Conozco al autor por sus críticas literarias en elcultural.com.
En varias ocasiones las he enlazado en alguno de los comentarios de libros que
hago en el blog. Más allá de que esté o no de acuerdo con lo que dice, e
incluso que sus gustos literarios, siempre me parece interesante su opinión.
En este libro Nadal habla de su ciudad, de Palma. Se
da la coincidencia de que llevo viviendo en la misma ciudad desde 1984, lo que
significa que dentro de poco habré pasado en ella la mitad de mi vida. Sin
embargo, es una ciudad que apenas conozco, que no he tenido especial interés en
conocer y, apurando un poco, puedo llegar a decir que no me gusta
especialmente. En esto puede que tengan que ver dos cosas muy diferentes. Por
un lado, creo que la ciudad se empieza a disfrutar, y me atrevería a decir que
a amar, en la infancia y juventud que es cuando más se patean sus calles y
cuando menos se fija uno en sus defectos; como se deduce de lo dicho antes esa
época yo no la pasé en Palma. Por otro lado, creo que si reproduzco un
fragmento del libro puede hallarse otro factor para mi desapego:
“Más allá de las fronteras de un
centro acaparador, nos espera la catástrofe urbana de los barrios y edificios
que hemos levantado las generaciones que la habitamos, una fealdad democrática
cuya cronología arranca en el boom de los sesenta y setenta, la juventud de mis
padres, esos años imposibles gestionados con urgencia sin imaginación que
legaron como único patrimonio calles sin ningún lugar, fachadas de alturas
arrítmicas, una prematura artritis estructural.” (p. 33)
Pues bien, a pesar de lo dicho hasta ahora me ha
encantado la lectura de este libro dedicado a Palma. Tengo que reconocer que no
siempre he logrado captar la idea que quiere transmitir Nadal, que se me ha
escapado el sentido de algunas de sus afirmaciones y que, obviamente, no he
vivido las mismas experiencias, sin embargo, su escritura me ha atrapado y me
ha ido llevando por los distintos territorios físicos y mentales por los que
discurre el libro, un libro, por cierto, difícil de clasificar (claro que ni
falta que hace).
Vuelvo a las palabras de Nadal ahora en su
entrevista con Laeticia Rovecchio en pliegosuelto.com:
“De modo que Temporada Alta se plantea como todo lo contrario: no hay espacio prescindible,
no hay vecino que no cuente, no hay un mapa definitivo… Esa misma lógica indica
que no puedes agotar Palma (o Barcelona), no puedes reducirla a una guía. Yo
trato de provocar esta sensación mediante estrategias estructurales y
estilísticas, cambios bruscos en el punto de vista, en la escala de lo narrado,
en la adscripción genérica (literaria o personal), etc.”
Estos cambios me parecen uno de los
grandes aciertos del libro. Así, puede dedicar 4 ó 5 páginas a relatar un
chiste que le contó un profesor en su día; montar un capítulo como el 6 con unas
historias que podrían formar parte de una serie de televisión como Black Mirror; hablar de Can Vinagre, uno
de los pocos bares que quedan de una época, del que incluso se permite poner la
fotografía de su camarero más emblemático (por cierto, no hace ni una semana
que me tomé un cortado servido por él); o, finalmente para no resultar pesado,
explicar en detalle el Being landscape
que hizo el fotógrafo Joan Massanet que consistió en poner anuncios buscando
fotografías hechas por turistas en las que él apareciese como fondo.
No obstante, la protagonista siempre es
Palma aunque en los ejemplos vistos no lo parezca, pues como dice Gonzalo Torné
en su reseña en elcultural.com:
“Temporada alta invita a
decir unas cuantas cosas más pero no quiero dejarme la más importante: Nadal
Suau se toma completamente en serio que el ensayo es una forma abierta,
tan susceptible a la inventiva en todas sus dimensiones (estructura, estilo,
personajes, tono) como una novela. Y si pese a los numerosísimos desvíos,
audacias y volteretas a los que se entrega la argumentación, el lector tiene la
sensación de que raras veces pierde el hilo es porque dicho argumentario está tensado
por una fuerza muy rigurosa: la de una imaginación resuelta a pensarlo casi
todo por sí misma.” (destacado en el original)
Me está quedando un comentario muy
lleno de citas, y aún me quedan dos. La primera me viene al pelo:
“¿cuándo es la cita honradez, cuándo
prótesis? ¿cuándo revela imaginación y cuándo pereza?” (p.30)
No sé cuál adjudicarme. Podría estar entre la
inseguridad, el respeto a quienes saben decir mejor que yo lo que pìenso, y
hasta algo de pereza. No importa, lo que sí importa es que el que lea el
comentario obtenga algo de información sobre lo que se va a encontrar en el
libro y, si es posible, la huella que ha dejado en el comentarista. En este
sentido tengo que reiterar que el libro me parece interesante, muy bien escrito
y con algunas ideas que van más allá de lo local. Un ejemplo sería el siguiente
fragmento:
“Nos creemos protagonistas y solo
somos mercancía: puede que el producto más mainstream
del momento sea un señor disparando tuits como eccemas de proboscídeo desde su
casa, convencido de que él es la cólera de Dios cuando la puesta en escena de
su resentimiento sin efectos perdurables no es más que una gotita ínfima del
lubricante en los pistones de una corporación mastodóntica. ¡Buen trabajo,
muchacho! (p. 69)
La verdad es que duele verse retratado
de una forma tan precisa quitando quizá lo de dios pues soy un ateo y
anticlerical convencido.
Algo que he echado en falta es que Nadal no haya
utilizado más el sentido del humor que demuestra tener sobre todo cuando relata
temas más personales.
Y volviendo sobre las citas, hace unos años autoedité
para regalar a los amigos un libro en el que recogía las citas que había ido recopilando
a lo largo de más de cuarenta años de lecturas. De nuevo la duda. ¿prótesis?.
¿pereza?, ¿honradez? … creo que en este caso, sobre todo, admiración.
Nadal Suau, Temporada
alta.