“Nos interesa, nos emociona, nos instruye el descarnado retrato de la sociedad polaca de mediados del siglo XX que descubrimos en sus páginas; nos intriga, nos admira que ese retrato haya salido de la pluma de un muchacho de poco más de veinte años, que se ha formado como literato devorando a Dostoievski mientras aprendía a conducir un camión.
(…) como todos los verdaderamente grandes, nos atrapa, y nos sacude, y nos zarandea poniéndonos delante de los ojos a una criaturas sublimes y ridículas, frágiles e insatisfechas, que libran un combate desigual…” (pág. 292).
Creo que en estas frases del Epílogo escrito por el traductor se resume y expresa muy bien, desde luego infinitamente mejor de lo que yo podría hacerlo, la potencia de los relatos, escritos entre 1955 y 1956, contenidos en el libro. En su inmensa mayoría duros y un tanto desosegantes, pero incluyendo también uno, El evadido, que induce a la sonrisa.
El último, El nudo corredizo, me parece magistral en la tensión dramática que consigue.
Absolutamente recomendable.
Mi agradecimiento a la editorial Automática, pequeña editorial que pone a nuestra disposición autores y títulos como éste. (Además, en lo personal, contento porque está situada a apenas 100 metros de la casa en que nací, lo que sucede también con la editorial Siruela).
Marek Hlasko, El octavo día de la semana
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