Cómo he disfrutado leyendo este pequeño texto, 148 páginas, en el que se
refleja de forma extraordinariamente bien contada el ambiente de los exiliados
en esa ciudad costera belga en el verano de 1936. Aparecen intelectuales como
el espartaquista Ernst Toller, los comunistas Arthur Koestler y Egon Kisch, el monárquico Joseph Roth y, el
siempre difícil de clasificar, Stefan Zweig.
Obviamente, a mí me ha atraído sobre todo lo que cuenta de los dos últimos
ya que, además, creo que es lo que relata con mayor sensibilidad y hasta me
atrevería a decir que cariño. De hecho la lectura de una de las últimas
páginas, en la que habla de la relación entre Keun y Roth, me ha emocionado
como hacía tiempo que no me pasaba leyendo un libro. Ese Roth enamorado del que
Keun afirma: “(…) que nunca conoció, antes ni después, a un hombre con tanto
atractivo sexual como Joseph Roth, esa noche, en el café Flore.”, me provoca
una gran ternura, sobre todo, si al mismo tiempo veo la foto en la que posa
junto a Zweig que es toda una muestra de cómo estaba ya en esa época. (Aunque no es la primera vez que lo hago, la vuelvo a reproducir en el blog.)
Es también un placer ver las relaciones entre esta gente exiliada de su
país por su raza o ideología e imaginar lo que podría estar pasando por sus
cabezas. Curiosamente, la mayoría no tuvo un final muy agradable –suicidados unos,
asesinados otros-, ni muy tardío.
Son muchas las cosas que podría comentar del libro ya que estando juntos Zweig
y Roth, dos de mis escritores favoritos, se me ocurren montones de cuestiones,
pero creo que lo mejor es simplemente recomendar su lectura ya que, en definitiva,
se trata de: “Un libro fascinante que dibuja la ciertamente clara, aunque cada
vez más inquietante, atmósfera de aquel verano. Soberbiamente documentado y muy
informativo (…) Weidermann es un excelente estilista.” (Die Welt, en la solapa)
Volker Weidermann, Ostende 1936, el
verano de la amistad
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