Soy un fiel seguidor de esta magnífica escritora francesa, tanto que compré
y leí un libro en el que comentaban ella y su compañero unas fotos hechas por
ellos mismos sobre cómo quedaba el lugar después de sus relaciones amorosas. No
me gustó. Ahora he vuelto a las andadas de no dejar nada de ella sin conocer y
he leído esta especie de diario sobre sus compras en el hipermercado Alcampo
entre noviembre de 2012 y octubre de 2013. Quizá haya influido algo el que yo
también compro algunos productos en ese híper.
El libro tiene 120 páginas que podrían ser un artículo extenso para una
revista especializada, pero que, en mi opinión, no merecían ser publicadas como
libro.
No obstante, Ernaux, como no podía ser de otra manera, tiene alguna buena reflexión. Pondré dos ejemplos, el primero más de índole sociopolítica y el segundo más personal (de mi persona):
“Evidentemente, aparte de unas lágrimas de cocodrilo, no hay que contar con
nosotros, que nos aprovechamos alegremente de esa mano de obra esclava, para
cambiar las cosas. La rebelión vendrá de los explotados, del otro lado del
mundo. Hasta los parados franceses víctimas de las deslocalizaciones están
encantados de poder comprarse una camiseta a 7 eutors”. (p. 46)
(Viene a cuento del incendio en
Bangladeh de una fábrica textil en la que hubo 112 muertos que producía, entre
otros, para Alcampo).
“Perversión del sistema de las cajas automáticas, la irritación que suscita
una cajera considerada lenta se traslada al cliente”. (p. 53)
Creo que en ambos tiene el acierto de dar con el comentario oportuno sobre
dos realidades muy diferentes y que dejan constancia de toda una sociología del
consumidor.
Y ya que he hecho alusión a algo personal, no puedo dejar sin reflejar otro
comentario que me parece bastante poco afortunado pues generaliza algo que creo
que, aunque siga sucediendo en bastantes casos, está cambiando de forma
acelerada. (Algunos, o muchos, no tenemos nada que cambiar y por eso me siento
algo ofendido).
“Los súper y los híper siguen siendo una extensión del ámbito femenino, la
prolongación del universo doméstico cuyo buen funcionamiento garantizan ellas,
recorriendo los estantes con, en la cabeza, todo lo que falta en armarios y frigorífico, todo lo que deben comprar para
contestar a la pregunta reiterada, qué vamos a cenar esta noche, mañana, la
semana entera. Ellas, siempre más poseedoras que los hombres de una competencia
culinaria que hace que escojan sin dudar los productos según el plato que hay
que preparar, mientras que ellos, plantados, perdidos frente a una estantería,
piden socorro, con el móvil pegado al oído “Oye, ¿Qué harina tengo que coger?””
(p.79-80)
Hay un comentario mucho más favorable de Diego Palacios en
librosyliteratura.es. Lo acaba así: “Original,
certero, distinto, reflexivo, analítico, social, agudo, a veces humorístico,
pero sobre todo muy entretenido, ligero y fácil de leer. Observaciones
con las que puedo coincidir a las que añadiría: prescindible a pesar de todo.
Annie Ernaux, Mira
las luces, amor mío. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.
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