miércoles, 30 de septiembre de 2020

Un tema inagotable



 

Una vez más se comprueba que el tema de la represión nazi, ya sea en los campos de concentración o en los de exterminio, no tiene límite ni punto final. En este caso se trata de una militante francesa de la resistencia que fue detenida y luego trasladada a Auschwitz junto con otras 230 mujeres de las que solo sobrevivieron 49.

Delbo, una vez liberada después de más de dos años en cautividad, estuvo recuperándose en un sanatorio en Suiza donde escribió los textos que dedicó a su experiencia en el campo de concentración. La obra consiste en una trilogía, Auschwitz y después, de las que en esta edición se publican los dos primeros textos: el que da título al libro y Un conocimiento inútil que constituye la segunda parte del libro.

Hay que decir también que el libro en su edición original francesa no se publicó hasta 1970.

En él se recogen las experiencias de la autora, pero también la de otras mujeres que a veces aparecen con su nombre y otras veces simplemente con su historia.

Las dos partes de esta edición tienen unos contenidos algo diferentes. En la primera, Ninguno de nosotros volverá, la autora narra fundamentalmente la vida cotidiana en el campo y por eso aparecen de forma recurrente temas como: el frío, la sed, el fango y el olor. Mención especial merece el relato “Calle de la llegada, calle de la partida” con el que se inicia el libro y que es de lo mejor que he leído nunca sobre el tema de la llegada a los campos. Esta primera parte, o primer libro, me ha recordado en varios momentos a la forma de contar de Primo Levi. Sin embargo, en la segunda, Un conocimiento inútil, encuentro más el eco de la narrativa de Shalámov, en sus relatos sobre los campos de Kolimá, porque se centran más en algunas personas o hechos como pueden ser la cena de Nochebuena o una representación teatral. Los relatos finales se dedican a la liberación y la llegada a Berlín.

Sobre el libro dice su editora María Bohigas:

"La ambición literaria no era menor, Delbo quiso hacer una obra literaria, no testimonial. Ella no quería hacer un trabajo periodístico, sino literario". (Recogido en lavanguardia.com)

Creo que lo consiguió aunque también que algunos relatos son un reflejo tremendamente realista de los hechos en los que, además, no se ahorra ninguna nota de la crudeza con que actuaban los y las vigilantes.

El siguiente fragmento puede ejemplificar bien ese carácter literario, al mismo tiempo que es también  un buen resumen de la situación que se vivía:


 "Cuando el silbato silba al despertar hay una pesadilla que se paraliza, otra pesadilla que comienza

  hay apenas un instante de lucidez entre ambas, en el que escuchamos los latidos de nuestro corazón para averiguar si tiene fuerza para latir aún mucho tiempo

  mucho tiempo significa días porque nuestro corazón no puede contar en semanas ni en meses, contamos en días y cada día cuenta mil agonías y mil eternidades.” (p. 83-84)

 

Finalmente, reproduzco otros dos fragmentos que, aunque parezcan algo contradictorios entre sí, reflejan muy bien los aspectos psicológicos de un internamiento de esas características.

 

“Hablar era hacer planes para el regreso, porque creer en el regreso era una manera de forzar la suerte. Las que habían dejado de creer en el regreso estaban muertas. Había que creer, creer a pesar de todo, contra todo, dar verosimilitud a ese regreso, realidad y color, planeándolo, materializándolo en todos su detalles.” (p. 141)

 

“Diréis que al ser humano puede arrebatársele todo salvo la facultad de pensar e imaginar. No sabéis nada. Se puede convertir a un ser humano en un esqueleto que gorgorea diarrea, quitarle el tiempo para pensar, la fuerza para pensar. Lo imaginario es el primer lujo del cuerpo que recibe suficiente alimento, goza de una franja de tiempo libre, dispone de rudimentos para fabricar sus sueños. En Auschwitz no se soñaba, se deliraba.” (p. 230)

 

Por todo lo dicho, estamos ante otro interesante texto sobre los campos que aunque sin aportar informaciones que no se conozcan las trata de una forma magnífica y contribuye a conocer mejor algunos aspectos de esa triste historia.

Hay una reseña muy buena y muy completa de GustauNerín en elnacional.cat.

 

Charlotte Delbo, Ninguno de nosotros volverá. Traducción Regina López Muñoz.

 


lunes, 28 de septiembre de 2020

Continúo conociendo a Taia



 Hace menos de un mes que descubrí a este escritor marroquí que escribe en francés. Fue a raíz de la publicación de su última novela y, como me pasa tantas veces, he leído ahora la que fue su primera publicación. Está escrita con apenas 27 años y cumple perfectamente lo que dice la traductora en un largo texto final que titula Encuentro con Abdelá Taia:

“La escritura de Abdelá Taia parece fácil. Demasiado fácil. Expresión infantil. Frases cortas. Vocabulario limitado y sencillo como el de un niño. Torpezas lingüísticas que lo excluyen automáticamente del Olimpo de los escritores. Pero tiene a su favor lo que constituye la lengua de los grandes, una lengua universal, ni francés ni árabe, la lengua del corazón.” (p. 204)

 Más allá de que yo no soy capaz de detectar esas posibles torpezas, lo que sí soy capaz de percibir es el sentimiento que pone en cuanto cuenta.

El libro está compuesto por 25 breves capítulos que en su mayoría dedica a recoger experiencias y momentos de su infancia y algo de su juventud con un marcado carácter autobiográfico. Taia nació en 1973 en un pueblo cerca de Rabat en el seno de una familia con escasos recursos y siendo el séptimo hijo después del primogénito varón y de cinco mujeres (luego vendría otro varón). Tuvo muy mala salud al principio y requirió mucha atención y cuidados. Esta parte del libro es interesante para ver cómo funciona una familia así en un contexto tan difícil.

Sin embargo, en los últimos capítulos cambia el contenido y dedica cada uno de ellos a un personaje. Destaca los que dedica a Osama, un compañero de colegio del que, aunque no sea muy explícito, el autor estaba enamorado;  al escritor Mohamed Chukri al que admira profundamente y al que me atrevo a decir que imita en algunos pasajes (Chukri ha aparecido muchas veces en el blog porque es un escritor que me encanta tanto lo que cuenta como la forma de hacerlo); o a  Starobinski, un escritor que desconozco pero del que Taia se reconoce deudor.

Tanto en la primera como en esta segunda parte, yo destacaría esa escritura sensible en la que, además, se insinúan cosas que no terminan de explicitarse como puede ser, por ejemplo, la homosexualidad del autor. Hay que decir que el libro lo escribió estando ya en Francia aunque algunos capítulos parece ser que estaban ya redactados en Marruecos.

La verdad es que es un texto que se lee con interés y con agrado aunque, obviamente, no estemos ante un gran libro.

Dejo el siguiente fragmento como ejemplo de su forma de escribir:


“Creo que en Marruecos se tiene miedo al amor. Nunca se expresan directamente los sentimientos. Sin embargo, la ternura es algo omnipresente. Proviene sobre todo de las mujeres.” (p 34)

 

Abdelá Taia, Mi Marruecos. Traducción Lidya Vázquez Jiménez.


jueves, 24 de septiembre de 2020

Despentes en estado puro



 










Cuando compré este libro ya conocía a la autora por haber leído su libro Teoría King Kong. En el blog encabecé mi comentario con el título de: Un grito feminista. Es decir, ya sabía que me encontraría con una crítica feroz de muchas situaciones que se dan en nuestras sociedades. En este sentido el libro desde luego no decepciona.

Tomo un fragmento de la estupenda reseña de Laura Gomara en librosyliteratura.es muy significativo de lo que digo:

 "(…) por la novela desfilan personajes tan variopintos como reales. De un capítulo a otro, nos encontramos en la cabeza de pijipis burguesas ex adictas a la heroína cuyos hijos se han convertido al catolicismo. Maltratadores de izquierdas. Brokers pasadísimos de coca que encarnan el neocapitalismo más salvaje. Hijas de actrices porno convertidas al islam. Ex rockeros que votan al Frente Nacional. Dependientes de H&M que por la noche juegan a ser neonazis.”

A esto habría que añadir otros temas como los problemas de integración de los inmigrantes o el maltrato de las mujeres.

Además del interés que puedan despertar estos temas y personajes, Despentes tiene una original manera de plantear las historias pues cada capítulo suele tener un protagonista diferente que tiene alguna relación con el tal Vernon, un vendedor de una tienda de discos que ha sido desahuciado y se pasa el tiempo buscando lugares para dormir. En esa búsqueda se irá topando con personajes como los vistos y otros más que le dan pie a criticar desde el mal ambiente en el mundillo del cine o de la escritura, hasta el trato que se da a las actrices del cine porno, pasando por los fraudes que se producen en las redes sociales.

Dice también Lara Gomara en la reseña citada:

“Con Vernon Subutex 1, Despentes se ha marcado una novela compleja, sutil, trágica, humorística, satírica, absurda y tremendamente realista al mismo tiempo. Es imposible no reconocerse en la sociedad que pinta la autora, en sus extremos, en sus crueldades y también en su humanidad.”

Estando muy de acuerdo con el contenido de la primera frase, sin embargo no puedo estarlo con la segunda. Para gente de mi generación y tipo de vida es muy difícil reconocerse e incluso reconocer muchas de las cosas que en la novela se cuentan, pero eso es, al menos en mi caso, la principal virtud de la obra: el hecho de interesar a quien no tiene nada que ver con los personajes ni con las historias que se cuentan, el descubrir que hay otros mundos más allá de lo que se puede leer en un diario digital o ver en un programa de televisión. Si a ello se une que la autora usa un lenguaje muy directo y escribe con una gran agilidad, estamos ante un libro bastante recomendable.

Habrá que ver por dónde tira la historia en el segundo volumen de la trilogía.

 

Virginie Despentes, Vernon Subutex 1. Traducción Noemí Sobregués.

 


martes, 22 de septiembre de 2020

Todavía Mankell











 

Este libro lleva varios años en el estante que dedico a los libros pendientes. Parece algo raro ya que Mankell está entre mis autores favoritos y como tal ha aparecido en la serie que hago en el blog. Sin embargo, no sé si por la portada o por qué otra razón lo tenía marginado. Eso sí, con su lectura termino de leer prácticamente todo lo traducido del autor solo a falta de una trilogía juvenil que acaba de leer mi hijo y que pronto leeré yo también para poder comentarla con él.

Daisy Sisters es una de las primeras novelas que escribió Mankell y se publicó por primera vez en 1982. No hay nada de lo publicado con posterioridad y traducido al castellano que se le parezca ya que o bien se trata de la serie de Wallander o de historias que se desarrollan en África. Así, a bote pronto, solo recuerdo una novela corta, Profundidades, que no se corresponde con esos temas y que, por cierto, es el único libro que no me ha gustado de este escritor.

Hay algo que en lo que sí coincide este libro con bastantes de los que le seguirán: en su extensión, pues tiene 641 páginas. También hay algunos temas que luego han ido apareciendo en diferentes momentos de su obra, así: la crítica social y política, el papel de la mujer o la situación de los inmigrantes.

Aquí Mankell cuenta fundamentalmente, a pesar de lo que dice el título, la historia de una mujer, Eivor, que es la hija de una de las dos Daisy Sisters y con ella vemos la evolución de la sociedad sueca a lo largo del tiempo desde los años cincuenta hasta los ochenta. De hecho el libro está dividido en cinco partes: 1941, 1956, 1960, 1972 y 1981, lo que da ya idea de su intención y contenido. Si en la primera parte vemos a las dos amigas que adoptan el nombre que da título al libro, a partir de la mitad de la segunda el protagonismo lo asume, como ya he comentado,  principalmente la hija de una de ellas.

Es interesante destacar que todos los personajes que aparecen en el libro pertenecen a la clase obrera sueca. Así, por ejemplo, el último trabajo de la protagonista es el de conductora de una grúa puente. También suelen moverse en los ambientes de la izquierda, aunque son sobre todo los padres de las “sisters” los que militan en el partido comunista o en el socialdemócrata, también la madre de Eivor tiene estas ideas. A lo largo del libro van apareciendo diferentes mejoras sociales que se fueron produciendo en la sociedad sueca durante ese período, aunque no se puede hablar de un libro de propaganda ni mucho menos pues también es muy crítico, por ejemplo, con la situación de la mujer mostrando una sociedad bastante machista y en la que una madre soltera tiene problemas de integración.

Mankell siempre ha demostrado ser un gran creador de historias y un gran narrador; aquí lo demuestra una vez más si bien, debido seguramente a ser uno de sus primeros escritos, hay algunos momentos en los que se atasca y dedica páginas a desarrollar escenas que no aportan nada al núcleo de la historia.

No obstante, a mí el libro me ha gustado, me ha entretenido y me ha mostrado una Suecia que desconocía ya que desde aquí siempre hemos visto a ese país como enormemente avanzado y Mankell muestra el tortuoso camino que han tenido que recorrer y en tiempos bastante recientes. (Obviamente, cualquier comparación con la España de esas épocas resultaría insultante.)

 

Henning Mankell, Daisy Sisters. Traducción Francisca Jiménez Pozuelo

 

 

 


martes, 15 de septiembre de 2020

Lo falso y las falsificaciones


Este término, fake, está adquiriendo en los últimos tiempos un protagonismo constante en los medios. Generalmente hace referencia a las noticias falsas que se promueven en las redes sociales y que se mueven por ellas con total facilidad e impunidad. Aunque suelen referirse a temas políticos, también las hay sobre otros aspectos de la realidad social.
El libro de Albero no se refiere a este tipo de falsedades o falsificaciones, sino a otras con mayor tradición y que siguen teniendo relevancia hoy en día. Los primeros capítulos están dedicados a aspectos más teóricos y a deslindar y dejar claros los principales conceptos que va a utilizar. Así, el capítulo II, por ejemplo, se titula: Las lindes de lo falso, el terreno de la falsificación;  o el IV: Tipos de falsificadores: dime con qué me engañas  y te diré cómo te llamo.
Siendo interesantes, y a pesar de que Albero suele utilizar bastantes ejemplos, resultan un tanto reiterativos y demasiado prolijos. El lector está deseando que entre de una vez en materia y bien que lo hace a partir del capítulo VI. Desde ahí hasta el final, el libro está dedicado a contar infinidad de casos de impostores y falsificadores en los temas que han sido habituales a lo largo del tiempo como son: la moneda, las marcas, la historia o el arte.
En la narración de los numerosos casos  que cuenta está lo mejor y lo más interesante del libro, junto con los dos casos de suplantación de la personalidad por parte de dos hijos que son realmente impresionantes.
Creo que el libro hubiese ganado si hubiese dedicado más espacio a estos temas y algo menos a los aspectos más teóricos, pero también puedo entender que alguien que está escribiendo un ensayo quiera dejar bien claro qué aspectos quiere abarcar y cuáles son los que quiere dejar de lado.
El libro está escrito con bastante sentido del humor -a veces traído un poco por los pelos-,  que llega hasta que se cuente un chiste en algún momento, por cierto que  no demasiado bueno.
Me ha llamado poderosamente la atención el tema del shanzhai, ese fenómeno que se produce en China, fundamentalmente para consumo interno, que está a medio camino entre la falsificación y la copia, y que lleva a producir aparatos con las marcas Nukia o Samsang por ejemplo.
En otro sentido, he echado en falta cuando habla sobre las falsificaciones en la historia que hubiese utilizado más ejemplos y, desde luego, que hubiese profundizado más puesto que es un terreno en el que lo fake está creciendo de forma exponencial desde hace tiempo.
Para finalizar quiero reproducir un fragmento sobre la falsificación en el arte con el que me siento muy identificado:

 “Pero hay además una segunda razón y es el hecho de que el falsificador engaña a los poderosos, hace daño a los poderosos y no a los débiles y de paso se ríe en la cara y con pedorreta de un mundo tan falso como el del mercado del arte. Que haya alguien que pague millones de dólares por un cuadro, simplemente para que el mundo aprecie lo rico que es, nos parece –también simplemente- una obscenidad. Pero si encima hay alguien que le ha colado ese cuadro como verdadero a  él y a todos los imprescindibles y supuestamente expertos intermediarios, tras haberlo pintado en su casa siglos o decenios después del original, con el procedimiento tan sencillo de ponerle la firma de otro, lo admiramos más todavía aporque demuestra que todo es un fraude, no solo el falsificador, que el valor de ese cuadro no reside en la calidad artística, sino en la firma,…” (p. 204-205)
(La primera razón es que tiene talento.) 

Un libro entretenido e interesante sobre todo cuando, como ya he comentado, se dedica a relatar los casos concretos.

Miguel Albero, Fake. La invasión de lo falso. 

viernes, 11 de septiembre de 2020

Un libro diferente




No conocía a la autora más que de nombre. Nunca había leído nada escrito por ella ni escuchado ninguna de sus canciones, al menos sabiendo que se trataba de ella. Sin embargo, tengo una amiga que es ferviente admiradora y seguidora de Smith y por eso al ver este libro me animé a leerlo.
Tengo que reconocer que al principio me desconcertó bastante y hasta tuve la tentación del abandono.
Dice la autora al final del libro:

“El acto de escribir en tiempo real con el fin de evadirme, escapar o ralentizar ese tiempo es sin duda fútil, pero no del todo infructuoso. Incluso mientras escribo este epílogo de un epílogo, soy consciente de que ya estará obsoleto cuando llegue a manos de los lectores. Aun así, como siempre, me veo compelida a escribir, con o sin verdadero destinatario, entrelazando hechos, ficción y sueños, con fervientes esperanzas, para después volver a casa y sentarme junto al escritorio que perteneció a mi padre y en el que transcribo lo que he escrito.” (p. 213)

Reproduzco este fragmento porque están varias de las claves del libro y también la explicación de mi desconcierto. Yo creía que se trataba de una especie de memorias y me encontré con un libro que solo habla del año del mono, es decir, de 2017. Esto no es lo más importante sino que, como se lee en la cita, en el texto aparecen mezcladas realidad y ficción, personajes reales e imaginarios, sueños y ensoñaciones con un carácter muy surrealista en muchos momentos.
Ahora bien, ese desconcierto poco a poco, en la medida en que decidí continuar con la lectura, fue dando paso a un interés por lo que leía y me fui dejando llevar por una prosa realmente buena y unas historias bastante diferentes de las que suelo leer. Smith, tan pronto comenta una canción, un libro, un cuadro, un lugar, etc. como a continuación un sueño o un diálogo con alguien imaginario; tan pronto habla de Roberto Bolaño y cuenta que estuvo en Blanes donde residió el escritor, como se va de viaje a Gante para ver un cuadro o a Kentucky para ver a su amigo Sam Shepard. Todo ello con “Una prosa hipnótica y exquisita” como se dice en el fragmento de la crítica de Publisher Weekly que la editorial reproduce en la solapa.
Tratándose de alguien que ha tenido gran activismo político, no podía faltar alguna alusión a la situación de su país, máxime teniendo en cuenta que en enero tomó posesión el actual presidente (me pasa como a Smith que prefiere no poner su nombre).
Sobre este tema, reproduzco dos fragmentos muy significativos por lo que dice y por cómo lo dice:

“Millones tirados por un agujero lleno de plasma, gastados en interminables y polémicos anuncios de televisión. Un verdadero oscurecimiento de los días. Todos los recursos que podían utilizarse para rascar el plomo de las paredes de escuelas que se derrumbaban, para dar cobijo a los sin techo o para limpiar un río pestilente. En lugar de eso, un candidato a la desesperada tira el dinero a paladas dentro de un pozo y el otro construye edificios vacíos en su propio nombre, otra clase de desperdicio inmoral. A pesar de eso, pese a todos los recelos, voté.
(…)
El bravucón bramó. Mandó el silencio. El 24 por ciento de la población había elegido lo peor de nosotros mismos para que representara al otro 76 por ciento. Salve, nuestra apatía americana; salve, la retorcida sabiduría del Sistema electoral.” (p. 143-144)

“Era el último día del año del Mono y el gallito de fuego cacareaba, porque el intolerable timador de un rubio artificial había tomado juramento, sobre la Biblia nada menos…” (p. 155)

Como no podía ser de otra forma, no se la ve muy partidaria del “rubio artificial.”
Hay también en el libro muchas fotografías reproducidas de una forma bastante particular y cuyo sentido se me escapa en más de una ocasión, pero debe de tenerlo.
En fin, un libro muy diferente de lo habitual, escrito por alguien que también demuestra serlo. Creo que merece la pena dedicarle el tiempo que dura su lectura que, por otra parte, tampoco es mucho.

Patti Smith, El año del mono. Traducción Ana Mata Buil.


martes, 8 de septiembre de 2020

Decepcionante




El autor, tal como dice la editorial en la solapa, es un escritor, poeta y aventurero si bien sus aventuras no se han realizado principalmente en el Himalaya, zona a la que dedica este extenso, más de 500 páginas,  y muy irregular libro.
Lo compré con mucha ilusión porque me fío mucho de una editorial que ha publicado magníficos libros en esta colección, y me interesa el tema de los viajes y las ascensiones a las diferentes montañas de esa inmensa cordillera.
El problema con el que me he encontrado es esa irregularidad que hace que haya capítulos enteros, sobre todo al principio, difíciles de leer. Así, apenas he podido seguir las explicaciones sobre los ríos de la zona, me he perdido cuando desarrolla el tema del budismo y lo mismo con los mapas y sus explicaciones sobre el geoide y el esferoide. Seguramente son temas interesantes para muchas personas, de hecho también lo son para mí, pero no tratadas de esa forma.
Menos mal que en otras partes de las cinco en que ha dividido el libro sí que hay otros temas y otras historias que hacen la lectura muy amena, entretenida e interesante. Así, por ejemplo, lo que cuenta de los pioneros, el relato que hace del viaje del famoso Messner y su hermano, la discusión sobre la existencia o no del Yeti, la narración del desastre de 1996 en el que murieron muchos montañeros o toda la parte cinco que está dedicada a un territorio, Nagaland, situado entre la India y Birmania, del que desconocía totalmente su existencia.
Para el desarrollo de los temas se basa bastante en los textos de los protagonistas lo que aporta mayor verosimilitud al relato.
En general, Twigger gana mucho cuando se pone a contar historias porque es un buen narrador y pierde cuando se mete en explicaciones teóricas. Además, en algunos momentos da la sensación de que alguna de las partes se ha compuesto a partir de artículos previamente escritos y seguramente ya publicados porque se producen saltos, sin que haya solución de continuidad, que despistan al lector.
Finalmente, se aportan un conjunto de fotografías que también me parece que podrían haber sido bastante mejores; el lugar desde luego lo merece.
Por todo lo dicho, el libro me ha decepcionado aunque me alegro de haberlo leído porque, como buen aficionado a la montaña que fui, he encontrado momentos muy buenos y magníficas descripciones de algunos de los viajes sobre todo de los pioneros en las ascensiones a los ocho miles.

Robert Twigger, La montaña blanca. Viajes reales e imaginarios por el Himalaya. Traducción David Paradela.



viernes, 4 de septiembre de 2020

Otro buen escritor marroquí



A pesar de que suelo estar atento a lo que publica la editorial Cabaret Voltaire, y al hecho de que este es el cuarto libro que edita de Taia, no conocía al autor. Una pena ya que he podido comprobar que es alguien que tiene cosas que decir y tiene una interesante forma de hacerlo.
En este libro habla de lo que seguramente son los temas que trata también en otros porque deben de ser aquellos que más le afectan. Así, el trato que se da a los inmigrantes incluidos sus hijos ya franceses, las dificultades para la integración, la situación política en Marruecos, el amor homosexual, etc.
Dejo un par de fragmentos en los que se puede apreciar muy bien el tratamiento que da a estos temas:

“Antoine me ha matado. Cree que me he convertido en un islamista. Un terrorista en potencia. Un marroquí. Eres marroquí, ¿no?...

Eso, viniendo de su boca quería decirlo todo. Marroquí. Pronunciado de la misma manera que los periodistas de las cadenas informativas cuando hay atentados. Se habla de los presuntos autores precisando su país de origen. Eran franceses. Son franceses. Se convierten en marroquíes. Argelinos. Sirios. Tunecinos.” (p. 107)

“Desconfían. Se sobresaltan. Rechazan, sin sentirse culpables por ello, al otro, a los otros. En el metro es aún peor, te asesinan con la mirada.” (p. 111)

En el libro parte de la anécdota de la relación del protagonista, Munir, un marroquí que vive en un buen apartamento de 45 metros cuadrados, con su vecina del piso de arriba Madame Marty, una señora de 80 años que vive en tan solo 14 metros  y que, según Munir, le molesta permanentemente con sus ruidos. A pesar de ello establecerán una buena relación en la que se hacen confidencias. Él le cuenta sus amores y ella la historia de su hermana que fue represaliada tras la guerra por haber tenido relación con soldados alemanes. Aparecen también Antoine, un policía, y una prima de Munir que se comunica con él desde Bruselas por Skype.
Con todo, lo importante, lo que más me ha gustado del libro, es la manera de construir la historia y de  narrarla que tiene Taia. Cada capítulo está dedicado a un personaje o a una situación y narrado a través de diálogos y monólogos muy bien elaborados.
Sobre el autor y el libro dice un buen conocedor de su obra como es Luis Antonio de Villena:

“El drama de sus últimos libros -también de Una vida lenta- es la de un árabe marroquí que vive en París (porque Marruecos sigue sin aceptar la homosexualidad, pese a que allí se practique tanto) y que no logra ni puede sentirse francés, aunque escribe en esa lengua, y siente cada vez con más fuerza el llamado de una cultura islámica. Taia no es francés y acaso ya no del todo marroquí, aunque esa sea su raíz, y se debate por tanto entre dos mundos.
(…)
Abdelá Taia, un escritor refinado y de muy buen tono, aunque menor, sigue esa saga de fondo autobiográfico, que incide en el problema de la mala colonización francesa, que al rehuir el mestizaje (que se da en España y en Portugal) desdeña a unos nativos que pretende asimilar y al par infravalorar.”

Un libro que merece le pena leer porque plantea temas muy interesantes y actuales haciéndolo además con un buen estilo.

Adelá Taia, La vida lenta. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.



jueves, 3 de septiembre de 2020

Novela original




Esta novela está escrita por alguien que nació en Buenos Aires, se crio en Estocolmo y trabaja en la universidad de Columbia. De hecho, la historia se desarrolla en Estados Unidos en el siglo XIX, su protagonista es un emigrante sueco y está escrita en inglés.
Reproduzco el último párrafo de la magnífica y muy completa reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com porque creo que resume a la perfección las ideas que el libro transmite:

“Este un relato que trata sobre la soledad, la confianza en uno mismo y la desconfianza hacia los demás, el auto conocimiento y la superación, el aprendizaje necesario para sobrevivir, no únicamente respecto al mundo sino también respecto a uno mismo, a tolerar los defectos y conocer las virtudes, a mirar el mundo con generosidad y abierto a un aprendizaje vital sin el cual la travesía es incompleta y a aceptarse y encontrar aquello que desconocíamos que buscábamos: nosotros mismos. Porque en todo este trayecto, lo que queda a lo lejos, en el horizonte, es únicamente un mero objetivo que perseguimos mientras conseguimos lo verdaderamente importante: formarnos como personas mientras buscamos nuestro lugar en el mundo.”

Para ello, el autor  nos cuenta la historia de Häkan Söderström que emigra junto con su hermano Linus a Estados Unidos, pero que se equivoca de barco y termina en California cuando debería haber llegado a Nueva York donde supone que sí habrá llegado Linus. A partir de ahí todo su afán será desplazarse hacia el este para encontrarse con él. En ese desplazamiento le sucederán infinidad de cosas al toparse con todo tipo de personajes, muchos de los cuales no le facilitarán precisamente la vida. Entre ellos hay desde un científico que busca restos que le confirmen sus extravagantes teorías sobre el origen del hombre, hasta buscadores de oro o peculiares religiosos, pero sobre todos destaca la figura del protagonista principalmente a partir del momento en que tiene que arreglárselas totalmente solo en un ambiente hostil tanto por la gente como por la misma naturaleza. En este tramo de la narración la novela adquiere su mayor intensidad y están las mejores páginas de esta, por otra parte, espléndida novela.
El libro es pues una novela de aventuras que se desarrolla en los parajes del oeste del país aunque no se trata propiamente de un western, al menos tal y como se entiende este término habitualmente. Aventuras que están muy bien escogidas y muy bien narradas -quizá se sale un poco del ambiente general la mencionada  historia del científico-, de forma que mantiene siempre la atención del lector que está deseando saber por dónde seguirá su camino y hasta dónde podrá soportar los múltiples padecimientos a que se ve sometido a lo largo de una gran cantidad de años. Hay que aclarar que no se da información ni de los años en los que suceden los hechos, ni de los lugares concretos, ni del tiempo en el que transcurre.
Una historia así merecía tener un buen final y creo que Díaz lo ha bordado; es lo que un protagonista así demandaba.
Un libro muy recomendable porque, además, es raro encontrar en la literatura que se hace actualmente un texto de estas características no tanto por los temas de fondo que trata, bastante literarios, sino por el lugar y la época en los que sitúa la acción.
Para una información más completa remito a la reseña mencionada al principio.


Hernán Díaz, A lo lejos. Traducción Jon Bilbao.

martes, 1 de septiembre de 2020

Protagonista único: el libro.



Un buen ejemplo de cómo bastan 137 páginas, en pequeño formato y con no demasiado texto al incluir bastantes fotografías y dibujos, para crear en el lector una buena serie de sensaciones y emociones. Eso sí, este tiene que ser alguien para quien los libros sean una parte importante de su vida. Digo los libros y no la lectura porque desde que existe el libro digital se puede dejar de establecer la relación con los libros de la que habla Marchamalo.
El librito se divide en cinco capítulos cuyo enunciado deja ya muy claro el contenido. Son: Vivir con libros, El orden y el concierto, Cómo deshacerse de 500 libros, Un libro cada treinta segundos y Libros esguardamillados.
En definitiva, cuántos libros tener, cómo ordenarlos, de cuáles deshacernos, cómo tratarlos, etc. Además, el autor cuenta un montón de anécdotas y nos muestra las bibliotecas de algunos escritores (impresionante, por cierto, la foto de la de Cabrera Infante).
Algunas frases del libro son una buena  muestra de lo que se puede encontrar en él.

Sobre el significado y el valor de los libros:

“Los libros delimitan nuestro mundo, señalan las fronteras difusas, intangibles, del territorio que habitamos. Hablan no solo de los lectores que somos y de los que fuimos en su momento, sino de los lectores que quisimos ser, y en los que finalmente no nos convertimos.” (p. 26)
(Me parece especialmente interesante y llamativa esa idea de lectores que “quisimos ser”)

“Octavio Paz nunca consiguió sobreponerse al incendio de sus libros. Porque con los libros se quemaron las historias, los personajes, los lugares. Con los libros ardieron las dedicatorias, las anotaciones en los márgenes, las erratas corregidas a mano. Con los libros ardieron las tardes luminosas en las que los había leído, el olor del papel, el orden de las estanterías, el tacto de los amigos a los que se los había prestado.” (p. 133)

“Una verdad indiscutible es que los libros, en general, otorgan cierta autoridad cultural, dotan de prestigio a sus poseedores y son un signo de aspiración intelectual.” (p. 70)

“También los libros aportan soluciones decorativas, dan tono a una casa y abrigan en invierno, por supuesto.” (p. 71)

Sobre la cantidad de libros:

“Umberto Eco cuenta que una periodista visitó su casa y le preguntó respecto a la cantidad de libros que tenía, ya saben: “¿Los ha leído usted todos?”. A lo que Eco respondió que por supuesto que no, que cualquier lector mínimamente entrenado sabe que hay libros que hay que leer y libros que hay que tener.” (p. 89-91)

“O eres un tipo famoso (…), o quitarse los libros de encima puede llegar a convertirse en una auténtica pesadilla.” (p. 81)

“(…) el poeta Francisco Pino los tiraba directamente a la basura.” (p. 85)

Lo que se dice en estas dos últimas frases lo he tenido que padecer y practicar este mismo año al no ser, obviamente, un “tipo famoso”. Ninguna institución aceptaba la donación de unas buenas colecciones de libros de Historia de España, Relaciones Internacionales, Antropología, Filosofía o Sociología. “No tenemos capacidad para almacenarlos,” me decían. Al final, algunos exalumnos y excompañeros de trabajo se llevaron unos trescientos más o menos, una librería de libros de segunda mano se llevó el volumen fundamental ¡sin cobrarme nada por ello! y, finalmente, otro grupo terminó como los del poeta Francisco Rico, sí, ¡en la basura!
De esos temas apenas me quedé con algunos ejemplares bien por lo que hubieron podido significar o bien porque forman parte de “los que hay que tener”.
En cualquier caso, es una experiencia que no le deseo a nadie. Lo pasé fatal. Ha sido como desprenderse de trozos de vida, deshacerse de vivencias que fueron  en su día muy fuertes. Una pena, pero algo que estoy seguro que le pasa a bastante gente ya que la acumulación de libros llega un momento que resulta también algo agobiante y es inevitable la eliminación. (No en balde hay un capítulo en este librito sobre el particular).
Pero volviendo al texto de Marchamala, me ha gustado mucho lo que escribe sobre libros abandonados o malditos -aunque no coincida con él en mis preferencias-, o sobre libros dedicados –aunque, si no recuerdo mal, solo tengo uno dedicado por Martín Caparrós porque siempre me ha dado apuro acudir a los escritores para obtener esa firma.
Claro, hablar de libros es también hablar de lectura y nada mejor para cerrar el comentario de este estupendo librito que la siguiente cita:

“La maldición de los que no leen, dijo en una ocasión el raro, el despechugado de Houellebecq, es que deben conformarse con la vida.” (p. 33)

Recomiendo la lectura de este texto a todos aquellos que “posean” libros y disfruten viéndolos y tocándolos.
Hay una buena reseña en librosdecibola.wordpress.com.

Jesús Marchamalo, Tocar los libros.