miércoles, 2 de marzo de 2022

Otra buena recopilación de crónicas



Anderson ha aparecido ya varias veces en diferentes entradas del blog. Es uno de los grandes del periodismo de los últimos treinta años y lo demuestra una vez más en las crónicas que se recogen en este volumen que fueron publicadas en The New Yorker entre 1998 y 2009, si bien la mayoría están más cerca de la primera fecha.

Con respecto a otros libros del autor, al menos de los que yo conozco, ofrece la novedad de que nada menos que tres crónicas están dedicadas a temas españoles: una a la tumba de Lorca, otra al rey y la tercera a Euskadi. Su lectura es especialmente interesante no tanto por lo que cuenta sino, sobre todo, porque sirven para darse cuenta del tipo de periodismo que practica.

Además de las mencionadas, el libro se completa, hasta el total de las doce crónicas de las que consta, con otras centradas en Sudamérica y el Caribe, más en concreto: tres dedicadas a Cuba, otras tantas a Venezuela y una a Panamá, Colombia y Chile.

Menciono los países aunque el protagonismo lo tienen en la mayoría personajes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Pinochet o Gabriel García Márquez. Hay que destacar que se ha entrevistado con todos los protagonistas y también con muchos de los que forman parte de su entorno por lo que tiene un conocimiento de primera mano. A menudo hay fragmentos que aparecen entrecomillados.

Además de los líderes en el libro se abordan temas como, entre otros: la situación de Cuba en el “período especial” de los años noventa, la intervención de los Estados Unidos en Chile o cómo se estructuran y funcionan las favelas en Río de Janeiro.

Evidentemente, con estos protagonistas, los textos suelen tener un fuerte contenido político, pero hay que destacar también su gran calidad literaria. Anderson demuestra siempre también un buen conocimiento del contexto en el que se desenvuelven sus personajes, aporta informaciones muy interesantes a veces desconocidas (por ejemplo, sobre la vida privada de Castro) y otras muy curiosas (por ejemplo, las anécdotas de García Márquez).

La verdad es que a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación no han perdido interés porque, como decía antes, tienen la virtud de su magnífica escritura, unos textos que da gusto leer no solo por lo que cuentan o informan sino también por cómo lo hacen. Me pasa con este escritor lo mismo que con Caparrós o Guerriero, o en su día con Kapuscinski, que siento verdadera pena cuando termina el libro.

 

Jon Lee Anderson, El dictador, los demonios y otras crónicas. Traducción Antonio-Prometeo Moya.

 

 

 

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