Lleva Maalouf cuarenta años exiliado en Francia y en
los dos últimos libros está de alguna manera mostrándonos cierta añoranza de su
Levante natal. Si en Orígenes se producía una vuelta y una
verdadera investigación sobre la familia, aquí se trata de recuperar las
amistades de juventud abandonadas con el exilio. Tiene por lo tanto muchos
elementos autobiográficos y, sobre todo, deja constancia de la forma de pensar
del autor sobre temas tan queridos para él como son: la religión, los
conflictos en su país de origen, las relaciones entre Occidente y Oriente, la
búsqueda de la identidad, la importancia del amor y la amistad, el compromiso,…
A partir de la anunciada enfermedad de un amigo del
que se separó totalmente, Adam, el protagonista, profesor de historia en París,
vuelve y comienza el intento de recuperar a los viejos amigos. Dos emigrados,
uno en Estados Unidos (donde trabaja para una agencia oficial de inteligencia)
y otro, judío, en Brasil, un ingresado
en un convento cristiano y convertido en monje, un empresario de éxito, un
islamista radical que sustituye a su hermano también islamista muerto hace años
y, una mujer, Semiramis, que le sirve para meter de forma un tanto forzada la historia
quizá más floja de este espléndido libro.
Con estos personajes Maalouf va montando las
diferentes historias y mostrando su pensamiento sobre los temas a los que antes
hacía referencia.
De este escritor, que ya ha aparecido en la sección
del blog de mis autores favoritos, me gusta casi todo pero especialmente tres cosas:
el interés que siempre tienen los temas que aborda, la gran capacidad para
contar las historias y el cariño con el que trata a sus personajes que, además,
no suelen ser blanco o negro sino más bien de la escala del gris.
Seguramente no se trata del mejor libro de Maalouf,
pero sí que es uno de los que más me ha llegado quizá por coincidir en algunas
cosas con el protagonista.
Un par de ejemplos sobre las opiniones del
protagonista:
“No dejan de repetirme que nuestro Levante es así,
que no cambiará, que siempre habrá facciones, favores bajo cuerda, dinero
negro, un nepotismo obsceno, y que no tenemos más elección que apechar con
ello. Y como me niego a hacerlo, me tildan de orgulloso e incluso de
intolerante. ¿Es acaso orgullo querer que el país de uno llegue a ser menos
arcaico, menos corrupto y menos violento? (p.69)
“En el alegato que me cuentas, tu padre puso el dedo
en una verdad capital: nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, Occidente se
enteró del horror de los campos, del horror del antisemitismo; mientras que, a
ojos de los árabes, los judíos no se presentan en modo alguno como civiles
desarmados, humillados, en los huesos, sino como un ejército invasor, bien
equipado, bien organizado, terriblemente eficaz.” (p.299)
Un libro muy recomendable que se lee con gusto, es
muy entretenido y está muy bien escrito.
Amin Maalouf, Los
desorientados
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