Con este original y llamativo título se publican
tres novelas del autor escritas en diferentes épocas y sobre diferentes temas.
Cada una viene precedida de su correspondiente introducción que facilita el
acercamiento a algunos aspectos de la obra.
La primera, la que más me ha gustado, fue escrita en
1941 y tiene al gaélico como protagonista. Es una novela tremendamente original
en la que hasta los elementos
fantásticos, como esos niños que acuden al colegio nadando desde las islas
Áran, quedan perfectamente integrados en la historia. Es un retrato de una
Irlanda en la que predominan el hambre, -solo mínimamente satisfecha con las
patatas-, la miseria y la constante lluvia.
O’Brien hace gala de un gran sentido del humor como
se puede ver en el siguiente ejemplo: “Nací con muy poca edad –ni siquiera
había cumplido un día-.” (p. 33)
Sobre la importancia que tiene el tema del gaélico
en esta novela dice su traductor en la introducción: “O’Brien amaba su lengua y
su literatura (…); lo que detestaba era
la visión recalcitrantemente estereotipada de lo irlandés.” (p. 21)
No obstante, quizá por mi gran desconocimiento del
país y de su historia, no he sido capaz de apreciar varias de las referencias
que hace al tema de la lengua. Valga como ejemplo la siguiente afirmación que
se puede entender de dos maneras bien distintas: “(…) siempre se ha dicho que
la precisión que uno posee en el uso del gaélico (lo mismo que la santidad del
alma) es proporcional a la carencia de bienes terrenales.” (p. 63)
La segunda se publicó a principios de los sesenta y
está escrita en una clave más realista que la anterior.
De ella se dice en la introducción:
“La escribió de un tirón en dos meses. A primera
vista contiene todos los temas usuales de O’Brien: conversaciones pedantes,
preocupaciones grotescas; humor en medio de la sordidez; mitos (la visita del
simplón al papa pertenece a un antiguo relato); la obsesión por las
enfermedades y los temas científicos.” (p. 140)
Sin gustarme demasiado, sí que lo han hecho un par
de escenas en las que los personajes debaten sobre religión así como la
insistencia en los negocios del hermano del protagonista que hoy sería un buen
ejemplo de emprendedor (uno de esos conceptos de uso reciente pero masivo que
menos me gusta). Sin embargo, hay varias páginas sobre temas científicos
bastante aburridas.
Eso sí, resulta muy actual en alguna apreciación
como:
“-En estos tiempo modernos, uno no es nada a menos
que sea capaz de producir datos estadísticos. Columnas y más columnas de
números, medidas y porcentajes. Supongamos que se creara una comisión Real para
estos asuntos. ¿Adónde iríamos a parar si no pudiéramos producir nuestras
estadísticas certificadas? (p. 242)
La tercera y última consiste en unos pocos capítulos
de una obra que quedó inconclusa por la muerte del autor y que seguramente
hubiera sido una novela interesante por los temas que se inician y que se resumen muy bien en la introducción:
“Esta es una sátira de los Estados Unidos al tiempo
que de Irlanda e, incluso, a través de la protagonista e ideóloga de una peregrina
revolución alimentaria, una caricatura de las formas puntillosamente moralistas
del protestantismo…” (p. 307)
Como conclusión tengo que decir que esperaba más de
un libro del que he escuchado comentarios muy favorables. Tiene momentos
espléndidos, un peculiar sentido del humor que atraviesa las tres novelas y es
muy original en la construcción de los personajes, pero tengo la impresión de
que son novelas a las que les falta algo, sin que sea capaz de decir qué es,
para llegar a ser realmente buenas.
Por lo que he visto y leído la misma editorial ha
publicado otros libros de O’Brien que parecen ser los mejores del autor.
Flann O’Brien, El
consumo de patata en Irlanda. Traducción Antonio Taravillo Rivera y Iury
Lech.