Desde que hace más de veinte años leí El día de la Independencia Ford se ha
convertido en uno de los escritores de los que más libros he leído -creo que el
que hoy comento hace el número nueve-, si bien es cierto que muchos han tenido
que esperar a los tres últimos años en que, tras le lectura de Canadá, retomé el gusto por la escritura de este autor.
Por eso cogí con gran placer y elevadas expectativas
este nuevo libro que, muy lejos de sus anteriores trabajos, consiste en una
especie de biografía de sus padres o, para ser más exactos, de la relación de
Ford con ellos. Escribió hace treinta años la parte correspondiente a la madre
a raíz de su muerte en 1981, y ha escrito recientemente la parte del padre
aunque este murió prematuramente en 1960 cuando al autor tenía solo dieciséis
años. En la edición sin embargo aparece primero la parte del padre porque Ford
ha querido que se correspondiese más con su propia cronología.
Coincido con el autor en una par de datos
biográficos que, creo, explican en parte el impacto que me ha causado su libro:
soy también hijo único de padres algo mayores para lo habitual en la época (el
autor es solo cinco años mayor que yo) y, además, soy padre muy tardío de otro
hijo único.
Cuando hablo de impacto me refiero a las emociones
que me ha provocado sobre todo la parte dedicada al padre, más allá de que no
se parezca nada al mío ni su relación a la mía, pero me ha conmovido en muchos
momentos y, sobre todo, me ha dado elementos para repensar la relación con mi
hijo.
La parte que se refiere a la madre también me ha
impresionado, pero por lo dicho algo menos.
Evidentemente, en todo ello juega un papel
fundamental la escritura de Ford pues los mismos temas en otras manos no habrían
sido lo mismo.
“Es a través de este deseo innato de conocer, unido
al excepcional talento como maestro de la prosa de Ford, como estas dos
personas corrientes se vuelven vívidas y vitales a nuestros ojos en las páginas
del libro. Las descripciones y los exámenes de sus progenitores antes y después
de que él naciese -sus costumbres y sus modales; sus heridas y sus silencios;
sus discusiones y sus placeres- ofrecen una clase magistral de desarrollo de
los personajes y economía narrativa.”
Un buen ejemplo de este tratamiento de los
personajes lo podemos encontrar en estas líneas que dedica a su padre:
“El genio de mi padre llegó a ser un rasgo de su
carácter que hube de aprender de primera mano. Un hombre puede ser cortés,
afable y tímido sin por ello dejar de tener sus arrebatos.
(…)
No tenía hobbies ni practicaba ningún deporte, y
nada acaparaba su interés o su entusiasmo salvo el trabajo y nosotros”. (p.61)
y un poco más
adelante continúa:
“No puedo recordar a mi padre enseñándome muchas
cosas de forma explícita a lo largo de los años (…) No me llevaba al cine ni a
la piscina. No me hablaba de sexo, ni de chicas, ni de religión, ni de sus
preocupaciones, ni de asuntos de actualidad ni de política (…) (p. 63)
Un libro muy recomendable para cualquiera e
imprescindible para los seguidores de uno de los mejores escritores
estadounidenses vivo.
Richard Ford, Entre
ellos. Traducción Jesús Zulaika.
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