viernes, 16 de septiembre de 2016

Apasionante




Hay que estar muy agradecidos a la Academia Sueca porque gracias a la concesión del Premio Nobel de Literatura nos ha permitido conocer a esta gran escritora.
Es ya el tercer libro que leo y, como me ha sucedido con los anteriores, será uno de los mejores que haya leído este año.

“Yo escribo, reúno las briznas, las migas de la historia del socialismo “doméstico”, del socialismo “interior”… Estudio el modo en que consiguió habitar en el espíritu de la gente. Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo… Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo.” (p.10)

Estas visiones y versiones de la vida en la Unión soviética y en los años inmediatamente posteriores a su desaparición dadas por diferentes protagonistas, no solo resultan enormemente interesantes sino que, además, son capaces de provocar muchas reflexiones y sentimientos. En mi caso, tristeza, desazón y hasta cierta angustia en algunos momentos por las condiciones penosas de la existencia de bastantes de los protagonistas.
Por las 640 páginas que componen este voluminoso texto van desfilando gentes de muy variada procedencia y relatando momentos importantes de su vida y en muchos casos también de la de su familia. No tengo claro cuál habrá sido el criterio de selección hecho por la autora, pero sea cual sea lo cierto es que los que hablan tienen muchas y muy interesantes cosas que contar.
A diferencia de los otros libros que he leído, en este hay intervenciones muy largas, de hasta 30 páginas, lo que permite una perspectiva muy amplia para entender lo que esas personas nos cuentan.
Por lo general, los entrevistados no tienen una visión negativa sin más de la época soviética ni positiva de lo que ha venido después. Así, en plan muy sintético diría que valoran de lo nuevo: la existencia de muchos más productos, la libertad de información y la desaparición del miedo, la represión y la tortura; pero al mismo tiempo critican: la inseguridad, los bajos sueldos, el capitalismo sin democracia, el pillaje y las mafias, la aparición de pordioseros y niños abandonados por las calles, las bajas pensiones de jubilación o el hecho de que los miembros de la antigua nomenklatura se hayan convertido en los dueños de todo el sistema productivo.
Como se ve, hay más elementos negativos en el cambio que positivos, pero es que hay muchas opiniones como las que siguen:

“Éste ya no es mi país. ¡Me resulta completamente ajeno! Antes, cuando nos reuníamos con nuestros amigos en torno a la mesa, hablábamos de literatura, de teatro… ¿Y ahora de qué hablamos? Pues de qué se ha comprado cada uno, de la tasa de cambio de la moneda o hacemos chistes mofándonos de lo que sea, porque ya nada es sagrado.” (p.360) (Quien lo dice estuvo en orfanatos por tener a los padres víctimas de la represión estalinista)

“-Hoy se vive mejor, pero el ambiente da asco.” (p.391)

“Antes vivíamos mal; ahora vivir da miedo.” (p.477) (Lo dice la víctima de un atentado)

Las dos partes en las que se divide el libro, una más centrada en la historia anterior y otra más en lo sucedido tras la caída del sistema soviético, tiene un enorme interés. En la primera sale de forma muy recurrente la Segunda Guerra Mundial, la posguerra y la represión estalinista (varios familiares de los entrevistados estuvieron en los campos de trabajo), pero se manifiesta en general un gran sentido del patriotismo que lleva a justificar algunas actuaciones no precisamente positivas. En la segunda hay muchas referencias a los problemas surgidos por la descomposición territorial y así da la palabra a armenios huidos, a inmigrantes tayikos, a familiares de soldados rusos en Chechenia o a bielorrusos opuestos a su gobierno.
En un libro de este tamaño y en el que se tocan tantos temas es muy difícil destacar algo. Si acaso podría hacerlo con algunos aspectos que me han llamado la atención especialmente. Así, por ejemplo, hay una insistencia bastante generalizada a la mentalidad de esclavos de la población rusa; el tema del consumo de alcohol recorre muchas de las historias y termina en bastantes casos en maltrato doméstico; la cantidad de suicidas que aparecen en el libro, desde un jubilado a una mujer joven pasando por un general golpista o una madre vagabunda; finalmente, hay también una gran insistencia en la importancia de los libros y la literatura en toda la época soviética y en cómo se ha perdido actualmente.
Un rasgo muy particular de los libros de esta escritora es el sentido de  unidad de que les dota teniendo en cuenta que las intervenciones han sido recogidas fundamentalmente mediante grabaciones de voz. No sé cuánto puede haber de edición, pero lo cierto es que consigue que se lean con gran facilidad y siguiendo perfectamente el hilo de lo narrado.
Un libro realmente extraordinario y apasionante que, eso sí, conviene ir leyendo poco a poco.



Svetlana Aleksiévich, El fin del “Homo sovieticus”

3 comentarios:

  1. Y cómo se parece en el fondo al cambio en países occidentales. Descomposición. La nostalgia de la seguridad y la cohesión, que puede obviar la represión. Qué época de desorientación!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Efectivamente, ¡qué época de desorientación!

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