Como refleja el subtítulo, en este libro se recoge
la transcripción del relato que hizo la autora al director Oleg Dorman para la
realización de un documental. Tienen, pues, un carácter muy oral que se
agradece ya que da a la narración una gran agilidad.
Casi al final del texto, Lunguiná deja claras cuáles
han sido sus intenciones:
“Pero me gustaría que estos pedacitos de nuestra
vida ayudasen a los que me escuchan a entender cómo vivíamos, no solo nosotros
–nuestro caso es especial, nos tocó en suerte una vida alegre en un contexto
terrible, lúgubre-, sino nuestros coetáneos en general: cómo vivían, qué los
conmovía, qué los hacía reaccionar.” (p.339)
Este fragmento es importante y clarificador por
varias razones. Como lector interesado en el tema de la vida en la Unión Soviética he leído los libros de memorias de Evgenia Ginzburg, Anna Lárina
y Nadiezhda Mandelstam; las dos primeras
represaliadas y enviadas a campos de concentración, y la tercera perseguida y
marginada por las actividades de su marido. El de Lunguiná, como ella misma
advierte, es otra cosa pues: “nos tocó una vida alegre en un contexto
terrible”, con lo cual se puede permitir explicar muchos aspectos de la vida
cotidiana y, al mismo tiempo, dejar constancia de las condiciones de censura y
persecución que se producían tanto en los tiempos del estalinismo como en
épocas posteriores.
Así, por ejemplo, lo que afirma en el siguiente
fragmento:
“(…) Había
planes de detención. Por regiones. Con independencia de los hechos. Cualquier
mínimo desliz valía. Y la red de prohibiciones era tan tupida que no había
manera de esquivarla. De hecho, todo ciudadano cometía actos ilícitos.
Inevitablemente, todos y cada uno. Por tanto, encerraban tranquilamente al número
de individuos requeridos y, así, mes a mes, el KGB (NKVD) local cumplía el
plan.” (p. 136)
El libro en lo fundamental resulta bastante
interesante e instructivo más allá de que haya momentos en que, seguramente por
el desconocimiento de los personajes de los que habla, pueda resultar un tanto
farragoso sobre todo para un lector no ruso.
El mundo en el que se desarrolló la vida de la
autora era el de la intelectualidad moscovita. Ella como traductora y, además,
casada con un autor teatral. Por eso son muy interesantes los momentos en los
que salen a relucir personajes como: Shalámov, Grossman, Solzhennitsyn o
Pasternak, entre los más conocidos. Así, por ejemplo, habla de los motivos de
la prohibición del libro de Grossman sobre Armenia que, precisamente, leí hace
muy poco o del triste final de un escritor tan importante como Shalámov.
También de la relevancia de la poesía para los rusos que hizo que poco después
de la muerte de Stalin:
“Pronto empezaron a organizarse aquellos grandiosos
recitales en los que los poetas actuaban en los estadios y los estadios se
quedaban pequeños para acoger a todos los que deseaban entrar.” (p. 206)
Algo realmente increíble visto desde un país como
España.
En otro orden de cosas analiza, aunque sea
someramente, los cambios que se produjeron con la llegada de Jrushov al poder y
posteriormente con Brézhnev que supusieron una cierta mejora relativa en las
condiciones materiales de vida. Por cierto, en este sentido dedica todo un
capítulo a describir las tiendas, hoteles y restaurantes que existían hasta en
los lugares más recónditos para que pudieran comprar los miembros de las élites
dirigentes.
No están exentas estas memorias de un par de
confesiones de no haber actuado como debiera en momentos muy concretos por
miedo a perder lo poco que se tenía.
Me ha resultado especialmente significativo el hecho
de que a lo largo de todo el libro, y por lo tanto a lo largo de casi todo el
siglo XX -las fechas de la autora son 1920-1998-, se hace alusión a la
existencia del antisemitismo de una forma más larvada o más expresa según las
épocas.
Para finalizar, una reflexión de Lunguiná que me
parece muy acertada e ilustrativa de muchos comportamientos no solo de gentes
que salen en el libro, sino de otros que cada uno puede conocer:
“Y resulta –la vida me lo ha enseñado- que el valor
intelectual cuesta más que el valor físico, que la superación del temor por tu
propio pellejo. A la gente le es más fácil arriesgar su vida que aceptar que
todo el camino recorrido ha sido un error, renegar del pasado, renunciar a la
corriente a la que ha servido a lo largo de su vida.” (p. 214)
Un libro que se lee con mucha facilidad y con
interés irregular según los temas y los momentos, pero en el que se pueden
encontrar informaciones y reflexiones interesantes.
La edición se completa con una extensa galería de fotos de más de 100 páginas.
La edición se completa con una extensa galería de fotos de más de 100 páginas.
Lilianna Lunguiná, Versión original. Memorias
literarias narradas a Oleg Dorman. Traducción Yulia Dobrovolskaia y José
María Muñoz Rovira.
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