El libro tiene 495 páginas,
lo que ya da una idea de la capacidad narrativa de Al Aswani. Aunque no
aparezca reflejado así formalmente, el texto está dividido en tres partes que
se corresponderían con tres fases de la revolución: la presentación de los
personajes en los momentos previos que dará lugar a conocer alguno de los
problemas sociales, políticos y religiosos de la sociedad egipcia; el momento
de las manifestaciones en la plaza Tahir y, finalmente, la contrarrevolución
posterior.
El autor toma partido desde
el principio a favor de los que quieren cambiar la situación que se vive en Egipto
y no duda en hacer una crítica demoledora tanto a la corrupción que había hasta a las
torturas que practicaban las fuerzas de seguridad pasando por aspectos absurdos
de la religiosidad. El libro sigue prohibido en Egipto.
A mí el libro me ha gustado
mucho en las dos primeras partes y mucho menos en la tercera. Están muy bien
contadas las situaciones de partida de todos los personajes, conocemos aspectos
relevantes de su vida y de sus inquietudes. También narra sin demasiado
detalle, que no hace falta, todos los
momentos de las manifestaciones en la plaza y las actuaciones que llevan a cabo
los protagonistas. Hasta aquí todo discurre con cierta lógica y nos vamos
enterando muy bien de por qué y cómo sucedieron los hechos (obviamente en la
versión del autor). El problema es que cuando se centra en la
contrarrevolución, además de momentos muy intensos que se corresponden con las
declaraciones de mujeres detenidas que sufrieron maltrato y abusos por parte
del ejército y la policía, hay otros en los que se centra en una serie de
personajes e historias que lo convierten casi en una telenovela; da la impresión de que estamos ante otra novela y
ante otro autor. Sobran muchas páginas que no aportan nada al conocimiento ni
de lo que pasó ni de las consecuencias que tuvo para alguno de los
protagonistas. Evidentemente el libro se puede seguir leyendo porque, como
decía antes, Al Awani es capaz de contar todo muy bien y mantener el interés
del lector incluso aunque este se vaya dando cuenta de que todo eso no le
aporta nada a la historia.
Ya he advertido que el autor
toma claramente partido y la crítica que hace de la contrarrevolución y la
represión que se llevó a cabo es furibunda, así, entre otras cosas nos cuenta:
cómo se liberó de las cárceles a 25 o 30.000 presos comunes para generar el
caos; la brutal actuación de las fuerzas policiales y militares disparando con
fuego real y matando a decenas o centenares de manifestantes para, además,
ofrecer luego dinero a las familias para que retirasen las denuncias que habían
interpuesto; el papel que juegan los Hermanos Musulmanes apoyando al gobierno o
la total manipulación desde los medios de comunicación.
No sé cuánto hay de reflejo
real de lo que pasó aunque puedo imaginarme que es cierto todo o casi todo lo
que cuenta.
Para finalizar reproduzco dos fragmentos que me parecen interesantes y significativos (además, creo que su interés se acrecienta leídos desde aquí).
“- Les digo que esto es una conspiración masónica orquestada por los judíos (…)”. (p. 155)
(Palabras de un clérigo musulmán).
“- Nuestro pueblo es como un niño, si lo dejas decidir solo, se hará daño. Por lo tanto, el papel de los medios de comunicación en Egipto no es el mismo que en los países desarrollados. Vuestra labor como informadores, en cuanto especialistas de la información, es pensar en lugar del pueblo”. (p 398)
(Palabras del general que dirige la represión).
Se puede recomendar el libro
en la medida en que nos acerca a una realidad que no suele ser muy conocida por
estos lares y la cuenta con mucho detalle aunque, eso sí, no hay que esperar
grandes valores literarios.
Alaa Al Aswani, La república era esto. Traducción Noemí
Ferro.
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