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martes, 28 de mayo de 2024

Algo más que memorias



Talese ha aparecido ya bastantes veces en el blog y siempre con comentarios elogiosos. Es un gran periodista y alguien capaz de encontrar los recovecos ocultos de lugares y personajes.

Este libro de recuerdos está dividido en tres partes muy diferentes en contenido y, al menos para mi gusto, en interés. En la primera, Una historia de Wall Street, la más interesante, nos relata sus primeros pasos en el periodismo allá por los años cincuenta y parte de los sesenta. La segunda, A la sombra de Sinatra, la más extensa, la dedica a contar los intentos de lograr una entrevista con el cantante y actor. Son más de 130 páginas que resultan un tanto reiterativas y prolijas aunque tienen, lógicamente, algunos momentos interesantes y curiosos. En la tercera, El brownstone del doctor Bartha, cuenta una historia realmente peculiar. Ese doctor, dueño de un brownstone en un buen barrio de Nueva York, terminó incenciándolo con él dentro. Talese nos cuenta los distintos avatares de su vida con bastante detalle.

Como se puede apreciar son tres temas muy diferentes, pero que tienen en común la participación de Talese en ellos, bien como protagonista, bien como reportero.

Al margen del interés que puedan suscitar en cada lector, lo que sí queda claro es que Talese no ha perdido su capacidad narrativa y la fluidez en el relato. El libro se lee, como es habitual con los textos del autor, con enorme facilidad y disfrutando de una prosa rica en matices y siempre muy precisa. Es una pena, en mi opinión, que sea tan extenso en algunos aspectos porque, como decía antes, lo hace un tanto pesado, pero en cualquier caso es un libro que en su conjunto merece la pena leer.

Desde otro punto de vista me ha sorprendido el número de erratas tratándose de una editorial como Alfaguara. Así, por ejemplo, en la página 58 se habla de la firma del presidente Johnson en 1945, o en la 309 se dice que “muchas de ellas fueron levantadas en Nueva York entre finales de los años ochenta del siglo pasado y principios del siglo XIX, período que se considera “la edad dorada de la construcción de casas””. Hay al menos otras cinco.

 

Gay Talese, Bartleby y yo. Retratos de Nueva York. Traducción Antonio Lozano.

 

lunes, 15 de agosto de 2022

Algo más que memorias

Con este autor me está sucediendo lo mismo que me pasó hace unos años con  John Fante, otro gran autor norteamericano, y es que en muy poco tiempo estoy leyendo todo lo que se ha traducido de él. Como me pasa con otros autores, esta lectura la hago de forma totalmente desordenada y así el que hoy comento es el último libro de memorias que ha escrito hasta ahora y, sin embargo, es el primero que leo, si bien es verdad que es también el primero que se ha traducido. Eso sí, ya tengo encargado el primero que dedicó a este tema.

En este libro combina muy bien la autobiografía con la biografía de su padre tanto en lo personal como, sobre todo, en su faceta de escritor. Un padre muy peculiar con el que tenía una relación complicada; algunos ejemplos: “Papá nunca hizo que nos sintiéramos bienvenidos y le traía sin cuidado la presencia de nietos”. (p. 36) “Papá tenía poco tacto y ningún sentido de la diplomacia, pero era capaz de entablar conversación con cualquiera”. (p.40) “Ningún miembro de su familia asistió al oficio”. (p 40) (Se refiere al que se hizo en la funeraria tras su muerte). “Partir maderos era la única actividad que puedo atestiguar que mi padre realizara al aire libre…”. (p. 80) “Años más tarde papá recordó con cariño que Billy, el defensor fue la última película que vimos juntos. No tuve ánimos para decirle que fue la única”. (p. 85) “El problema surgía cuando alguien no compartía la fascinación de papá consigo mismo. La única percepción correcta de cualquier situación era la suya”. (p 112)

Y así podría seguir reproduciendo frases en la misma línea. Pero ese padre, a los treinta y seis años hizo algo poco habitual como fue dejar un buen y productivo trabajo para encerrarse a escribir libros de ciencia ficción por un lado y, sobre todo, de pornografía. Escribirlos y lograr publicarlos hasta llegar incluso, después de muchos años, a escribir de forma personalizada según el gusto y las necesidades del cliente.

Offutt nos cuenta esta faceta de su padre a partir sobre todo de la mitad del libro. El padre muere en 2013 y deja en herencia a Chris: un escritorio, un rifle y ochocientos kilos de porno. A partir de ese momento nuestro autor se pone la tarea de revisar y ordenar todo ese material, labor en la que va descubriendo aspectos inéditos de su padre que ahora no descubriré.

Esa muerte pone al descubierto, si es que se puede decir así, la existencia de la madre, alguien que estuvo toda su vida detrás y al lado de su marido, de hecho era quien pasaba a máquina los manuscritos. Dice Offutt “Jamás los oí discutir, ni siquiera discrepar”. (p.88) Eso sí, tras su muerte apareció una nueva persona.

A Chris la lectura del material heredado le mostró cómo era realmente su padre porque además de los libros, tanto escritos por él como los que acumuló de otros, había miles y miles de cartas que se cruzó con otros escritores y con clientes. A partir de este material nos pone en contacto con una realidad que incluso él desconocía.

El libro es una especia de tributo, pues como él mismo afirma: “No echo de menos a mi padre, pero sin el forcejeo con sus grilletes el mundo es aterrador e inmenso. He perdido una especie de propósito, una razón para demostrar quién soy”. (p. 182)

Offutt no solo escribe muy bien, sino que es capaz de transmitir sus sentimientos y sensaciones con decisión y claridad. Como dice Michael Chabon en el fragmento que la editorial reproduce en la contraportada: “Capaz de transmitir la realidad más dura sin inmutarse, la prosa de Chris Offutt es una de las mejores de la actualidad…”. Poco más puedo añadir. Solo recomendar la lectura de cualquiera de los libros del autor. Yo tengo la suerte de que aún me quedan tres por conocer.

 

Chris Offutt, Mi padre el pornógrafo. Traducción Ce Santiago.

 

 

sábado, 7 de agosto de 2021

Gran descubrimiento danés

Creo, y espero, que me va a pasar con esta escritora lo mismo que me sucedió con otro escritor nórdico, Per Olov Enquist. De este leí primero sus memorias que me causaron tanta impresión que luego fui leyendo todo lo que se publicaba. En el caso de Ditlevsen, las memorias muestran también a un personaje tan interesante como el de Enquist y, desde luego habrá que estar atento a la casi segura publicación de alguna de sus novelas.

En esta edición se publican conjuntamente los tres libros que la autora dedicó a contar una parte importante de su vida. Los dos primeros, Infancia y Juventud, se publicaron por separado en 1967, y el tercero, Dependencia, en 1971. Por lo tanto fueron escritos cuando tenía ya cincuenta años (había nacido en 1917). El título ya indica con bastante claridad de qué tratan los primeros; la dependencia que anuncia el tercero se refiere a las drogas o, más exactamente, a medicamentos de los que se convirtió en adicta (por cierto, gracias a las recetas de su tercer marido que era médico).

Dice Elvira Lindo en su reseña endivagancias.com:

“(…) hipnotizada desde las primeras páginas por una prosa entre descarnada e irónica, sintética, bella en su falta de retórica (…) Tras la lectura de estas memorias hipnóticas, a veces macabras, irónicas, dolorosamente verdaderas, se queda una durante días atrapada en el universo Ditlevsen”. 

Me parece difícil resumir en menos palabras lo que se siente con la lectura de este libro. Un libro que se convierte en adictivo casi desde las primeras líneas gracias a una escritura que dice todo lo que tiene que decir con esa prosa directa y esa sinceridad que no repara ni tan siquiera en reflejar como positivo un intento de abuso sexual cuando era muy joven porque era una forma de ver que interesaba a los hombres.

Sobre el contenido concreto y mucha información sobre lo que se cuenta en el libro remito a la completísima y magnífica reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.

A mí me gustaría solo comentar algunas cosas tanto de la forma como del fondo. Sobre lo primero, además de lo ya destacado, me ha parecido realmente buena la manera de introducir los diálogos en el texto que hacen que este fluya con gran agilidad. Sobre el fondo me han parecido interesantes, más allá de los avatares de una vida muy complicada tanto material como psicológicamente, algunos apuntes sobre la sociedad danesa de la época, años 20 a 40 fundamentalmente, como la precocidad de las mujeres en tener hijos (la mayoría antes del matrimonio); los abusos de las empresas evitando contratar a trabajadores sindicados; o la escasa preocupación por la invasión nazi en los ambientes en los que se movía (con excepción de su segundo marido que sí se planteó entrar en la resistencia).

Por otra parte, no deja de resultar sorprendente que alguien con una vida como la que se refleja en el libro tuviera el tiempo y el ánimo para escribir. Y, además, para hacerlo tan bien como para que le publicasen tanto sus poemas como sus obras en prosa. Una escritora, por cierto, que no tuvo acceso a la enseñanza secundaria por falta de medios.

En fin, estamos ante un magnífico libro, desde luego uno de los mejores que he leído este año. Ahora solo queda esperar que alguna editorial se anime con alguno de sus otros escritos. 

 

Tove Ditlevsen, Trilogía de Copenhague. Traducción Blanca Ortiz Ostalé.

 


 

martes, 15 de noviembre de 2016

Recuerdos de un gran escritor





“Todas éstas son historias verdaderas contadas de memoria, por lo que tenéis derecho a preguntaros qué es la verdad y qué los recuerdos en un escritor de ficción que se encuentra en lo que delicadamente podríamos llamar el crepúsculo de su vida. Para un abogado, la verdad son los hechos sin adornos. Para el escritor de ficción, los hechos son la materia prima; no su guía, sino su instrumento, y su labor consiste en arrancarle música. La auténtica verdad no reside en los hechos –si es que reside en algún sitio-, sino en los matices.” (p. 16)

Este fragmento de la introducción nos sitúa muy bien en lo que consiste el libro: un conjunto de recuerdos del autor que tienen que ver principalmente con la preparación de sus diferentes novelas. Vemos así a Le Carré  viajando a Moscú, Berlín, Panamá, el Congo o Beirut entre otros lugares para documentarse, pero también nos enteramos de que escribió sobre Hong-Kong utilizando una guía de viajes. También conoceremos personajes reales que luego se convertirán en protagonistas o secundarios en alguna de sus novelas.
Estamos ante  un gran contador de historias y lo demuestra con creces en capítulos como el dedicado a  su entrevista con Arafat o a la que tuvo con Sajárov. También se puede apreciar su gran sentido del humor, del que hace gala especialmente en el capítulo dedicado al rodaje de El espía que surgió del frío sobre todo por lo que cuenta de Martin Ritt y especialmente de Richard Burton.
El autor ejerció de espía tal y como cuenta al principio del libro lo que de alguna manera le marcó para siempre, pues como él mismo afirma:

“Cuando ya no pude negar la realidad, seguí insistiendo en que yo no era un espía que se hubiera vuelto escritor, sino un escritor que casualmente había sido espía.  Pero el mensaje que me llegó como respuesta fue más o menos el siguiente: olvídalo. El que ha sido espía una vez lo sigue siendo toda su vida, y si no te crees tus historias, hay otra gente que se las cree, así que ve acostumbrándote a que sea así.” (p. 250)

Casi al final dedica un largo capítulo, el más largo del libro, a la figura de Ronnie, su padre, alguien realmente peculiar y que necesariamente tuvo que marcar la vida de David (el verdadero nombre del autor), como también tuvo que hacerlo una madre que desapareció cuando él tenía seis años para no volver a aparecer hasta que cumplió los veintiuno.
Un libro muy entretenido, variado e interesante sobre todo para quienes sean seguidores de este gran escritor como es mi caso (es uno de los que tiene una entrada en el blog en la serie de “mis autores favoritos”).




John Le Carré, Volar en círculos. Historias de mi vida

lunes, 10 de octubre de 2016

Algo más que unas memorias




Hace unos días charlando con un amigo me recomendó el libro porque los lugares y el tiempo en los que transcurría me resultarían familiares y, también ,claro, porque se trataba de un buen libro. No sabía hasta qué punto me iba a gustar.
Dice el autor:

“Esto no es un texto periodístico sobre mi historia familiar. Hay hechos probados, fechas contrastadas, documentos consultados, testimonios de primos, tías y hermanas, lecturas varias, y seguramente errores, omisiones y erratas, pero lo que sostiene la trama, por decirlo de alguna manera, lo que bulle entre líneas, es mi percepción de esos hechos, cómo me afectaron y me sigue afectando.” (p. 238)

Aquí está una de las claves de este libro, en su carácter personal, en que todo lo que se narra, y son muchos acontecimientos tanto históricos como familiares, parten y terminan en Ramón Lobo y en su vivencia. De hecho parece una continuación de alguna de las terapias psicoanalíticas que se mencionan en el texto.
Libro tremendamente personal, pero en el que hay muchísimas páginas dedicadas a la guerra civil ya que afectó de diferentes formas a la parte española de su familia y particularmente a su padre y a su abuelo. Un brazo de su familia con el que es especialmente duro; primero y principalmente con su padre, pero también con su abuela Pilar o su tía Josefina. Así, dice:

¿Qué sucedió en mi familia para que tras dos o más generaciones de profesionales brillantes, socialmente comprometidos, y republicanos, surgiera una recua de falangistas intransigentes y católicos radicales más o menos fracasados? ¿Cómo es posible que de personas tan ilustradas surgiera tanto botarate? (p. 53)

O también esta tremenda comparación para referirse a su padre:

“Logré distinguir detrás del cristal un brazo que se movía mecánicamente, como si fuera el de un autómata. Aún no sabía nada sobre su dueño, el represor en jefe que tenía a uno de sus representantes delegados en mi casa disfrazado de padre.” (p. 101) (Se refiere a Franco en el coche)

También hay en el libro interesantes reflexiones sobre la labor del periodista y en varios momentos establece Lobo paralelismos entre esa guerra civil y la que se produjo en Bosnia donde estuvo como corresponsal.

Dentro de la seriedad propia de un texto de estas características, no le faltan al autor sentido del humor y de la ironía. Algunos ejemplos:

“Me siento bien al reconocer espacios de tolerancia más allá de mis ideas, saber ver más allá de los clichés, las religiones y las razas. Es una actitud en la que trabajo con ahínco, en la que me esfuerzo, no siempre con buenos resultados: es oír hablar a Esperanza Aguirre y se me desmorona la flema.” (p. 224)

“Tuve mala suerte: me eduqué al sur de la inteligencia.” (p. 29)

Hay otras afirmaciones en las que me encuentro perfectamente retratado y que comparto en su totalidad:

 “Incluso hoy me cuesta escribir con naturalidad la palabra “España”; es como si no me perteneciera.” (p. 54)
 “Me gustan los escritores judíos europeo, y aún más si son laicos; sigo impactado por el Holocausto…” (p. 96)
“Me gustan las películas de guerra aunque deteste la guerra.” (p. 147)

Historia familiar, historia de España, memorias, reflexiones, tomas de posición, confesiones de temas casi inconfesables, recuerdos de la educación en colegios católicos,… Todo eso es este libro y mucho más, porque hay emoción (aunque Lobo pretenda contar las cosas con cierta frialdad), ironía, gracia: “Fuimos los primeros en darnos cuenta de que Bono no era de izquierdas.” p.290 (en referencia a cuando intentaron expulsarlo del PSP por el secretismo de las negociaciones con el PSOE) y siempre poniendo el alma en lo que cuenta.
A mí personalmente me ha impresionado la coincidencia en algunas cosas que cuenta de su estancia en el colegio Chamberí  de los hermanos maristas, porque yo estaba en ese centro en los mismos años y, sobre todo, porque tuve problemas parecidos con el mismo profesor. Obviamente es una anécdota personal, pero reconozco que nunca había visto aspectos de mi vida reflejados en un libro como en esas páginas de este.
Finalmente, Lobo demuestra su condición de gran periodista y cuenta todo con una enorme claridad y agilidad. Incluso yo, con las dificultades que tengo a veces para recordar los nombres, he sido capaz de no perderme demasiado en la multitud de parientes que aparecen sobre todo al principio del libro.
Para terminar quisiera dejar constancia de algunas frases que me han gustado y que retratan muy bien a Ramón Lobo:


“De los Balcanes me queda la alergia a cualquier nacionalismo.” (p. 306)

“Soy un turista de la desgracia ajena con derecho de retorno a la civilización.” (p. 313)

“Vamos a las guerras (…) para obtener el reconocimiento que nos negaron de niños.” (p. 19)

“Vivimos en un mudo indecente liderado por indecentes.” (p. 216)

Absolutamente recomendable aunque creo que es un libro muy generacional. Por cierto, de Lobo he leído este año su Conversación con Juan Carlos Monedero y hace años, El héroe inexistente.
Hay una buena entrevista de Alberto Ojeda en elcultural.com y una útil reseña en europapress.es.



Ramón Lobo, Todos náufragos

miércoles, 6 de julio de 2016

El primer testimonio de un tema inagotable




A lo largo de las 400 páginas de densa tipografía que componen el libro, la autora, una joven polaca detenida en 1942 por colaborar con la resistencia y que pasó tres años en el campo de concentración, va relatando la vida de las prisioneras, centrándose en la dureza tanto del trabajo como, sobre todo, en la gran cantidad de enfermedades epidémicas que había.
Apenas ofrece información sobre su persona y tampoco es habitual que aparezcan en el texto los nombres de otras prisioneras; no sucede los mismo con los de aquellos que tenían algún tipo de cargo ya fuesen prisioneros también o miembros de las SS.
El relato, como todos los que han tratado este tema, resulta bastante duro de leer en muchos momentos incluso para quien, como es mi caso, está acostumbrado a los horrores de esa época. Szmaglewska había publicado ya relatos antes de ser detenida y eso se nota en su escritura que no es la habitual en este tipo de textos. Está muy cuidada y por momentos adquiere un carácter muy literario.
Algunas cosas que me han llamado especialmente la atención: el hecho de que cuando se producían los despiojamientos –algo en principio positivo-, la mayoría perdían las pocas pertenencias que tenían; la interesante diferencia que establece entre organizar y robar o la escasa aparición de los crematorios pues hasta el capítulo 14 (página 301), que se lo dedica íntegramente, solo hay alusiones del tipo:

“Los largos días de verano pasan uno detrás de otro. Cada vez llegan nuevos transportes que, como generaciones que hubiesen cubierto su ciclo vital, van hacia el crematorio. Todo cambia sin cesar. El ritmo vibrante del exterminio acaba con todo aquello que el instinto humano de supervivencia había construido previamente.” (p.249)

Hay que advertir que la autora estuvo presa en la zona del campo donde se encontraban mayoritariamente alemanas y polacas, y menos de otras nacionalidades, pero no las prisioneras judías.
Aunque no son muy habituales, también hay algunas reflexiones de carácter más general como:

“Si alguien quisiera medir el comportamiento de los prisioneros en este período con parámetros y patrones de tipo político, si sacara conclusiones e hipótesis de carácter nacionalista, se equivocaría.
La muerte y la depravación generada por la guerra hacen desaparecer las fronteras “raciales” y nacionales. Entre la gente surgen divisiones de naturaleza muy distinta.” (. 307)

“Birkenau se ha convertido en una selva en la que resulta fácil perder el rumbo. Nadie es capaz de predecir cómo se comportará hoy ante un acontecimiento y cómo lo hará mañana. Tampoco puede decir nadie cómo reaccionará su vecino de la izquierda, y cómo el de la derecha, independientemente de su nacionalidad y raza. Aquí caen los caparazones de los principios, los moldes de las buenas conductas que a veces en una vida normal pueden ayudar a un hombre, a un don nadie, a atravesar muchas situaciones de manera ejemplar sin que se dé cuenta de que es un cero a la izquierda.” (p. 309)

En general, se trata de un libro interesante aunque quizá demasiado extenso ya que se repiten muchas veces las mismas escenas sobre todo cuando describe las diferentes epidemias que tuvieron que soportar. Seguramente se debe a que lo finalizó el 18 de julio de 1945 lo que indica que debió ser escrito, al menos en parte, mientras estaba en el campo y sucedían los hechos que relata.
Para quien no haya leído nada sobre el tema no es la mejor forma de introducirse en él; para quien sí lo haya hecho puede encontrar aspectos menos tratados en otros libros. En todo caso hay que insistir en que está especialmente  bien escrito.
Buena reseña de Cecilia Dreymüller  en elpais.com



Seweryna Szmaglewska, Una mujer en Birkenau

martes, 22 de septiembre de 2015

Testimonio y testamento


 
 
El autor está entre mis escritores favoritos y como tal hay una entrada en el blog sobre su obra que, por otra parte, he leído casi en su totalidad. Sin embargo, desconocía la existencia de su enfermedad. Cuando compré este libro ni siquiera leí la contraportada, no me hacía falta saber de qué trataba. Por eso, cuando empecé su lectura, me llevé la desagradable sorpresa del cáncer de pulmón con metástasis en las cervicales que padece Mankell.
Si dijese que este libro trata de eso no mentiría, pero solo reflejaría una parte del contenido de este extraño y magnífico texto. La enfermedad como telón de fondo, como leit motiv, le da pie al autor para hablar de muchas cosas y para remitirse a algunos recuerdos de la infancia y de sus estancias en Mozambique.
La preocupación por el enterramiento de los residuos nucleares, dada su gran duración,  está detrás de todo lo que cuenta en la primera parte de las tres en que se divide el libro; su original visión de los aspectos positivos del gas mostaza para el tratamiento del cáncer; la necesidad de la esperanza y la inevitabilidad del olvido; el papel de la mujer; los celos; la técnica empleada en las pinturas rupestres; los estudios sobre las glaciaciones; la historia real que está detrás del cuadro  La balsa de la Medusa de Gericault; su preocupación por la extinción de especies animales; etc. Como se ve, hay un poco de todo mezclando, además, reflexiones con historias reales o investigaciones científicas con historias personales.
Decía más arriba que se trata de un libro magnífico y lo  es aunque Mankell no habla de su obra escrita en ningún momento (de hecho solo aparece dos veces el nombre de Kurt Wallander y es porque buscaba localizaciones en Dinamarca para una novela de la serie), lo que como seguidor echo un poco en falta, solo habla y bastante de su obra como director, y en algún caso autor teatral, pero es que no es un libro de memorias y, mucho menos, una autobiografía. El texto está lleno de reflexiones interesantes, de algunas informaciones muy curiosas, pero por encima de todo se trata de un texto entrañable, de una especie de testamento vital que tiene momentos, como el de los niños de la calle en Maputo, que provocan que se forme un nudo en la garganta y que  haya que contenerse para no llorar.
Escrito con la conocida facilidad de Mankell no exenta de calidad, es un libro que he leído con el corazón en un puño en algunos instantes, prácticamente de un tirón y que, a pesar del drama de fondo, me ha dejado un buen sabor de boca final. Por supuesto creo que es un libro muy recomendable aunque no se conozca al autor y, lógicamente, ineludible para un seguidor de su obra.
Hay dos buenos y completos comentarios en El País y El Mundo.
 
Henning Mankell, Arenas movedizas

miércoles, 9 de julio de 2014

Unas memorias muy interesantes




 El autor fue uno de esos directores de cine de los que a finales de los sesenta y primeros setenta me perdía ninguna de sus películas; otra cosa es que las entendiera del todo.
Cuando me enteré de la existencia de estas memorias las adquirí con mucha ilusión, pues aunque ahora apenas recuerdo las historias de sus películas, sí tengo el recuerdo de las sensaciones que me producían. Además, ya es posible volver a ver en casa la filmografía de cualquier director, lo que haré desde luego con varias de Bergman.
Se trata de unas memorias muy selectivas en el sentido de que elige los momentos, periodos, obras de teatro, películas, mujeres,… que le apetece contar o recordar. También utiliza una técnica narrativa en la que mezcla bastante los diferentes momentos aunque, eso sí, sin que el lector se pierda.
Personaje curioso y apasionante. Con unos problemas físicos muy originales, una gran sinceridad al hablar sobre todo de sus (muchos) fracasos, una dilatadísima obra tanto teatral como cinematográfica  o amorosa (siete matrimonios aunque no todos salen en el libro).
Habla más de teatro que de cine lo que es una pena porque, obviamente, aquí no lo vimos y yo desconozco las obras de las  que habla así como los actores que menciona; no obstante, tiene el interés de saber qué tipo de problemas tenían algunos montajes y cómo podía ser la vida de un creador en la Suecia de los cincuenta y sesenta.
En definitiva, un libro con muchas vertientes, siempre jugoso e interesante y en el que se echa de menos que no haya escrito otras 300 páginas en las que hablase más de su familia (del padre sobre todo), de sus ideas políticas, de su experiencia religiosa y, claro, de sus películas.

 

Ingmar Bergman, Linterna mágica

miércoles, 21 de mayo de 2014

Apasionantes Memorias



“Uno sale enriquecido de su lectura y más esperanzado de lo que tiene derecho a estar (George Steiner). “Una obra de una solidez literaria arrebatadora. Un clásico que deja huella”. (Mauricio Bach, La Vanguardia). “Una experiencia imborrable”. (Juan Bonilla, El Mundo).
De este tenor son las opiniones que la editorial ha puesto en la faja del libro. Y tienen razón. No conocía ni a la autora ni al poeta con el que se casa y del que toma el apellido, Ósip Mandesltam, de hecho apenas conocía y solo de nombre a un poeta ruso: Pushkin. Este desconocimiento hace que el libro en muchos momentos me haya superado porque dedica gran cantidad de páginas a hablar de poetas y escritores en su relación con Ósip o a explicar diferentes aspectos de la obra de este. Sin embargo, es un texto que poco a poco se va adentrando en una época, en unos lugares, y en unos personajes que te llevan a vivir una experiencia histórica apasionante. Dice Joseph Brodsky en el Prólogo: “Sus memorias son algo más que el testimonio de su época; son una visión de la historia a la luz de la conciencia y la cultura.”
No es un libro, como yo creía, sobre los campos de concentración de Stalin; sí que  lo es sobre la experiencia de vivir bajo un régimen totalitario y las diversas formas de reaccionar ante él.
Dos breves ejemplos:
 
 “No valía la pena discutir y demostrar que un poema no leído en público ni publicado equivalía a un pensamiento y que a nadie se le podía deportar por ello”. (pág. 160)
“Danos al hombre, que la acusación ya la encontraremos”. (Fúrmanov citado en pág. 495)
 
He pasado muchas horas enfrascado en la lectura de las más de seiscientas páginas que componen el libro. En algún momento me ha costado por ese desconocimiento del que hablaba antes y también me he confundido más de una vez con las fechas. Es igual, no importa, porque se trata de verdadera literatura, de una escritura que fluye, que llega al corazón y a la cabeza, que hace sentir y compartir, que, como ha dicho Steiner, enriquece aunque, al menos en mi caso, no me haya hecho salir más esperanzado sino todo lo contrario.
Una obra absolutamente recomendable.
Por cierto, hay un índice onomástico de 23 páginas en las que la mayoría son escritores.
Dejo el enlace con un espléndido y muy completo comentario sobre el libro.
 
Nadiezhda Mandelstam, Contra toda esperanza

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Impresionantes memorias




Como sabe quien siga con cierta asiduidad este blog, soy un lector muy interesado por las experiencias de los que estuvieron en campos de concentración sea cual sea el tipo de campo.
En este caso se trata de cárceles y campos estalinistas de los que, como he dicho ya en varias ocasiones, hay pocos testimonios. Ahora bien, el libro es muchísimo más que eso. De hecho solo un parte del mismo se dedica a relatar sus estancias como prisionera o desterrada en los diferentes lugares. Lo más relevante, novedoso e interesante de este texto es el relato de su vida y, sobre todo, del proceso de detención de su marido, el conocido intelectual y dirigente de la revolución Nikolái Bujarin.
Impresiona la lectura de las páginas en las que se ve cómo funcionaban las cosas en esa época. La arbitrariedad, el sinsentido, el horror en suma que supuso el estalinismo. Éste es el gran valor del testimonio dado por Lárina que, por otra parte tiene a mi modo de ver dos aspectos criticables desde diferentes perspectivas. Por un lado, la dificultad en varias ocasiones  de seguir lo que cuenta ya que va hacia adelante y hacia atrás, y con nombres y organismos de difícil recuerdo. Por otro lado se trata, evidentemente, de una defensa cerrada de un personaje que, como explica muy bien Muñoz Molina en su espléndido prólogo, también tiene sus sombras.
En esta edición hay también una larga e interesantísima introducción del primer biógrafo de Bujarin, Stephen F. Cohen.
Un último comentario sobre el texto de la autora. Sorprende poderosamente que, escribiendo en los años setenta, esto es, cuarenta años después de sucedidos los hechos, pueda acordarse de algunos detalles tan puntuales, pero aquí tengo que reconocer que no todo el mundo tiene mi penosa memoria.
Creo que es un libro muy recomendable aunque a veces sea un poco farragoso y excesivamente prolijo en los detalles, pero se extrae un visión bastante buena de ese período, más o menos 1928-1938, tan nefasto para la historia tanto de Rusia (y de la URSS) como de la humanidad.
 
Anna Lárina, Lo que no puedo olvidar

viernes, 1 de noviembre de 2013

Una Memorias muy desiguales


 
Efectivamente, son demasiado desiguales y yo diría que excesivas, pues a lo largo de sus 600 páginas en un formato grande, es decir, una barbaridad de información, sólo nos habla de dos períodos de su vida: por una lado, los años 50 hasta su viaje a Europa en 1959 y, por otro, los momentos en los que participó en la política de su país entre 1987  y 1990. Ambas épocas, tan diferentes en todo, el autor las va alternando en los sucesivos capítulos en que ha dividido el libro.
A mí me ha interesado y he disfrutado mucho con la lectura de todo lo que se refiere a su época de formación y primeros trabajos y amores. Es el Vargas Llosa reconocible en su lenguaje, en su forma de contar, en su ironía y sentido del humor. Sin embargo, la parte referida a su actividad política me ha resultado exageradamente prolija y, por momentos, un tanto plúmbea, aunque también tiene aspectos interesantes sobre el funcionamiento de la política. Además, tengo la impresión de que hay mucho de autojustificación y algo de revancha por la posterior actitud de algunos de los personajes que salen y que en su momento le apoyaron. En este sentido, otro de los aspectos del libro que lo hacen un tanto pesado a veces es la gran cantidad de nombres que aparecen de los cuales no conozco prácticamente a ninguno salvo a su hijo Álvaro.
Tenía el libro desde hace unos años y me puse a leerlo el otro día porque me apetecía leer un buen castellano original e historias bien contadas. De ambas cosas hay mucho en este libro. Vargas Llosa es un gran contador de historias y lo hace de una manera que encandila. El problema en este caso es, como decía antes, que comete el error del exceso.
No ha escrito que yo sepa algo parecido para todo su gran período creativo. Sería algo extraordinario que lo hiciese; a tiempo está. Por ahora habrá que conformarse con este libro que, a pesar de lo dicho, recomiendo a todo aquél interesado en la obra y la personalidad del autor.
Dejo aquí un enlace con un comentario muy completo del libro.
 

 Mario Vargas Llosa, El pez en el agua

 

sábado, 14 de septiembre de 2013

Interesantes y entretenidas memorias




En poco tiempo he podido leer dos libros de memorias de autores chinos que viven en Estados Unidos. Si el anterior me gustó, éste no ha sido menos. Unas memorias que abarcan fundamentalmente los años setenta y ochenta del siglo pasado y que incluyen momentos de la revolución cultural de Mao.
Resulta particularmente curioso que el centro de estas memorias lo constituya la preparación del funeral de la abuela del autor que, por cierto, tardó bastante tiempo en fallecer. La fabricación del ataúd, la preparación de la gran cantidad de ropa necesaria, la organización del viaje desde Xian donde vive hasta Henan donde está enterrado su marido, etc., forman un conjunto de actividades a las que se dedica, empleando gran parte de los ahorros, el padre de Huang que, además, es miembro del partido comunista. Claro que todo tiene una explicación: en la época maoísta estaban prohibidos los enterramientos a la manera tradicional y había que incinerar los cadáveres.
Todo ese trajín permite al autor intercalar retazos de su vida, de sus relaciones familiares y de la vida en general bajo aquel régimen sobre el que, por otra parte, tampoco carga las tintas en exceso.
Escritas de una forma muy desenfadada, con gran sentido del humor y con una narración que fluye sin interrupciones y de forma muy natural.
La segunda parte en la que ya vive en Estados Unidos pierde bastante de su gracia aunque no deja de ser interesante.
 
Wenguang Huang, El pequeño guardia rojo

miércoles, 3 de abril de 2013

Mis temas recurrentes III: Comunicación, Periodismo, Información

Las generaciones anteriores, en momentos de calamidad, podían refugiarse en la soledad y el aislamiento; a nosotros, en cambio, nos ha sido reservada la obligación de saber y compartir en el mismo instante lo malo que ocurre en cualquier parte del globo. Por más que me alejara de Europa, su destino me acompañaba.
Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo.
 
(...) las noticias no nos informan de lo que acontece, sino de lo que otros consideran importante; no hablan de gente famosa, sino que hacen famosos a aquellos sobre los que hablan. Luego los medios de comunicación no informan de los acontecimientos, sino de observaciones. Por eso lo que acontece, para que acontezca, tiene que ser mediático.
Daniel Innerarity, La sociedad invisible.
 
En la era de las “autopistas”, el problema no es cómo obtener más información, sino cómo retener menos. El problema es elegir. Porque una información infinita equivale a una información nula. Tzvetan Todorov, El hombre desplazado
 
 
Uno de mis temas favoritos de los últimos años por muchas razones entre otras, y no la menos importante, porque al exceso de información se está uniendo una manipulación cada vez mayor.
Obviamente, no voy a comentar los libros que pongo a continuación si bien sí quisiera hacer alguna precisión:
-Mayoritariamente se trata de textos bastante críticos con el uso que se está haciendo de la información. Ramonet o Serrano son dos exponentes de ello y cualquiera de sus libros sobre el tema son altamente recomendables. En el caso de Serrano, tiene el interés añadido de que suele emplear muchos ejemplos además de prensa supuestamente de izquierdas.
-Predominan los libros escritos por autores españoles ya que no se suelen traducir los que no sean reportajes o libros de viajes.
-Apenas los hay tres dedicados a la televisión. No sé si será un fallo mío o simplemente que se editan menos que los dedicados a la prensa escrita.
-No aparecen grandes del reportaje como Kapuscinski, John Lee Anderson, Gay Talese o Robert Kaplan entre los extranjeros, ni Leguineche, Chaves Nogales o Sistiaga entre los españoles, porque la selección la he hecho entre textos sobre el periodismo o la comunicación en general. Kapuscinski o Chaves figuran entre mis escritores favoritos como así aparecen en sendas entradas del blog.
En fin, espero que sean de alguna utilidad los títulos que vienen a continuación. A mí me han ido aclarando ideas y me han hecho replantearme mi forma de enfrentarme a los medios en general.