Hace muchísimos años que no leía un libro de Sender
del que en los setenta y ochenta leí todo lo que cayó en mis manos. Me gustaba
cómo escribía, los temas que trataba y el compromiso que asumía en cada libro.
Compromiso que llega al máximo en este que ahora comento y que no sabía que
existiese a pesar de la importancia histórica de los hechos que narra.
Sender se fue
a Casas Viejas unos días después de que sucediese la matanza. Lo hizo en avión,
enviado por el periódico La Libertad,
para ser de los primeros en llegar y desde allí envió un conjunto de crónicas
que luego, en 1934, con algunos añadidos publicó en un libro que es el que
ahora se reedita.
El libro está escrito como si el autor hubiese
estado presente en el momento en que sucedieron los hechos e, incluso, en algún
momento, como si se encontrase dentro de la choza de Seisdedos. Esto dota a la
narración de una fuerza y una intensidad muy grandes y hace que sea una lectura
apasionante, y desde según qué postura político-ideológica, apasionada.
En los primeros capítulos describe Sender la
situación del campesinado de la zona de tal manera que queda clara la
justificación de alzarse para construir el comunismo libertario. Valgan dos ejemplos:
“Pero observemos también que el hambriento de
Andalucía no es como el de Castilla o el del norte. No es un ser reflexivo que
busca salidas ingeniosas para ir malviviendo. Que “se las apaña“ como puede.
Aquí no puede de ninguna manera. Hay un hambre que no es ya humana, ni
ciudadana. Un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo.
(…) su choza…no puede llamarse “casa”, sino
guarida.” (p. 29)
“Las tierra seguían alambradas y cercadas “para
nadie”. El hambre y la desesperación, el
no hacer nada y la esperanza –como único horizonte- de que el cura los
convocara una día u otro –quizá mañana, siempre ese “quizá”-, para darles un
bono de una peseta canjeable por sesenta céntimos de víveres; ese porvenir
inmediato les aguardaba.” (p. 107)
A partir de ahí narra el levantamiento y, sobre
todo, la terrible represión por parte de los guardias de asalto dejando un
tanto al margen a los guardias civiles que intentan en algún caso salvar a
vecinos.
No ahorra la crítica, al contrario, escribe un
verdadero alegato contra las fuerzas del orden y su brutal actuación (dejaron
17 muertos). El siguiente fragmento puede ser un buen ejemplo:
“Hoy está hospitalizado en Cádiz y se puede
identificar fácilmente, porque es el único obrero de Casa Viejas que se halla
en ese establecimiento, y también el único herido que no fue rematado.
(…)
El vecino tampoco llevaba armas y se daba el caso de
que, estando enfermo, había salido por curiosidad a la calle a ver lo que
ocurría. Recibió varias heridas y murió casi en el acto. Se llamaba Andrés
Montiano.” (p. 83)
En el libro hay críticas para casi todos: el
señorito andaluz, los terratenientes, los burgueses, los republicanos, los
socialistas y hasta hay alguna para los dirigentes que convocaron el
levantamiento (“la octavillas estaban escritas por unos hombres que no tenían
conciencia plena de su responsabilidad ante los hechos” se puede leer en la p.
139).
Muy dura por lo significativo es la que hace de los
socialistas:
“Hablando con un socialista que indicó a las fuerzas
las chozas de los rebeldes, nos decía hipócritamente cada vez que hablaba de
los obreros:
-¡Los pobresitos…! (p. 147)
En el interesante Prólogo que acompaña esta edición,
Antonio G. Maldonado matiza algunas de las cosas que Sender escribió principalmente
en lo que hace a la responsabilidad sobre la represión que el autor sitúa
directamente en el mismo Azaña y que parece
demostrado que no fue así.
El libro está muy bien escrito y cuenta con la
particularidad de intentar reproducir el lenguaje de la gente en las
conversaciones.
Sender, que ya había publicado el magnífico Imán, nos ofrece un buen ejemplo de
periodismo narrativo en la línea de lo que por aquellas fechas hacía también
Chaves Nogales, aunque difieran en sus preferencias políticas. Es un libro que
no deja indiferente al lector tanto si se posiciona a favor como en contra de
lo que lee.
Un comentario final de otra índole. Evidentemente no
parece plausible que hoy se pudieran producir hechos de semejante calibre en lo
que a represión se refiere, pero desde luego lo que también es cierto es que
tampoco hoy sería posible publicar artículos de este tipo con la actual ley
mordaza y la involución que se está produciendo en el país.
Hay dos buenas reseñas bastante diferentes en su
contenido: la de Antonio Muñoz Molina en elpais.com y la de Luis Matías López
en librosdelasteroide.com.
Ramón J. Sender, Viaje
a la aldea del crimen.
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