Al fin leo un libro de este autor. He tenido muchas
veces en las librerías sus libros en las manos y no me había decidido hasta
hace poco a comprar alguno. Craso error. No solo escribe muy bien, por cierto
en francés en el original, sino que destila una mala baba impresionante, al
menos en este libro. No me extraña pues en los años sesenta decidió exiliarse,
primero en Londres y en 1968 en París, ya que sus obras de teatro, premiadas
con el Lope de Vega, no pudieron estrenarse al ser prohibidas por la censura.
En este libro cuenta la historia de “el chico”, “el joven”
o “el arrodillado”, varias de las formas con las que se refiere al protagonista
ya que no tiene nombre. Casado y con un hijo, trabaja en la mina en el norte de
España, como hizo su padre ya fallecido, y con 23 años decide marcharse hacia
el sur buscando nuevos horizontes y una
mejor calidad de vida.
A partir de ahí Gómez Arcos nos va mostrando una
realidad laboral terrible. Tiene múltiples trabajos que van desde un
restaurante en la costa (en un lugar que recuerda a Benidorm) a temporero o trabajador
en la construcción en Andalucía, para continuar de guardaespaldas y segurata de
discoteca en Madrid hasta terminar de mendigo en el Paseo de Recoletos.
Trabajos todos mal pagados (de hecho en el restaurante le pagaban cada día),
sin contrato ni alta en la Seguridad Social. Por ello va viviendo a salto de
mata, durmiendo a veces en la calle o en una pensión gracias a una de las pocas
personas positivas que encuentra en su recorrido.
El libro se inicia con él pidiendo limosna
arrodillado en la calle y poco a poco el narrador va volviendo de vez en cuando
hacia atrás y alternando con el relato de su historia anterior.
El autor arremete contra la situación del país. Así, por ejemplo, este fragmento sobre los padres del protagonista:
“Piensa en su padre fallecido para enriquecer a un
patrono. Lo único que consiguió en la vida fue morir de silicosis. Para
realizarse, la ventura de los jefes necesita el menoscabo de los subalternos.
Piensa en su madre. Boda, embarazo, viudedad precoz, pensión mínima, matarse limpiando casas para llegar a fin de mes; ésa es toda su historia, toda su gloria”. (p. 260)
También hace una crítica despiadada a la religión
con ese Papa, ciego y antes encargado de un burdel, que crea una iglesia en El
Olivar del Gólgota (trasunto claro de El Palmar) o con la referencia a “ese
miedica polaco” como se refiere a Juan Pablo II; de la aristocracia a través de
la Marquesa de Almeida que apoya al primero; o de la prensa en el siguiente
fragmento: “El gustito sexual de una puta asiática, que fornica fuera del
matrimonio con un ministro, interesa mucho más a los periodistas que la miseria
en la que viven millones de personas”. (p. 267)
Esta referencia a Isabel Preysler no es la única ni la peor ya que en la página anterior escribe:
“También es de oro esa historia de un ministro y una asiática, medio puta, medio musa, divorciada de un cantante y de un aristócrata (ambos multimillonarios) con quienes tuvo varios hijos para asegurarse sus buenas pensiones de manutención”. (p. 261)
En definitiva, un recorrido por un país en el que a
un joven le cuesta bastante poder sobrevivir y le resulta imposible enviar algo
de dinero a su familia que se queda en el norte. Una visión muy negativa de esa
España de los ochenta en la que a lo largo de las 300 páginas que tiene el
libro no se ven apenas momentos ni personajes positivos. Un libro duro en el
que se resaltan sobre todo las enormes desigualdades sociales.
Finalmente, me gustaría destacar la calidad de la
escritura de Gómez Arcos.
Agustín Gómez Arcos, El arrodillado. Traducción Adoración Elvira Rodríguez.
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