En los agradecimientos
que la autora incluye al final del libro me ha llamado particularmente la
atención el que dedica a varias
instituciones “por haber apoyado esta obra a lo largo de los últimos siete
años” lo que supone, teniendo en cuenta que nació en 1989, que este libro está
escrito entre sus veinte y veintisiete años más o menos. Creo que este
atrevimiento es el principal mérito de un texto que, por otro lado, me ha
parecido bastante irregular.
La historia se
desarrolla a lo largo de casi tres siglos fundamentalmente en dos escenarios:
la Costa de Oro, esto es, Ghana y los Estados Unidos, fundamentalmente en
Alabama y ya al final en el Harlem neoyorquino. Y cuenta los diferentes
momentos por los que pasan los miembros de dos familias africanas con una
cierta relación de parentesco aunque apenas se entremezclan en la novela. Un
miembro de una de ellas seré vendido como esclavo y se trasladará a los Estados
Unidos. Hay más de veinte protagonistas principales más los correspondientes
miembros de las familias que van creando. Entre ellos habrá de todo tipo de
personalidades, oficios, relaciones de amor y odio, etc.
Gyasi se muestra como
una buena narradora, es muy ágil en la presentación de cada uno de los
personajes para lo que utiliza frecuentemente el flash back de forma muy
apropiada y tiene una clara intención como tema clave: mostrar lo que supuso la
esclavitud para el mundo africano y para las personas concretas que la
padecieron. En este sentido me parecen especialmente relevantes los capítulos
que dedica al principio a explicar cómo desde las dos familias se participa en
esa trata que al final, eso sí, aprovechan los británicos.
Todo lo dicho hasta
aquí nos muestra una novela interesante y bien escrita, pero el problema es que
a medida que la historia se va acercando al siglo XX, va perdiendo intensidad y
se va notando cada vez más la dispersión y la falta de una cierta unidad que dé
consistencia a lo relatado. Llega un momento en que se llega a tener la
impresión de que sigue y sigue escribiendo cuando ya ha dicho todo lo que tenía
que decir.
Tiene momentos y
personajes muy logrados como, por ejemplo, como ese minero, H se llama, con el
que inicia la segunda parte, y también momentos muy emotivos, pero tengo la
sensación de que ha querido abarcar demasiado y la novela se va cayendo poco a
poco de las manos.
Andrea Aguilar hace una
corta reseña en elpais.com y Marc Peig hace otra más completa en
unlibroaldia.blogspot.com.
Yaa Gyasi. Volver a casa. Traducción Maia Figueroa