Aunque no soy un gran lector de libros de viajes sí
me gusta leer alguno de vez en cuando. El año pasado puse precisamente el libro
que publicó Paul Theroux sobre su viaje al sur de África entre los mejores que
había leído ese año. Claro que este autor está entre mis escritores favoritos.
Javier Reverte debe de ser el escritor español que
más libros ha publicado sobre viajes y, sin embargo, este es el primero que
leo. Me incitó a ello un comentario que oí en la radio y el hecho de que yo
había viajado a China, eso sí como turista, hace más de veinte años.
El libro resulta entretenido, pero bastante
superficial y no demasiado interesante. Reverte recorrió durante dos meses gran
parte del cauce del Yangtsé y las ciudades de su entorno hasta culminar en
Shanghái. Va relatando los diferentes avatares desde hoteles y comida pasando
por la alta contaminación que hay en casi todas partes, pero apenas se comunica
con los habitantes de los lugares a pesar de contar con una guía y eso le resta
interés a lo que cuenta. Tan es así que a mí lo mejor del libro me parece la
parte dedicada a las matanzas de los japoneses en Nanking que, además, son
bastante desconocidas y también algunas referencias que hace a Mao y su época.
Sí me ha gustado la visión que da del carácter y
comportamiento de los chinos. Partiendo de la siguiente afirmación: “Por lo
general, los chinos son solícitos, amables, ingenuos y a menudo tímidos. Sin
embargo, asustan como civilización en marcha.” (p.50), irá matizando de tal
manera que da como una característica esencial la mala educación que se
manifiesta en cosas como: escupir en la calle, orinar en los urinarios desde
lejos, usar los urinarios de los trenes para defecar en ellos, colarse en las
paradas o ponerse delante de quien está mirando un escaparate. Además, destaca
lo desconfiados, interesados, zafios y poco cultivados que son (aunque esto lo
pone en boca de un interlocutor). En fin, que parece que no le han gustado
mucho los habitantes del Imperio del Centro, que eso es lo que quiere decir la
palabra China. Decía antes que me ha gustado esta visión porque es un poco la
que yo saqué en mi corta estancia.
No me ha gustado demasiado sin embargo el estilo que
emplea a veces Reverte en sus descripciones. Valga la siguiente como ejemplo de
lo que digo: “El sol brillaba con furor sobre la llanura y nubes blancas, de
faldones desgarrados, galopaban veloces por el cielo de vigoroso azul. Y el
Yangtsé bajaba alborozado, turbio, con un color de café con leche largo de
leche.” (p.72)
En todo caso es un libro que se lee con rapidez y
entretiene. Eso sí, si tengo que recomendar algún libro de viajes lo haría con
cualquiera de los de Theroux, o con el que el año pasado se publicó de un viaje
que hizo John Steinbeck en los sesenta dentro de los Estados Unidos acompañado
de su perro Charlie.
Javier Reverte, Un
verano chino. Viaje a un país sin pasado
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