Como he dicho muchas veces ya en este blog, hace
tiempo que apenas leo literatura anglosajona. Leí mucha en su día y me cansó.
No obstante, de vez en cuando me gusta acercarme a alguna obra que de la que
haya oído comentarios favorables, lo que sucede con este libro ganador del
National Book Award del año pasado con lo que es el segundo que consigue la
autora pues lo obtuvo también en 2011. Algo debe de tener esta escritora.
Me resulta muy difícil escribir sobre un libro como
este plagado de momentos de gran intensidad emocional y en el que la mayoría de
sus protagonistas son bastantes infelices en el presente y arrastran historias
que les produjeron mucho dolor en el pasado.
Ward no escribe una historia en forma lineal, sino
que a partir de un viaje para recoger a alguien que sale de la cárcel, nos va
mostrando fragmentos de la vida de los distintos personajes de manera que
vayamos conociéndolos y comprendiendo sus comportamientos. Además, la historia se
desarrolla en el sur de los Estados Unidos en la actualidad lo que le da pie
también para mostrarnos una sociedad que no ha abandonado el racismo sino en la
que, bien al contrario, este se manifiesta de forma explícita o latente en
distintas situaciones. Solo un ejemplo de este aspecto de los muchos que se
podrían poner:
“El alcaide dijo: “No es natural que un hombre de
color domine a los perros. Los hombres de color no saben cómo dominar, porque
no está en su naturaleza ser amos”. Y luego: “Lo único que sabe hacer un negro
es ser esclavo”. (p. 131) (Aunque esta
escena sea de una época anterior es lo suficientemente expresiva.)
Los protagonistas son los miembros de una familia
totalmente desestructurada en la que el padre está en la cárcel y la madre es
incapaz de mostrar afecto hacia sus progenitores y hacia sus dos hijos como
manifiesta ella misma en este fragmento: “Michaela empieza a llorar. Jojo le
acaricia la espalda y ella a él la suya, y yo me quedo ahí, viendo a mis dos
hijos consolándose mutuamente. Me pican las manos, necesitan hacer algo. Podría
ir con ellos y tocarlos a los dos, pero
no lo hago.” (p. 97). Además, está obsesionada por la prematura muerte de su
hermano que se le aparece cada vez que se droga con metanfetamina. También
están los padres de ella, él con una historia terrible en el pasado y ella
enferma de cáncer. Por último, Richie, otro personaje que se aparece y que es
el narrador de varios capítulos con otra historia terrible.
Ward estructura la novela a partir de capítulos narrados
en primera persona por Jojo, el hijo; Leoni, la madre; y Richie. Utiliza por lo
general frases cortas y precisas, pocos diálogos y escasas descripciones.
Sonia Fides en su reseña en elalombrario.com expresa
muy bien lo que es este libro:
“La canción de los vivos y los muertos
es una piedra que le sigue el juego a la inercia porque sabe que una vez que
emprenda su camino no habrá obstáculo capaz de detenerla. Es desalentadora y
mágica, es magnética y brutal, es contradicción y exactitud emocional, es
mostrar la bondad de los desprotegidos construyendo ese enigma que le saca a
diario los colores a Dios. Es un bumerán que siempre se encontrará con la carne
de alguien para dejar sobre ella la marca de su caprichoso vuelo.”
También hay una buena, completísima y muy
recomendable reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.
Por mi parte solo añadir que es una novela cuya
lectura me ha hecho pasar por diferentes estados de ánimo, eso sí, con predominio de la desazón. También, un
cierto desconcierto en algunos momentos -que se corresponden en su mayoría con
las “apariciones”-, y hasta incluso la dificultad de leer algunos fragmentos al
final del libro por su brutalidad.
Se acaba de publicar una magnífica entrevista con Laura Hernández en elpais.com enteramente dedicada a esta novela.
Jesmyn Ward, La
canción de los vivos y los muertos. Traducción Francisco González López.
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