No es el primer libro que leo del autor ya que leí
hace quince años su librito Lanzarote
del que no recuerdo ni siquiera la impresión que me causó. Sin embargo, conozco
algo de su obra sobre todo por las polémicas que suelen suscitar. En este
sentido creo que Sumisión, que acabo
de comprar y leeré próximamente, se lleva la palma. También tengo la impresión
de que esta que hoy comento generará más de un debate.
Me resulta complicado expresar lo que me ha parecido
Serotonina porque a ratos me ha
parecido espléndida, en otros casi insoportable y a partir de un determinado
momento, sobre todo en el tramo final, tenía ganas de que acabase. Es decir, he
tenido sensaciones muy encontradas y no fáciles de explicar.
Quizá tenga que ver con alguna de las cosas que
Alberto Olmos comenta en su magnífica reseña para elconfidencial.com:
“(…) el que quizá es su libro más
decepcionante, 'Serotonina', que yo creo que ha escrito para ver cuánto podemos
aguantarle. Y me da que a Houellebecq podemos aguantarle todo.
(…)
Pero aquí Houllebecq presenta dos flaquezas. Una es la condición deshuesada de su novela, (…). No hay,
en fin, hilo o itinerario dramático: 'Serotonina' casi puede leerse abriéndola
por cualquier sitio y saltando al azar de una secuencia a otra. De esta falta de una idea-fuerza (como la que armaba tan
diligentemente 'Sumisión'), deriva la segunda debilidad del libro: que está
hecho de trozos, parcheada, sin tacto alguno para las transiciones y con enorme autocomplacencia a la hora de incluir
informaciones irrelevantes y excursos turísticos (en el libro se viaja mucho).
Y es que, efectivamente, la gran
cantidad de digresiones que hay sobre todo en la primera mitad hacen que el
lector no sepa muy bien cuál es el objetivo y el sentido de la historia de ese
personaje protagonista tan perdido, solitario, incapaz de mantener relaciones
afectivas duraderas y, al mismo tiempo, tan predispuesto a la crítica mordaz y
a no dejar títere con cabeza. Así, arremete contra: ingleses,
holandeses, consejeros de agricultura, camareros en restaurantes modernos, burgueses
ecorresponsables, ecologistas, sectas cristianas o, en otro orden de cosas, la
limitación de velocidad en las autopistas, la prohibición de fumar en los
hoteles, el tiro deportivo, las granjas de gallinas, la socialdemocracia y un
largo etcétera.
Un protagonista un tanto misántropo:
“Al cabo de dos minutos caí en la cuenta de que
hablar me cansaba aún más que escuchar, eran las relaciones humanas en general
las que me planteaban un problema…” (p. 108)
Alguien que toma antidepresivos que le permiten
momentos de calma en los que reflexiona así:
“Desprovisto tanto de deseos como de razones para
vivir (¿eran equivalentes los dos términos?; la cuestión era difícil, no tenía
una opinión bien formada al respecto), mantenía la desesperación a un nivel
aceptable, se puede vivir desesperado, e incluso la mayoría de la gente vive
así, no obstante de vez en cuando se pregunta si puede concederse una bocanada
de esperanza, bueno, se lo pregunta antes de responder negativamente. Sin
embargo, persevera, y se trata de un espectáculo impactante.” (p. 192)
Lorena G. Maldonado resume así su idea
del libro en la reseña para elespanol.com que, no por casualidad, titula Las 20 reflexiones más machistas:
“ (…) es un libro cruel, obsesivo,
descuajado, errante, misógino y empapado de prejuicios, encabezado por un
protagonista miserable pero honesto en el análisis de su decadencia y, por
ello, desternillante a ratos y tierno cuando se descuida.”
(Más adelante reproduce esas 20
reflexiones)
En este escrito la autora
recomienda no plantearse si lo que se
dice en el libro sobre muchos temas, especialmente en las múltiples referencias
sexuales, es lo que opina Houellebecq o, sin embargo, es una forma de reírse y
criticar al supuesto hombre moderno. Tengo que reconocer que no resulta fácil evitar pensar que se
trata de la opinión del escritor quizá llevado por ese carácter de polemista
que le acompaña y el placer que le debe de producir epatar. A mí desde luego me
han resultado desagradables escenas como
la práctica del bestialismo por una de sus “novias” o las del pederasta
alemán, así como esa insistencia en el
tema de las mamadas, sea cual sea el motivo por el que lo hace.
Un libro que, como se puede apreciar,
da para mucho y que debe de estar en la línea habitual de este escritor que
tanto éxito tiene en su país y fuera (hacía tiempo que no veía tantas reseñas y
comentarios en los medios españoles sobre un libro, además, de tan reciente publicación).
Además de las ya citadas, merece la
pena la completísima reseña, muy favorable al libro, de Manuel Hidalgo en
elcultural.com.
Michel Houellebecq, Serotonina. Traducción Jaime Zulaika.
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