No había leído el
anterior libro con el que Monzón, Wyoming, iniciaba el repaso a su vida y a
algo más. Me apetecía este segundo volumen porque se corresponde con una época
que me interesa especialmente por razones biográficas. Soy seis años mayor que
el autor por lo que en lo fundamental comparto su época, aunque por razones
también biográficas en muchos momentos desde otros espacios y aficiones.
Aquí se recoge la
época que va desde más o menos el año 1973 hasta principios de los ochenta. Con
capítulos cuyo título ya refleja muy bien el contenido, así: Un viaje por
Europa, Universidad, Los bares, El Rastro, Rockeros…
En ellos, Wyoming (el
nombre Monzón no aparece más que en un par de momentos) va dando cuenta de
algunos aspectos de su vida en lo que se podrían considerar unas memorias, pero
al mismo tiempo aprovecha para dejar constancia de cómo era la sociedad de ese
momento, de por qué era así (con reflexiones que le llevan alguna vez hasta la
misma guerra civil) y siempre desde una perspectiva enormemente crítica. En este
sentido me ha parecido que en muchos momentos estaba leyendo un verdadero
desahogo de alguien que lo pasó mal en los tramos finales del franquismo y en
los inicios de la transición.
Tengo que reconocer
que ha habido momentos de la lectura en los que parecía que estaba repasando mi
propia trayectoria: Mi primer viaje al extranjero también fue a un país
nórdico, Dinamarca en mi caso; también tuve ocasión de ver lo que pasaba en los
barcos de esa zona con el alcohol en cuanto abandonaban el puerto; pasé muchas
horas de mi vida en billares y, por no alargar estas referencias, también fui a
la mili muy mayor, a los veinticinco años, por lo que alguna experiencia que
cuenta el autor he tenido ocasión de compartirla.
Ahora bien, una vez
que se adentra en el mundo del rock y que avanza en su vida, empiezo a
distanciarme y todo me resulta bastante desconocido, incluida la famosa movida
madrileña que ni rocé porque, por un lado,
estaba dedicado al cien por cien a otros menesteres como eran el estudio
y las oposiciones para cambiar mi vida profesional, pero también, por otro
lado, porque ese tipo de música en directo no me ha interesado nunca, yo era
más de las Peñas en las que actuaban músicos, en su gran mayoría exiliados, procedentes
de distintos países sudamericanos en los que se estaban imponiendo las
dictaduras.
Es un libro, pues,
que para gente de mi generación es doblemente interesante por lo que supone de
rememorar cosas, sobre todo si se comparte la siguiente afirmación del autor:
“Uno de mis mayores
motivos para estar contento es que ya se celebra el cuarenta aniversario de
muchas cosas de las que fui testigo o partícipe, y sigo haciendo lo mismo,
pensando lo mismo. No he sufrido esa evolución “lógica” que ha transformado a
tantos intelectuales de la época en seres abyectos. “ (. 309)
Si la evolución ha
sido la misma de alguno de estos políticos o intelectuales, lo mejor es
abstenerse de la lectura porque puede provocar sarpullidos ya que Wyoming se
muestra inmisericorde con esos cambios. En este sentido el capítulo íntegro que
dedica al análisis de la Transición es difícilmente asimilable para quienes han
hecho de ese momento histórico la justificación de sus vidas. Por el contrario,
es perfectamente asumible para quienes, como es mi caso, nos hemos arrepentido
de alguna de nuestras actuaciones políticas. (En este blog he dejado alguna
constancia de este arrepentimiento).
Veo que me está
saliendo un comentario en el que hablo más de mí que del libro. (Tengo la
ventaja de que no está el autor para protestar por ello).De alguna manera es
algo bastante significativo sobre el contenido y el carácter del texto. Un
texto que se lee con facilidad, que puede interesar a una gran variedad de
personas y que en general está bastante bien escrito aunque haya algunos
fragmentos en los que se puede llegar a perder la oración principal por esa
forma a veces torrencial que tiene Wyoming cuando habla, y en este caso cuando
escribe.
Si antes hablaba de
coincidencias, me gustaría cerrar el comentario con otra que también se produce
al cien por cien:
“Yo siempre he estado
a años luz de ese mundo, de sus símbolos, y de los estandartes de los que dicen
no ser nacionalistas y llevan la bandera en el reloj, en la solapa, en el
retrovisor del coche, en el cinturón, en la correa del perro, y probablemente
también en los gayumbos. La llevan en la sangre, al menos eso parece por la
vehemencia con la que, en su estupidez, la sacan para reafirmar su identidad
“no nacionalista”.” (p. 129)
Un libro recomendable
porque a todo lo dicho se une que es tremendamente entretenido.
El Gran Wyoming, La furia y los colores.
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