“Antisocial no es una labor de reportaje. Los acontecimientos que describe el libro han sucedido realmente; con raras excepciones, los nombres son reales. Siempre que he conocido los hechos a través del trabajo de otro periodista, he tratado de citarlo. En la mayoría de los casos, los hechos y los acontecimientos que aparecen relatados en el libro se derivan de las entrevistas realizadas, de una reconstrucción a partir de la investigación o de haberlos presenciado en primera persona.” (p. 525)
Con estas palabras se inicia la Nota del autor con
la que se cierra el libro y que muestran la principal virtud del mismo, esto
es, que todo lo que en él aparece no solo es que sea real, sino que ha tenido
como testigo a Marantz. No es un libro basado en bibliografía, en fuentes
secundarias; no es un libro teórico sobre la extrema derecha estadounidense
basado, por ejemplo, en sus textos; sí es un libro sobre ese grupo, pero basado
en el contacto personal con muchos de sus principales protagonistas y
referentes.
El libro está dividido en seis partes cada una de
ellas centrada en uno o unos personajes con los que a veces convive y pasa
bastante tiempo. Entre ellos están: Emerson Spartz, (”Un tío viral”) -del que
más adelante reproduciré un par de fragmentos-, cuyas prácticas serán seguidas
por muchos de los que salen en el libro; Mike Cernovich, uno de los creadores
de la “alternativa ligera” (escisión algo más moderada de la derecha
alternativa); Mike Enoch, quizá el más conocido de la derecha alternativa y
cuya identidad fue revelada poco antes de la investidura de Trump; o Samantha,
el alias de una mujer que pasó de apoyar a Obama a meterse en los círculos de
la extrema derecha hasta casarse con uno de esa tendencia y terminar
abandonando al marido y al grupo; por citar solo a aquellos que ocupan lo
fundamental de varias de las partes en las que se divide el libro.
Con diferentes matices e intensidad, todos comparten
cosas como: el supremacismo blanco, la misoginia, la islamofobia, el racismo o
el antisemitismo: Estos dos últimos menos presentes en la “alternativa ligera”
más centrados en los valores “occidentales” que en los meramente blancos y por
ello menos, o nada, antisemitas.
Volviendo a Spartz, reproduzco dos fragmentos muy significativos:
“¿Quién ha visto alguna vez un bloque grande y largo de texto y ha dicho: “¡Qué emocionante!”. Siempre se lo digo a mis empleados: cada párrafo que escriban debería ser supercorto, de tres frases como mucho. Y me refiero a frases breves. Un punto y seguido es mejor que una coma. El aburrimiento es el enemigo”. (p.129)
“No deberías tener que elegir qué quieres, porque seremos capaces de conseguir los datos suficientes para saber qué es lo que quieres mejor que tú mismo.” (p.151)
Es decir, algo que podemos apreciar a diario y que
tiene unas implicaciones tremendas sobre el pensamiento y, me atrevería a
decir, hasta sobre la libertad individual.
Por otro lado Cernovich dice que las dos principales
leyes de la mecánica de los medios de comunicación sociales son: “El conflicto
es atención” y “la atención es influencia” (p.243)
No creo que sea necesario decir cómo ni quién lo
practica hoy casi a diario en nuestro país. Lo mismo que pasa con la siguiente
frase de Andrew Anglin, editor de la página neonazi Daily Stormer: “Todos los enemigos deberían
combinarse en un único enemigo, que son los judíos.” (p.415)
Después de esta aplicación a nuestra realidad,
vuelvo al libro para recoger aquello que me ha resultado más interesante o que
me ha aportado informaciones más novedosas: todo lo que escribe sobre emociones
activadoras y desactivadoras y el uso que de ellas se hace; el manejo de la
viralidad del que ya he hecho mención; la “estrategia de Sailer” para
lograr una Norteamérica blanca; un
iluminador discurso de Hillary Clinton como también lo son las respuestas que
le dieron; la explicación de la Ventana de Oberton y cómo se va abriendo poco a
poco; o la cantidad de medios de que dispone la extrema derecha, en cualquiera
de sus versiones, sean blogs, canales de YouTube, páginas web, etc. y de grupos
que existen formados en su inmensa mayoría por hombres.
El libro tiene 525 páginas por lo que hay mucho más
de todos los aspectos que uno se pueda imaginar. Marantz, que es un periodista
que escribe en The New Yorker, es
capaz de transmitir muy bien la información y no deja que el libro decaiga en
ningún momento aunque, lógicamente, tampoco es un libro que se pueda, yo diría
incluso que ni se deba, leer de un tirón. Yo he estado con él un par de semanas
y, claro, dada mi memoria, me he quedado más con lo leído hacia el final. De
hecho los dos capítulos que me han parecido más interesantes han sido los
dedicados a Mike Enoch y a “Samantha”. El primero, porque además de tratarse de
uno de los principales líderes de la derecha alternativa, Marantz pasó bastante
tiempo con él y, más importante aún, con sus padres que están muy alejados del
pensamiento del hijo, con lo que tiene unas entrevistas bastante íntimas. Con el
dedicado a Samantha porque se analiza muy bien la evolución de una persona y
los distintos factores que la producen. En este capítulo casi todos los personajes
aparecen con otros nombres. Estos dos capítulos dan la sensación de haberse
publicado de forma independiente antes de agruparse en este libro (algo que
pasa también con algún otro).
Para ir terminando este extenso comentario, dejo un par de fragmentos que tienen también mucho que ver con nuestra realidad:
“En los últimos veinte o treinta años no oías a nadie diciendo estas cosas. Ahora, de repente, se sienten autorizados.” (p. 298)
“Todo el mundo sabe que estos hombres son unos mentirosos; también podrían ser, en función de cuán literal o seriamente se tomara cada uno sus diversas grandilocuencias, unos demagogos racistas que consentían la violencia. En cualquier caso, su poder era real, y una de las funciones del periodismo es documentar y confrontar a quienes ostentan el poder. Los troles pueden ser pueriles, odiosos o peligrosos, pero saben poner trampas la mar de ingeniosas. Responder a sus provocaciones significa amplificar su mensaje, Pero si nadie les reprochaba nada, los troles dirigirían internet y, tal vez, el mundo.” (p. 340)
Un libro no solo recomendable, sino imprescindible
para ver cómo funcionan y lo que pretenden los grupos de extrema derecha en
Estados Unidos y poder ver mejor cómo todo eso va llegando aquí. Otra cosa es
cómo se puede combatir, algo para lo que hasta ahora nadie ha encontrado la
solución. De hecho, tras su lectura se cae en un cierto pesimismo.
Hay un interesante artículo de Íñigo Sánz de Ugarte
sobre el libro en eldiario.es de hoy mismo y una entrevista de Carlos delCastillo con Marantz en el mismo diario.
Andrew Marantz, Antisocial.
La extrema derecha y la “libertad de expresión” en Internet. Traducción
Lucía Barahona.
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