Son solo 58 páginas. No hay puntos, solo comas; no
hay pausas, apenas se respira. Es un gran ejercicio de estilo, pero es algo
más. Es un trozo de nuestra violencia cotidiana. Sería titular en la prensa por
lo absurdo, pero como siempre pasa se olvidaría enseguida.
De las crítica puestas en la contraportada: “Hace
falta algo más que talento para atraparnos, arrastrarnos y soltarnos de golpe
solo al llegar la última palabra. Es breve, pero tan tenso que resulta
suficiente. No se trata de una investigación, sino de u n gesto de repulsión
sublimado por la escritura. Mauvignier no denuncia a nadie, pero su relato es
el más terrible de los actos de acusación”. (Pierre Assouline, La république
des livres)
No hay nada mejor que añadir. Otra vez, y van tres,
este escritor da muestras de que es diferente y anima a seguir buscando
traducciones.
Laurent Mauvignier, Lo que yo llamo olvido
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