Según dice el autor en una nota final, este será el
penúltimo libro que escribirá, y el final de su obra de ficción, porque el último será un ensayo sobre Sartre.
Creo que no es una mala decisión.
He leído creo que toda la obra de ficción de Vargas
Llosa. Está entre mis autores favoritos y, desde luego, es uno de los grandes
escritores en castellano de los últimos sesenta años. Hay varios libros suyos
que se convertirán, si no lo son ya, en clásicos como, por ejemplo, Conversación en la catedral, La fiesta del
chivo o La ciudad y los perros,
por citar solo algunos.
Ahora bien, de todos estos hace ya bastante tiempo.
Vargas Llosa ha seguido escribiendo y publicando de forma regular textos
bastante irregulares hasta culminar con el que ahora comento.
En este en los capítulos impares nos cuenta la
historia de un periodista que decide escribir sobre la vida de un guitarrista desconocido
al que escuchó una noche y le impresionó tanto que le cambió su vida. Las
vicisitudes de la búsqueda de información son el eje central. Por otro lado, en
los capítulos pares un autor (el propio Vargas Llosa) escribe un ensayo sobre
la música popular peruana centrándose sobre todo en el vals criollo al que
otorga nada menos que la capacidad de dar unidad al país.
Si la narración de la búsqueda del periodista no
tiene demasiado interés, menos aún lo tienen, salvo que se sea peruano o un
entusiasta de ese tipo de música, los diferentes aspectos del ensayo en el que,
por cierto, aprovecha para hablar de la conquista española comparándola con la,
“desastrosa”, británica en Norteamérica,
o para defender las corridas de toros.
En definitiva, un libro que se podría haber ahorrado
y que además, aunque en general está bien escrito porque no en balde estamos
ante un gran escritor, tiene también algunos fragmentos manifiestamente
mejorables a pesar de las correcciones y cambios que Vargas Llosa reconoce
haber realizado.
Mario Vargas Llosa, Le dedico mi silencio.
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