Me gusta siempre que encuentro libros de autores de
países cuya literatura suele ser poco conocida aunque, como es el caso, muchos
de ellos viven ahora en occidente y se suele notar en sus escritos. Kim Thúy
abandonó su Vietnam natal a la edad de diez años y actualmente vive en Canadá.
En este libro cuenta la historia de Vi desde sus
orígenes familiares. En gran parte coincide con la historia de la propia
escritora aunque no sé cuánto tiene el libro de autobiográfico. Lo interesante
es que se cuentan fragmentos o episodios de esa vida sin hacer un relato
pormenorizado. Como se afirma en la contraportada: “Hay novelas que suelen ser
llamadas “perfectas” en cuanto parecen mecanismos de relojería suiza; en otras,
sin embargo, la vida se cuela por todas partes y la realidad, que es
imperfecta, se impone sobre el artificio.”
Así sucede en este libro en el que se van relatando
diferentes acontecimientos en diferentes lugares del mundo sin que se explique
a veces el porqué la protagonista está allí.
La novela comienza en Vietnam y para mí son las
páginas mejores de un libro que, a medida que he ido avanzando en su lectura, me
ha ido interesando cada vez menos. Creo que le falta algo más de fuerza
narrativa quizá por lo que se dice en la crítica de La Figaro recogida en la contraportada: “La autora tiene el arte de
la moderación para evocar la gravedad de la existencia sin aburrir, celebrando
la belleza de las cosas sencillas.”
Aburrir desde luego no aburre teniendo en cuenta
también que se trata de un libro de 150 páginas muchas de ellas incompletas,
pero tampoco hace que su lectura sea algo para recordar.
Me han gustado dos informaciones que da sobre la
mentalidad de los vietnamitas. Las reproduzco a continuación:
“A diferencia de la cultura occidental, que alienta
la expresión de los sentimientos y las opiniones, los vietnamitas se los
guardan celosamente para ellos o los verbalizan
sólo con mucho comedimiento porque ese espacio interior constituye el
único lugar inaccesible a los demás.” (p. 61)
“El éxito de un niño pertenece a los padres y a sus
ancestros. Cada uno de los miembros de la familia es solidariamente responsable
de todos los demás. Los más fuertes llevan a los más débiles. De otro modo, sus
éxitos se verían empañados por su falta de sentido del deber y del
reconocimiento hacia su clan.” (p. 62)
En fin, un libro que se puede leer pero que no es de
los que dejan huella a pesar de lo interesante del tema y de la variada vida de
la protagonista.
Kim Thúy, Vi.
Una mujer minúscula. Traducción Laura Salas Rodríguez.
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