a septiembre de 1945. Novelón no solo por su tamaño
sino, creo, por su intención de dejar constancia de la mayoría de las cosas que
estaban pasando.
Para ello,
convierte a la ciudad de Madrid en protagonista (idea que obtengo de la
magnífica reseña de Ricardo Baixeras en epe.es). Una ciudad por la que circulan
personajes reales como los falangistas Ridruejo o Arrese o los comunistas
Monzón, Quiñones y Trilla y un conjunto de personajes de ficción que convierten
la historia en una historia coral; personajes que van desde Valentín, el exmilitante
de las juventudes comunistas que termina siendo policía de la brigada político-
social tras denunciar previamente a muchos “rojos”, a Basilio, profesor represaliado
y padre de Gloria, novia de Eloy, militante comunista que también estará en el
maquis o Matías Revilla el típico aprovechado que se dedica a ir recogiendo lo
que de valor queda en edificios vacíos porque sus dueños huyeron, y así hasta
unos treinta que abarcan gran parte del espectro social de la época.
La novela está
dividida en cinco libros. Tengo que reconocer que los que más me han gustado
son los dos primeros porque son los más corales y los que reflejan mejor el
ambiente asfixiante del momento: las depuraciones, las delaciones, el
enchufismo para acceder a los trabajos, el estraperlo, la cárcel, los
fusilamientos y, en general, la miseria no solo económica.
En el resto de los
libros se va centrando más en algunos personajes, aunque sin abandonar ese
carácter coral, y en temas como los problemas internos de la falange y, sobre
todo, la lucha de los restos del partido comunista por reorganizarse, por un
lado, y combatir militarmente en el maquis, por otro.
Como decía
antes todo eso sucede en un Madrid que el autor demuestra conocer muy bien y
haberlo trabajado para la novela. Gran parte de la trama se desarrolla en el
barrio en que nací y viví muchos años, y los recorridos que hacen los
personajes e incluso los tiempos que invierten en ellos están muy bien reflejados.
Martínez de
Pisón es un magnífico narrador y, como han dicho de él algunos críticos, de la
estirpe de Galdós o Baroja. Es un libro que cuesta dejar de leer y aunque creo
que flojea algo en la parte intermedia vuelve a tomar impulso en el resto.
A mí por
diferentes razones me ha traído muchos recuerdos pues nací poco después de esa
época, viví como he dicho en ese espacio y conocí personalmente a Carmen de
Icaza a la que se menciona en varios momentos.
Desde luego es
un libro muy recomendable para quien quiera conocer la época desde un enfoque
literario, eso sí no exento de conocimiento histórico como demuestra la
bibliografía que cita el final del libro.
Ignacio Martínez
de Pisón, Castillos de fuego.
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