El 20 de enero, en el diario El País se publicaba una entrevista de Lola Galán con el pensador y,
en los últimos años, prolífico escritor, Zygmunt Bauman. De ella entresaco los
tres párrafos que siguen y que quiero comentar brevemente. Los que están
entrecomillados corresponden a Bauman y el otro a la periodista.
“Hace 20 o 30 años las desigualdades entre las
sociedades desarrolladas y las que no lo eran crecían, mientras que la
desigualdad en el interior de la misma sociedad (rica), disminuía. Y creíamos,
al menos nosotros, los europeos, que con nuestro Estado de bienestar habíamos
solucionado el problema de la desigualdad. Pero desde hace 20 o 30 años la
distancia entre los países desarrollados y el resto del mundo está
disminuyendo, y, por el contrario, en el interior de las sociedades ricas las
desigualdades se están disparando. Hay informes que dicen que en Estados Unidos
estas desigualdades están llegando a los niveles del siglo XIX”.
Una de las razones que explicarían esta trágica
fractura hay que buscarla en la globalización, que ha permitido a los
empresarios contratar a sus trabajadores en cualquier esquina del globo. Otra,
y muy ligada a la última crisis, en la erosión que está sufriendo la clase
media.
“Es evidente que las clases medias se están
empobreciendo. Podemos hablar más que de proletariado
de precariado”, dice Bauman. “O sea
viven en una situación cada vez más precaria. Lo importante es que grandes
sectores de las clases medias pertenecen ahora al proletariado, que se ha
ampliado. Aunque hoy tenga trabajo ha desaparecido la certeza de que puedan
tenerlo mañana. Viven en un estado de constante ansiedad”.
En ambas ideas, la disminución de las desigualdades
a nivel mundial y su aumento en el interior de los países desarrollados, se
está produciendo en los últimos tiempos una coincidencia bastante generalizada
entre los teóricos de diferentes disciplinas. El problema surge, en mi opinión,
a la hora de analizar y, sobre todo, valorar lo que está pasando.
Creo, y así lo he escrito en este blog en varias
ocasiones, que parece que la justicia está llegando finalmente al mundo y que
está comenzando una gran redistribución de la riqueza a nivel mundial.
Evidentemente, redistribución quiere decir siempre “quitar” a unos para entregárselo
a otros dado que el aumento de la producción mundial no es suficiente para que
todo el mundo pueda aumentar al mismo tiempo su riqueza. Además, está el hecho
de que si se pudiera hacer crecer el PIB mundial a cifras del 8% o el 10%
parece claro que el planeta no lo resistiría. Así que desde esta perspectiva
hay que alegrarse de lo que está sucediendo en el mundo.
Cosa bien distinta es cómo se efectúa el reparto de
las pérdidas dentro del mundo desarrollado teniendo claro, eso sí, que pérdidas
va a haber o, mejor, tiene que haber. Parece que hoy por hoy las clases más
poderosas, los ricos en el lenguaje coloquial, están logrando que sea la clase
media y las clases populares las que carguen con el principal peso del proceso.
Aquí es donde entra la política en juego y la tan denostada lucha de clases
vuelve a ponerse de actualidad.
Evidentemente, todos vamos a vivir un poco peor,
pero de lo que se trata es de que sea, valga la expresión, el mínimo peor
posible.
Así pues, alegrémonos del nuevo reparto a nivel
mundial y hagamos todo lo posible para repartir la carga entre todos en nuestro
mundo desarrollado.
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