Equilibrio inestable me
atrevería a añadir. Ramqvist cuenta en este libro su búsqueda de unos sucesos
de 1541 en los que una mujer, Marguerite, fue expulsada de un barco junto con
su criada y un marinero con el que, al parecer, había tenido una relación. El
barco lo capitaneaba el tutor de Marguerite y la zona donde se los dejó
abandonados es una isla en la costa nororiental del actual Canadá.
La autora se interesa por la
historia y se dedica a una búsqueda de información en las pocas fuentes que
existen de esos hechos. Para ello viajará a París y luego al castillo del
caballero que capitaneaba el barco. También irá a Nueva York para indagar en
sus bibliotecas y lo mismo a California.
En esos viajes le acompaña su
hija lo que le da pie a mostrar algunos aspectos autobiográficos y a algunas
reflexiones sobre la familia, aunque el núcleo fundamental de sus reflexiones
está centrado en la escritura y en el
complejo proceso de creación. Un ejemplo:
“Escribir era una forma de
explorar lo humano, de investigar esa vida en la que todo el mundo parecía
participar; al mismo tiempo, era un modo de librarse de ella, de no tener que
necesitar a otros y obedecer las mismas leyes implacables que todo el mundo
obedece, y que regula la pérdida y la vulnerabilidad. Sin embargo, también era
una forma de no tener que ser mujer; de ver, en lugar de que me vieran. Gracias
a la escritura podía visitar los lugares que me viniera en gana impunemente y
sin ser vista, en ocasiones; lugares físicos y emocionales, los escenarios de
las experiencias, sin tener que estar allí de verdad, sin tener que someterme a
las normas que regían en ellos, puesto que no les debía lealtad”. (p. 84-85)
Antes hablaba de equilibrio
inestable entre los diferentes elementos del texto. El libro tiene un aspecto
que no solo es original, sino que es muy atractivo: consiste en que Ramqvist va
dando a conocer la historia de Margurite a la manera de un escultor cuando
obtiene la figura que desea: “sacándola” de un bloque de piedra, esto es, que al
final llegamos a saber lo que la autora llegó a saber, pero nos lo va mostrando
en pequeñas dosis. Esto es algo interesante y que está muy bien desarrollado a
lo largo del libro, pero tiene un problema, al menos en mi opinión, que es el
excesivo espacio que dedica al análisis y crítica de las diferentes fuentes que
maneja. Esto ocupa una buena parte del centro de la novela y resulta por
momentos tedioso, aburrido y carente de interés. Es el típico trabajo que hace
cualquier investigador sea historiador o periodista, pero creo que es muy
excesivo contado en un libro como este.
En ese proceso de indagación,
además, a veces hay referencias a temas que el lector aún desconoce por esa forma
que ha elegido la autora de darnos a conocer lo que le sucedió a la
protagonista.
Por todo lo dicho, el libro
me parece bastante irregular. Hay partes que se leen con verdadero interés,
momentos emocionantes cuando empezamos a atisbar qué pasó y por qué,
reflexiones oportunas sobre el proceso de la creación literaria, algún apunte
también interesante sobre trabajo y familia, etc., pero también otros que resultan
bastante prescindibles y en los que es fácil que el lector pueda llegar a
perderse, al menos a mí me ha pasado.
Quizá algo de esto tenga que ver con esta afirmación de la autora:
“Yo era una mujer que dedicaba sus días a pensar en otra mujer y en el modo en que esa otra mujer pensaba en un hombre. Para mí se había convertido en algo normal.”. (p. 209)
Este cierto carácter obsesivo
es el que se transmite al comentar las fuentes.
Para terminar el comentario
quiero reproducir un fragmento que me ha llamado la atención por lo bien que
expresa algo que siempre he sentido cuando he visto reproducciones de mapas
antiguos:
“Recordaba que siempre quise
saber cómo habrían procedido los primeros cartógrafos. ¿Cómo podían forjarse
una imagen tan clara de la tierra? Aún resultaba difícil comprender cómo estaba
organizado todo, los territorio y los mares y las islas y las cadenas
montañosas, y daba vértigo pensar en cómo quienes todavía teníamos posibilidad
de movernos a nuestro antojo podíamos desplazarnos por todos esos territorios a
toda velocidad”. (p. 132-133)
Por cierto, es un libro que
está muy en la línea de lo que hace Javier Cercas con la única diferencia,
quizá, que aquí el objeto de estudio es algo sucedido en el siglo XVI y Cercas
trabaja sobre cosas y casos más recientes, pero su trabajo es muy parecido.
Karolina Ramqvist, La cazadora de osos. Traducción Carmen Montes Cano.
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