Hace unas semanas al
comentar el libro En la ciudad líquida
de Marta Rebón, precisamente la
traductora de este que ahora comento, ya decía que me había puesto en contacto
con autores totalmente desconocidos para mí y que esa laguna habría que irla
cubriendo poco a poco.
Comienzo de forma
afortunada con esta autora que tiene ya algún otro libro traducido al
castellano.
Se trata de una novela
corta, realmente muy corta pues son 118 páginas pero en formato pequeño y con
un tamaño de letra que ya lo quisiera yo para otros libros más extensos. A pesar de ser un texto tan breve, la gran habilidad de la autora le permite contar
bien una historia que, además, empezando en los años treinta atraviesa
buena parte del siglo XX. Sus
protagonistas son un hombre y tres mujeres. Sóniechka, de joven gran aficionada
a la lectura; Roberto, su marido, represaliado y deportado pero siempre
acompañado de su mujer; Tania, la hija de ambos que se enamora de una joven
polaca, Yasia, que será la amante de su padre.
Aunque pudiera
parecerlo no se trata de un vodevil, pero tampoco de un melodrama. Tal y como
cuenta la historia Ulitskaya, los hechos van sucediendo de la manera más
natural. Los años van pasando, el país va evolucionando y los protagonistas
también.
Así:
“Durante años de
matrimonio, Sóniechka se había transformado de joven idealista en pragmática
ama de casa.” (p. 49)
Un ama de casa con la
que la autora se permite el siguiente fragmento mezcla de sentido del humor y
de una cierta rabia contenida
“ (…) Robert
Víktorovich, de vez en cuando, observando por detrás de la ancha espalda de
Sóniechka el añil, la sémola, el jabón casero con escamas y las judías verdes,
constataba con esa agudeza de espíritu que lo caracterizaba el innegable valor
estético, el sentido sublime y la belleza de la creación doméstica de
Sóniechka.” (p.74)
Decía que el país va
evolucionando, pero en la novela apenas hay algunos esbozos y referencias a
esos cambios, quizá el más explícito pueda ser el siguiente:
“Rusia, sumida durante
años en un silencio pesado, ahora volvía a hablar, pero la libertad de palabra
tenía lugar de puertas a dentro, tenían todavía el miedo en el cuerpo.” (p. 53)
El libro recibió en
Francia en 1996 el Premio Médicis a la mejor novela extranjera. Desde luego es
un libro que se lee con gusto e interés y al terminarlo se siente la pena de
que la autora no hubiese dedicado más espacio a la historia.
Ya tengo encargado Sinceramente tuyo, Shúrik, el primero
que se tradujo y que ya es un texto bastante más extenso.
Liudmila Ulitskaya, Sóniechka. Traducción Marta Rebón.
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