¿Qué puede hacer que a
alguien como yo le llegue a interesar la construcción de un puente hace
cincuenta años o el desarrollo de un festival folklórico en la Argentina
profunda? Solo hay una respuesta posible: la magia de los que escriben esas
historias. En el primer caso, como dejé constancia hace poco en el blog, se
trata del periodista estadounidense Gay Talese, y en el segundo, la magia la
pone la gran periodista argentina Leila Guerriero; porque hay que ser muy
grandes en ambos casos para convertir ambos temas en dos extraordinarios
libros.
A Guerreiro la conocía
más de nombre que por su obra. De esta apenas había leído su artículo Habitar el riesgo en el libro colectivo
sobre el periodismo que, coordinado por Enric González, se publicó el año
pasado con el hermoso título de Cada
mesa, un Vietnam. Colaboración que me llamó poderosamente la atención.
Redescubro ahora este
texto publicado en 2013 en el que la periodista hace un extenso reportaje, una
crónica diría mi admirado Martín Caparrós, sobre un peculiar concurso de
malambo (un baile tradicional de los gauchos) que se celebra cada año desde
1966 en Laborde, una pequeña población de apenas 6.000 habitantes al sur de la
provincia de Córdoba. Un concurso que tiene además la particularidad de que
quien lo gana no puede volver a presentarse y, por lo tanto, deja de bailar
malambo. Como dice Rodolfo González Alcántara, el protagonista del que
inmediatamente hablaré:
“Pero gané. Claro que
ganar Laborde te corta las piernas. Podés seguir compitiendo en otros rubros,
en malambo combinado, en pareja de danza, pero no como solista. Venimos a ganar
sabiendo que vamos a perder. Y encima a Laborde la conocemos los que venimos a
Laborde, afuera nadie sabe qué es.” (p. 65)
Guerriero hace un
planteamiento del reportaje muy interesante, En unas primeras páginas (hay que
advertir que estamos ante un libro de apenas 146 páginas) cuenta en qué
consiste el malambo, de dónde surge, qué características tienen tanto el baile
como la vestimenta de los bailarines, cómo se desarrolla el concurso, qué
premios tiene (por cierto, ninguno más allá del honor de ganarlo), etc. Una vez
situados e informados de todo ello, se centra en un competidor en 2011, el
mencionado Rodolfo, al que sigue en el concurso de ese año y como al quedar
subcampeón puede volver al año siguiente, le acompañará durante parte de ese
año y sobre todo en la competición de 2012.
En ese acompañamiento
Guerriero haciendo gala de una gran sensibilidad nos irá contando detalles de
la historia de Rodolfo y de su pasión por el malambo.
En un momento
determinado dice Rodolfo:
“-Yo tuve una niñez
hermosa. Lo que más pasábamos era hambre. En todos los lugares en los que viví,
en realidad pasé hambre.”
Apenas unas líneas
antes la autora ha referido algunos aspectos de esa niñez hermosa:
“Se crió en
una pieza que se inundaba con las lluvias pero recuerda que le divertía guarecerse
debajo de la mesa y jugar con los amigos en los charcos. No tenían luz
eléctrica, pero se ríe cuando dice que le gustaba jugar con las velas. No podía
comprarse zapatillas pero cuenta orgulloso que Rubén Carabajal (su padrastro) le cosía las viejas y le
prestaba las suyas, más nuevas, para que volviera a destruirlas jugando al
fútbol.” (p. 81)
Este es el tipo de
gente que se prepara durante años, algunos empiezan ya a los cuatro, para el
concurso en el que irán pasando por las fases infantil, juvenil,…hasta llegar a
la de mayor que es el final de la carrera y en la que suelen participar más
allá de los veinte años.
Un libro en el que
están perfectamente ensamblados sus diferentes elementos, en el que se utiliza
una prosa muy bien elaborada y en el que se obtienen informaciones realmente
interesantes y hasta diría que sorprendentes. Pero por encima del todo un libro
que rezuma ternura y humanidad por los cuatro costados, un libro que emociona y
que, desde luego, motiva a buscar más textos de la autora.
Absolutamente
recomendable, por supuesto, interese o no ese tema.
(Por cierto, acabo de
ver que reedita Anagrama un extenso libro con semblanzas de diferentes
personajes,)
Hay una buena reseña de
Ernesto Calabuig en elcultural.com.
Leila Guerriero, Una historia sencilla.
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