En mayo terminé la tetralogía que ha
hecho tan famosa, y con mucha razón, a Ferrante. Como decía en la entrada
correspondiente del blog, me costó decidirme a su lectura pero luego quedé
atrapado por ella. Esta escritora (o escritor ya que no se sabe quién está
detrás de este seudónimo) tiene algo en su forma de contar y en las historias
que cuenta que hace que te metas en ellas sin casi percatarte.
Me ha vuelto a pasar en este caso con una novela anterior a las que
forman la tetralogía, pues está escrita en 2004 y es, creo, la segunda que se
publicó.
Una mujer, Olga, es abandonada por su
marido, Mario, al enamorarse este de una joven, Carla. Olga que se queda con
dos hijos pequeños y un perro, nos narra en primera persona lo que supone para ella ese
abandono. Nos describe sus sentimientos y padecimientos, su frustración como
mujer y como persona, sus ansiedades, sus temores, su rabia, sus celos, en fin,
todo aquello que puede dejar en una persona una situación así.
Como dijo La Stampa y reproduce la editorial en la contraportada: “Duro y
rigurosamente antisentimental, vertiginoso y oscuro, la fuerza perturbadora del
tormento psicológico que describe consigue, con seca persuasión, mantener en
vilo al lector.”
Efectivamente, se trata de un libro
duro en el que, además, hay momentos en que utiliza un lenguaje grosero y
soez muy apropiado para esa situación.
La primera parte del libro, la que
muestra los primeros momentos del abandono y las reacciones de Olga, me parece la más lograda del libro, en
especial el capítulo 8 en el que se produce la primera visita de Mario, Olga se
arregla y pretende ser educada al máximo para ver si puede conseguir su vuelta
hasta que en un momento dado le sale toda la rabia y la bilis acumulada y
estalla. Algo parecido sucederá en el capítulo 11 con el perro. También me ha
parecido especialmente lograda la escena en la que Olga tiene una relación con
el vecino (algo que ya me llamó la atención en uno de los libros de la
tetralogía: la capacidad de relatar escenas de sexo).
Poco a poco se irá adaptando aunque
siempre desde esa frustración que mencionaba antes y que queda reflejada muy
bien en el siguiente fragmento:
“¡Qué error había sido encerrar el
significado de mi existencia en los ritos que Mario me ofrecía con prudente
emoción conyugal! ¡Qué error había sido confiar el sentido de mi vida a sus
gratificaciones, a sus arrebatos de entusiasmo, al recorrido cada vez más
fructífero de su vida! ¡Qué error había sido, sobre todo, creer que no podía
vivir sin él, cuando hacía tiempo tenía serias dudas de que con él estuviese
viva!” (p. 161)
Un libro magnífico que me conducirá
inevitablemente a leer las otras dos novelas previas a su gran obra. Son
lecturas para disfrutar, eso sí, muchas veces desde el padecimiento a poca
empatía que se logre desarrollar.
Elena Ferrante, Los días del abandono. Traducción Nieves López Burell.
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