En el último fragmento del libro Herrera explica de
alguna manera por qué lo ha escrito:
“Hay algo en esta historia de asesinatos, despojos y
obstinación contra el olvido que puede sentirse cuando uno visita la ciudad.
Soy de ahí y sigo sin saber exactamente qué nos hizo esa infamia y las que le
precedieron y las que la siguieron, pero hay algo. A ratos parece resignación,
a ratos tolerancia, a ratos puro valemadrismo; muy pocas veces, rabia. Sea lo
que sea, es más que rencor o conformismo: por más oculta que estuviera la
historia de El Bordo en un archivo muerto, todas estas décadas ha habido gente
dispuesta a recordar que contra lo que decían aquellos catrines, ahí abajo aún
había, aún hay, gente viva.” (p. 110)
Me parece interesante empezar el comentario por aquí
ya que sorprende que alguien como el autor se dedique casi cien años después a
investigar y contar lo que sucedió en una mina, El Bordo, un día de marzo de
1920. Ese día se produjo un incendio a consecuencia del cual murieron 87
mineros con la particularidad de que la mayoría lo hicieron cuando los
responsables cerraron las salidas para evitar que se propagase, sin pensar que
aún quedaban sobrevivientes dentro.
Utilizando toda la información disponible:
declaraciones judiciales, artículos de prensa, recuerdos de familiares y algún
libro, Herrera intenta reproducir con la técnica del reportaje periodístico lo
sucedido en esos días. El libro está dividido en ocho capítulos y en ellos va
describiendo desde los momentos previos al incendio hasta los informes
periciales y las prácticas judiciales. Tanto la prensa por sus tendenciosas
informaciones, como los informes de los peritos por sus múltiples
contradicciones, reciben duras críticas del autor.
Cuando hace algo más de cuatro años comentaba el
libro de Herrera Trabajos del reino
me refería a la importancia del lenguaje y a la concisión y precisión del
autor. De este se puede decir exactamente lo mismo aunque se trate de un libro radicalmente
diferente. Un libro en el que en poco
más de 100 páginas reales despliega toda su capacidad narrativa y del
que Manuel Hidalgo en su magnífica reseña en elcultural.com dice:
“La apretada, rítmica, seca, sencilla y muy bien
estructurada narración de Yuri Herrera logra integrar, en un texto de gran
riqueza lingüística, los recursos literarios propios de un gran escritor con el
lenguaje retórico, despersonalizado y deshumanizador de las instancias
judiciales y periodísticas de la época, de manera que una emoción intangible va
surgiendo entre las líneas de un aparente dossier en el que los nombres, los
datos, las fechas, los oficios y los objetos se suman al tejido estético de la
narración y van conformando su dimensión ética: se percibe la voz de quienes no
tuvieron voz.”
Además del interés que puede tener el conocer unos
desgraciados hechos sucedidos hace tanto tiempo, y ver también los medios de
que se vale el poder para ocultar a verdad, el libro tiene el valor de ver cómo
una escritura se adapta perfectamente al tema que trata.
Yuri Herrera, El
incendio de la mina de El Bordo.
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