Hace poco, al hacer el comentario de Vida y destino, decía que lo había leído
gracias a la entrevista a Marta Rebón en el programa de televisión Página Dos
ya que llevaba varios años en el estante de libros pendientes porque me
asustaba el tamaño y, sobre todo, el hecho de que hubiera al final tantas
páginas relacionando los personajes que salían. (Por cierto, aquí dice de ese
libro que es un “denso relieve de miniaturas chejovianas con la técnica
monumental de Tolstói”).
Ahora mi deuda con esta magnífica traductora y
escritora se multiplica tras la lectura del libro que ahora comento.
Estamos ante un libro hermoso –un adjetivo que, por
cierto, uso en muy raras ocasiones-, una demostración de amor a la literatura,
de respeto y admiración por muchos escritores, un texto de una lectora que hace
gala de una enorme sensibilidad y que es capaz de contagiar su pasión tanto por
la literatura como por sus lugares favoritos, un libro, en fin, de alguien que
vive por y para la literatura.
Ya muy al principio menciona algunos autores a los
que ama terminando con un etcétera, etcétera, etcétera. Evidentemente, es
difícil poder citarlos a todos, pero en el libro aparecen muchos y, una de las
cosas que más me han gustado, a la mayoría los conozco y he leído algo de
bastantes. Desde hace años he ido centrando mis lecturas cada vez más en
autores de la Europa Central y Oriental, así como en los de países vamos a
llamar exóticos. Estaba un tanto cansado de tanta literatura anglosajona con
unas historias demasiado repetitivas. Por eso, cuando Rebón menciona autores
húngaros, rusos o de la antigua Yugoslavia siento un gran placer. Así, por
citar solo a algunos: Shalámov, Grossman, Chukóvskaia, Márai, Kerstéz,
Kosztolányi e incluso la breve aparición de Mohamed Chukri ya que Tánger es
junto a San Petesburgo el tándem de ciudades favoritas de la autora.
Evidentemente, están la mayoría de los grandes
clásicos rusos. De casi todos habla y reproduce textos porque en este libro se
habla de muchas cosas: obviamente de literatura, pero también de arquitectura,
de vivienda (de las casas de algunos escritores), de museos, de viajes, de
ciudades como las mencionadas y varias más, de espacios infinitos en Siberia o
en el desierto.
Ha tenido también la autora la magnífica idea de
acompañar el texto con multitud de fotografías la mayoría tomadas por ella
misma o por su acompañante en muchos de los viajes, el fotógrafo Ferran Mateo.
Estas fotografías acompañan muy bien los textos y en muchos muestran espacios
que ayudan a una mayor profundización en el conocimiento de los escritores (su
mesa de trabajo, su vivienda, su barrio).
La verdad es que cuando adquirí el libro no tenía
muy claro lo que me iba a encontrar, ni tampoco imaginaba lo buena escritora
que es esta magnífica traductora. Ahora sé que también es una gran comunicadora
de emociones, de gustos y placeres estéticos. Además, me ha abierto un abanico
de libros y escritores que espero ir conociendo poco a poco.
Un libro muy pero que muy recomendable para quien
disfrute con la buena escritura y con la pasión por la literatura.
Hay una buena reseña de Nadal Suau en el
cultural.com y otra de Ricardo Martínez Llorca en culturames.es.
Marta Rebón, En
la ciudad líquida.
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