Se recogen en este libro doce relatos o cuentos
(nunca sé hacer esta distinción) que deben de ser buenos ejemplos de la
literatura de la autora tanto en los temas como en el estilo.
Hay misterio, desapariciones, asesinatos,
autoinmolaciones, fenómenos extraños sin explicar, etc. Todos contados con un
gran sentido del ritmo y del suspense. El lector avanza en la lectura sin tener
ni idea de lo que se puede encontrar, pero con la tensión de que quiere
saberlo. Solo con esto ya basta para darse cuenta de lo bien que lo hace
Enríquez. Además, cuida mucho el lenguaje, un lenguaje en el que de vez en
cuando aparecen construcciones y expresiones muy típicas de su país.
Por otra parte, aun tratándose de ese género, no evita alusiones a la situación política y social de su país. Reproduzco dos fragmentos que son buen ejemplo de ello:
“La ciudad no tenía grandes asesinos, si se exceptuaban los dictadores, no incluidos en el tour por corrección política”, (p. 87)
“Porque eso hacían los policías del sur, mucho más que proteger a las personas: matar adolescentes, a veces por brutalidad, otras porque los chicos se negaban a “trabajar” para ellos – a robar para ellos o a vender droga que la policía incautaba-. O por traicionarlos. Había mucho y muy ruines motivos para matar a adolescentes pobres”. (p. 157)
Este segundo fragmento me impactó cuando lo leí.
Corresponde a un relato titulado Bajo el
agua negra, para mí uno de los mejores y más comprometidos del libro, En él
critica la situación social de zonas del sur de Buenos Aires capital, en
concreto de los aledaños del riachuelo. Cuenta el asesinato por parte de la
policía de dos jóvenes. Pues bien, en uno de mis viajes a Argentina asistí
durante un día a una concentración bajo el puente de Avellaneda -esa gran población
del sur cercana a la capital-, precisamente en protesta por la muerte de dos
jóvenes a manos de la policía. Y no era la primera vez que pasaba.
Hay también alusiones al presidente Menem y la época
en la que se estableció que un peso valía lo mismo que un dólar, al aborto de
chicas jóvenes o al maltrato de las mujeres.
En definitiva, no porque se trate de fenómenos
fantásticos o de terror deja de estar presente una realidad tan dura como es a
veces la de su país.
Además del relato mencionado, me han gustado
especialmente otros dos: Pablito clavó un
clavito. Una evocación del Petiso Orejudo y el que cierra el libro y le da
título que es realmente impactante.
Me hubiera
gustado que cada relato tuviera su fecha de publicación o de cuando fue
escrito. Es algo que veo en otras colecciones y suele ser interesante.
En cualquier caso un libro recomendable que, además,
me abre el camino para leer alguno más de la autora.
Hay una buena reseña de Francesc Born en el blog
mencionado antes.
Mariana Enríquez, Las cosas que perdimos en el fuego.