He leído este libro de una forma un
tanto casual. Estando en la Feria del Libro de Madrid me apeteció, al ver a
Caparrós en una caseta, pedirle que me
firmase uno de sus libros, algo que es la primera vez que hacía con cualquier
escritor, y así tener además la oportunidad de agradecerle sus magníficos
libros que he venido leyendo en los últimos tiempos. De los que estaban
expuestos solo no tenía este sobre el cambio climático y fue el que compré para
que me lo firmase. No me arrepiento, más bien todo lo contrario.
El libro se publicó en 2010 y tiene la
estructura que luego utilizará con su, en mi opinión, obra maestra: El Hambre, libro que ya he comentado en
el blog. Parte el autor de unos viajes, en este caso a lugares que podrían
verse afectados, o que ya lo están, por el cambio climático, que le sirven para
hacer un conjunto de reflexiones sobre el tema y, de vez en cuando, dar una
serie de datos e informaciones que mayoritariamente cuestionan las tesis de los
ecologistas (o ecololós como de una forma un tanto despectiva los califica
Caparrós).
No es que niegue el posible cambio que
se está produciendo, sino que lo que realmente cuestiona el autor a lo largo de
todo el libro es que este cambio lo produzcan por igual los distintos
habitantes del planeta y también que sea el principal problema que tienen hoy
una gran parte de estos habitantes.
Para decirlo con sus propias palabras:
“He leído libros, artículos e informes
sobre los peligros del cambio climático y he visto poco sobre la
responsabilidad casi exclusiva de las sociedades ricas y casi nada sobre la
distribución igualitaria de los recursos como solución al cambio climático.”
(p.275)
“No puedo negar –no veo por qué negar-
que la atmósfera carga más gases de efecto invernadero de los que solía cargar
y que la temperatura ha aumentado –muy poco- quizás por causa de ellos y que el
nivel del mar puede subir y que los hielos árticos ya no son lo que eran. (…)
La cuestión –para mí por ahora- consiste en preguntarse qué significa
preocuparse por esos tanto más que por otras cuestiones.
O, por decirlo de una manera bruta:
¿cuánta más gente van a matar de hambre –y la pobreza y la violencia inútil y
las enfermedades evitables- en los próximos treinta, cuarenta años, antes de
que el cambio climático empiece a tener –si los tiene- efectos fuertes? (p.
277)
En la misma línea pero desde otra
perspectiva:
“Si todos los hombres y mujeres se
subieran un día a un coche y echaran a andar, la nube tóxica sería
impenetrable. La única forma segura de preservar el ecosistema global es que la
mayoría nunca pueda hacerlo. Si la riqueza estuviera más repartida, el mundo se
hundiría en su propia basura: no hay nada más necesario para la conservación
ecológica que los pobres.” (p. 144) (Esta
idea de que la atmósfera no aguantaría si el uso de coches se generalizase a
todo el mundo ha aparecido en muchos informes, por eso la conclusión de
Caparrós me parece muy atinada)
También critica al ecologismo por
conservador:
“Pero la ecología suele suponer un
mundo estático donde los mismos métodos requerirán siempre los mismos recursos
naturales, y se aterra porque proyecta las carencias del futuro sobre las
necesidades actuales: porque todo lo que imagina son apocalipsis.
Es una de sus grandes ventajas: la
ecología es la forma más prestigiosa del conservadurismo. La forma más actual,
más activa, más juvenil, más poderosa del conservadurismo.” (p. 84)
En este sentido dedica un espacio a dar una
visión más optimista gracias a los logros que está produciendo la
geoingeniería.
Finalizaré estas citas con dos muy
diferentes:
“Cada vez que oigo las quejas sobre la
deforestación en Brasil, Indonesia o el Cango recuerdo mi slogan ecololó:
“Recuperemos el bosque nativo de Manhattan”.” (p. 40)
“(…) el compromiso básico de una
sociedad no es con esas generaciones futuras sino con las presentes.” (p. 185)
Si bien la primera me parece una buena
observación para matizar lo que muchas veces dicen los ecologistas, con la
segunda no puedo estar de acuerdo. El compromiso tiene que ser con ambas aunque
es lógico que tengan una cierta prioridad las presentes.
Como se aprecia por los textos que he
reproducido, en el libro se hace una crítica muy dura a ciertas formas de
ecologismo desde una posición que podríamos considerar de izquierdas. Lo malo
es que a veces el ecologismo que critica ha sido previamente caricaturizado
como cuando, por ejemplo, habla de la posible pérdida de la “polilla invernal
norteamericana”.
Caparrós firma un texto muy
provocador, pero que tiene la virtud de hacer pensar al lector. En mi caso se
da la circunstancia de que por los años en que está escrito el libro yo tenía
unas opiniones que no distaban mucho de las de Caparrós. Ahora estoy más
convencido de que el cambio sí se está produciendo y de que los efectos pueden
ser devastadores para todo el mundo, pero sobre todo para los menos preparados
que son precisamente los países con menos recursos.
Un libro muy interesante y como todos
los del autor muy bien escrito. Totalmente recomendable.
Hay una buena reseña de Leila Guerriero
en elpais.com y una entrevista corta pero interesante en prodavinci.com.
Martín Caparrós, Contra el cambio
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