Como he dicho en más de una ocasión en
este blog, llevo bastante tiempo alejado de la literatura anglosajona. Durante
un tiempo leí todo lo que se publicada de varios autores, pero me cansaron.
Luego he hecho de vez en cuando alguna cata y me he llevado agradables
sorpresas como ha sucedido con los casos de John Fante y Edward Bunker.
Siguiendo esta misma línea vi el otro día este libro de una para mí desconocida
escritora y quise “ponerla a prueba”. Si con Fante y Bunker me sucedió que nada
más acabar el primer libro salí a la búsqueda de otros, con McCullers no me ha
sucedido lo mismo al menos de forma tan inmediata.
Esta es la última novela que escribió
la autora y parece ser que, según cuenta Jesús Carrasco en el Prólogo, no tuvo
demasiado buena acogida por la crítica cuando se publicó en 1961.
Evidentemente yo no soy un crítico
literario ni nada que se le parezca y hablo de la impresiones y de las sensaciones
que me deja un libro y en este caso tengo que decir que han sido
contradictorias. La novela se basa en cuatro personajes curiosamente todos
hombres: un juez, su nieto, un farmacéutico enfermo de leucemia y un joven
negro. De los cuatro, los momentos en los que aparecen el juez, Cane, y el
farmacéutico, Malone, son lo mejor de la novela que decae mucho e incluso
provoca, tal y como dijo alguna crítica en su día, “diálogos y situaciones improbables”, cuando
los protagonistas son los dos jóvenes.
El caso del juez es especialmente
relevante porque con él creo que la autora pretende mostrar y criticar algunas
actitudes racistas, no hay que olvidar que estamos a principios de los sesenta,
con intervenciones como la siguiente:
“Los privilegios en las elecciones
pronto se abolirán y cualquier negro ignorante podrá votar. Después vendrá la
igualdad de derechos en la educación. Imagínate un futro en el que delicadas
niñitas blancas tengan que compartir sus pupitres con hombres negros como el
betún si quieren aprender a leer y escribir.” (p. 30)
Sin embargo, el mismo juez contrata al
joven negro Sherman del que afirma:
“- Este chico es una verdadera joya, un tesoro. Me escribe cartas, me lee.
No hablemos ya de las inyecciones, además de obligarme a seguir la dieta.” (p.
162)
Además de este aspecto de crítica de
la postura de algunos blancos del sur, McCullers muestra la gran soledad de
sus protagonistas tanto los mayores como los jóvenes y las dificultades que
encuentran para sus relaciones.
El principal problema que tiene el
libro es la desigualdad entre capítulos que mencionaba antes, ya que junto a algunos
realmente interesantes que captan inmediatamente toda la atención del lector, -
a mí en particular me ha pasado con todos los momentos en que el protagonista
es Malone-, hay otros que resultan poco
o nada convincentes.
En todo caso, creo que más adelante
habrá que dar alguna oportunidad más a esta autora sureña que algunos han
llegado a comparar con Faulkner.
Carson McCullers, Reloj sin manecillas. Traducción Vida Ozores.
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