Se trata de un libro enormemente original y curioso
por los personajes que en él aparecen. Los “viejos creyentes” son un grupo de
creyentes que surgió de un cisma que se produjo en la iglesia rusa en el siglo
XVII. De los que habla el libro son una familia que huyó en 1928 o 29 y se
refugió en un apartado lugar de Siberia, alejados de cualquier población -la
más cercana está a 200 kilómetros-, instalándose en plena taiga. Al principio
fueron varias familias, pero pronto solo quedó la familia Lykov compuesta por
el matrimonio y cuatro hijos, la última, Agafia, la única que aún vive, nacida
en 1944.
En 1978 fueron “descubiertos” por un grupo de
geólogos que iniciaron una serie de trabajos en la zona. Desde 1982 hasta 1991, el periodista Vasili
Peskov les visitó principalmente en el verano y en algún caso en otoño. En el
libro se narran dichas estancias con una previa y extensa introducción en la
que recoge informaciones de un etnógrafo ruso que los había visitado. También
explica detalladamente en qué consistió el cisma del siglo XVII, algo que visto desde hoy resulta bastante
chocante pues se trataba de aspectos meramente rituales tales como: si había
que santiguarse con dos o tres dedos, en qué dirección había que hacer las
procesiones y cosas por el estilo. Además de lo mencionado, hace también un
breve retrato de los seis miembros de la familia. A cuatro no los llegó a
conocer pues la madre murió en 1966 y tres de los hijos en 1981 por lo que se
basa en lo que le contaron tanto el etnógrafo como los geólogos. Para el padre
y la hija sí utiliza sus experiencias personales.
Volviendo al origen, el caso es que se formó un
grupo, los llamados “viejos creyentes”, que decidió vivir siguiendo las
tradiciones de forma que llegaron al siglo XX viviendo prácticamente con los
mismos elementos con los que se vivía dos siglos antes. En el caso de esta
familia, además, durante más de cuarenta años al margen de cualquier contacto
externo y en un lugar donde las
condiciones del clima son muy extremas.
El libro tiene pues un evidente interés etnográfico,
pero también me ha gustado mucho la relación que se establece entre el
periodista y los dos miembros de la familia, al igual que un personaje,
Yeroféi, un geólogo que toma a la familia bajo su tutela y les facilita muchas
de las cosas que van necesitando una vez que entran en contacto con algunos
elementos actuales como, por ejemplo y muy principalmente, la sal de la que habían carecido a lo largo de
todos los años de aislamiento.
En poco tiempo he visto una serie que tenía como
protagonista una familia menonita canadiense y una película que se desarrolla
en una aldea amish de Estados Unidos, por lo tanto estoy relativamente
acostumbrado a gente que vive como hace dos siglos. Sin embargo, en ningún caso
su comportamiento es tan radical como el de estos creyentes rusos que tan bien
retrata Peskov.
Por la disposición cronológica y estar todos
fechados entre 1982 y 1991 da la
impresión de que se trata de los artículos que escribió para la revista en la
que trabajaba en esos años. Además, muchos lectores le enviaban dinero para que
les comprase algunos productos (gollerías, según el autor) y en algunos
artículos cuenta qué es lo que les había llevado gracias a esas aportaciones de
los lectores.
Es difícil destacar algún momento, pero creo que la
descripción de los trabajos de Agafia para cambiarse de isba resulta
particularmente impresionante.
En todo el texto se manifiesta la admiración que
sintió Peskov por la pareja y, a medida que fue tratándolos más, hasta el
cariño. Siempre estaba atento a sus reacciones y las transmite con mucha
fidelidad. Además, la narración es muy fluida y se pasa un magnífico rato con
su lectura.
Para un ateo convencido y un anticlerical militante
como yo, resulta especialmente curioso leer sobre este tipo de comportamientos
tan basados y al mismo tiempo sometidos a una religión, pero en cualquier caso
impresiona la lucha por la supervivencia en condiciones tan difíciles y sin
cambiar de forma de pensar ni de actuar.
Un libro muy recomendable y un ejemplo más de la
buena política de publicaciones de la editorial Impedimenta.
Solo una pequeña crítica: el libro contiene una
serie de fotografías que, seguramente en el mismo original, no se ven demasiado
bien lo que es una pena porque aportan buenas informaciones.
Vasili Peskov, Los
viejos creyentes. Traducción Marta Sánchez-Nieves.
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