Hay que estar muy
agradecidos a la Academia Sueca porque gracias a la concesión del Premio Nobel
de Literatura nos ha permitido conocer a esta gran escritora.
Es ya el tercer libro que
leo y, como me ha sucedido con los anteriores, será uno de los mejores que haya
leído este año.
“Yo escribo, reúno las
briznas, las migas de la historia del socialismo “doméstico”, del socialismo
“interior”… Estudio el modo en que consiguió habitar en el espíritu de la
gente. Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un
solo ser humano, uno solo… Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo.” (p.10)
Estas visiones y versiones
de la vida en la Unión soviética y en los años inmediatamente posteriores a su
desaparición dadas por diferentes protagonistas, no solo resultan enormemente
interesantes sino que, además, son capaces de provocar muchas reflexiones y
sentimientos. En mi caso, tristeza, desazón y hasta cierta angustia en algunos
momentos por las condiciones penosas de la existencia de bastantes de los
protagonistas.
Por las 640 páginas que
componen este voluminoso texto van desfilando gentes de muy variada procedencia
y relatando momentos importantes de su vida y en muchos casos también de la de
su familia. No tengo claro cuál habrá sido el criterio de selección hecho por
la autora, pero sea cual sea lo cierto es que los que hablan tienen muchas y
muy interesantes cosas que contar.
A diferencia de los otros
libros que he leído, en este hay intervenciones muy largas, de hasta 30
páginas, lo que permite una perspectiva muy amplia para entender lo que esas
personas nos cuentan.
Por lo general, los
entrevistados no tienen una visión negativa sin más de la época soviética ni
positiva de lo que ha venido después. Así, en plan muy sintético diría que
valoran de lo nuevo: la existencia de muchos más productos, la libertad de
información y la desaparición del miedo, la represión y la tortura; pero al
mismo tiempo critican: la inseguridad, los bajos sueldos, el capitalismo sin
democracia, el pillaje y las mafias, la aparición de pordioseros y niños
abandonados por las calles, las bajas pensiones de jubilación o el hecho de que
los miembros de la antigua nomenklatura
se hayan convertido en los dueños de todo el sistema productivo.
Como se ve, hay más
elementos negativos en el cambio que positivos, pero es que hay muchas
opiniones como las que siguen:
“Éste ya no es mi país. ¡Me
resulta completamente ajeno! Antes, cuando nos reuníamos con nuestros amigos en
torno a la mesa, hablábamos de literatura, de teatro… ¿Y ahora de qué hablamos?
Pues de qué se ha comprado cada uno, de la tasa de cambio de la moneda o
hacemos chistes mofándonos de lo que sea, porque ya nada es sagrado.” (p.360) (Quien lo dice estuvo en orfanatos por tener
a los padres víctimas de la represión estalinista)
“-Hoy se vive mejor, pero el
ambiente da asco.” (p.391)
“Antes vivíamos mal; ahora
vivir da miedo.” (p.477) (Lo dice la
víctima de un atentado)
Las dos partes en las que se
divide el libro, una más centrada en la historia anterior y otra más en lo
sucedido tras la caída del sistema soviético, tiene un enorme interés. En la
primera sale de forma muy recurrente la Segunda Guerra Mundial, la posguerra y
la represión estalinista (varios familiares de los entrevistados estuvieron en
los campos de trabajo), pero se manifiesta en general un gran sentido del
patriotismo que lleva a justificar algunas actuaciones no precisamente
positivas. En la segunda hay muchas referencias a los problemas surgidos por la
descomposición territorial y así da la palabra a armenios huidos, a inmigrantes
tayikos, a familiares de soldados rusos en Chechenia o a bielorrusos opuestos a
su gobierno.
En un libro de este tamaño y
en el que se tocan tantos temas es muy difícil destacar algo. Si acaso podría
hacerlo con algunos aspectos que me han llamado la atención especialmente. Así,
por ejemplo, hay una insistencia bastante generalizada a la mentalidad de
esclavos de la población rusa; el tema del consumo de alcohol recorre muchas de
las historias y termina en bastantes casos en maltrato doméstico; la cantidad
de suicidas que aparecen en el libro, desde un jubilado a una mujer joven
pasando por un general golpista o una madre vagabunda; finalmente, hay también
una gran insistencia en la importancia de los libros y la literatura en toda la
época soviética y en cómo se ha perdido actualmente.
Un rasgo muy particular de
los libros de esta escritora es el sentido de
unidad de que les dota teniendo en cuenta que las intervenciones han
sido recogidas fundamentalmente mediante grabaciones de voz. No sé cuánto puede
haber de edición, pero lo cierto es que consigue que se lean con gran facilidad
y siguiendo perfectamente el hilo de lo narrado.
Un libro realmente
extraordinario y apasionante que, eso sí, conviene ir leyendo poco a poco.
Svetlana Aleksiévich, El fin del “Homo sovieticus”
Y cómo se parece en el fondo al cambio en países occidentales. Descomposición. La nostalgia de la seguridad y la cohesión, que puede obviar la represión. Qué época de desorientación!!
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ResponderEliminarEfectivamente, ¡qué época de desorientación!
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