En los últimos
tiempos están apareciendo bastantes libros de escritoras mexicanas,
generalmente bastante o muy jóvenes, que resultan muy atractivos tanto por los
temas que tratan como, sobre todo, por cómo lo hacen. Son escritoras muy
preocupadas por el uso del lenguaje y por reflejar con él a los distintos
personajes. Sé que hay gente que habla de una cierta inflación de este tipo de
literatura y muestran cierto cansancio. No es mi caso, y en este blog se pueden encontrar varios
comentarios de libros de alguna de estas autoras.
A esa lista hay
que añadir a de la Cerda por este magnífico libro de relatos. Se recogen 13 en
esta edición. Todos están narrados en
primera persona y todos tienen protagonista femenina aunque, eso sí, muy
variada porque hay víctimas y victimarias. Así: una trabajadora en una
maquiladora que es violada; una ladrona que termina asesinando a sus víctimas;
una madre que mata a su hijo; una transexual; la hija de una narco haciendo su
vida normal y hasta una bruja, por poner solo algunos ejemplos.
Esa idea de que
haya varias victimarias lo explica muy bien la autora en una interesante entrevista
con Jair Ortega publicada en gatopardo.com. En esta entrevista explica también
cuál es el origen de los relatos y cómo de un núcleo inicial de cinco fueron
creciendo hasta llegar a los trece del libro.
Sus mujeres
protagonistas pertenecen en su inmensa mayoría a las clases populares y alguna
hay también de clase alta; lo que no hay es ninguna representante de la clase
media, una decisión que la autora explica porque estas ya suelen ser las
principales protagonistas de las obras de ficción.
Como ya decía
antes, uno de los principales aciertos del libro es la adaptación del lenguaje
al personaje. Tanto se adapta que hay por ejemplo un relato, Dios no hizo el paro, protagonizado por
una ladrona lumpen, que me ha costado muchísimo seguir y en el que hay párrafos
de los que no he entendido prácticamente nada. Junto al lenguaje quisiera
destacar la sensibilidad de la autora que se manifiesta en muchos momentos y
protagonistas, pero que a mí me ha llegado sobre todo en el tratamiento de dos
jóvenes madres de 13 y 14 años.
Hay, como no
podía ser menos, bastante crítica social, política, cultural, etc. Un ejemplo
en el que se hace muy explícita:
“El gobierno lo
llamó “saneamiento del centro histórico”; la mera verdad es que nos querían
correr por feos y pobres. Y uno, aunque pobre y de tez humilde, tiene derecho a
la vivienda”. (p. 35)
Finalmente, y
como es bastante habitual en libros de relatos, hay varios que se relacionan
entre sí y alguno que se convierte en la continuación de otro anterior.
Un libro que me
parece muy recomendable, salvo para los que estén ya cansados de este tipo de
literatura, y una autora a la que habrá que seguir porque parece que ya está
escribiendo una novela.
Dahlia de la
Cerda, Perras de reserva.
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