Hace poco comentaba una de las últimas novelas
publicadas por la autora y ahora lo hago con una de las primeras. Fue publicada
en 1981, es decir, cuando Ernaux acababa de cumplir 40 años. Como parece ser
que es habitual en esta escritora, esta novela es básicamente autobiográfica.
De hecho he leído en algún comentario que en la edición francesa pidió que se
retirara de la portada la palabra novela y que se dejase la de autobiografía.
Sea como sea, lo cierto es que se trata de un libro
magnífico, uno de los mejores que he leído últimamente, de los que más
recuerdos me han traído y también de los que más me han hecho pensar.
El libro cuenta en primera persona la historia de
una mujer desde la infancia hasta su matrimonio y su doble maternidad.
Aunque no hay división ni en partes ni en capítulos,
creo que se pueden percibir tres momentos bastante diferentes.
En el primero habla de su infancia y tienen
auténtico protagonismo los padres. Unos padres bastante peculiares ya que él se
encarga de las principales tareas domésticas, algo no solo poco habitual para
la época, años cuarenta, sino que yo diría que era algo realmente
extraordinario, sobre todo teniendo en cuenta que ambos trabajaban: ella
llevando una tienda de ultramarinos y él un bar.
En la segunda asistimos a la época de estudiante de
bachillerato y universidad. Se producen los primeros escarceos amorosos y las
amistades que van a ir fijando los diferentes modelos de mujer entre los que
deberá elegir la protagonista.
Finalmente, en lo que para mí es lo mejor del libro,
en el tercer momento relata su temprano matrimonio a los veinte años seguido
muy pronto del primer embarazo y parto.
A lo largo de toda esta trayectoria vemos a una niña
que escribe preciosas palabras sobre sus padres; a una estudiante que tiene muy
buenas notas pero que pierde algunas opciones por la clase social a la que
pertenece; una joven que tiene una madre que no coincide en absoluto con la idea
de madre que le dan en el colegio (religioso, claro); y a una mujer que una vez
casada va descubriendo que es más importante el trabajo de su marido que el
suyo, que se tiene que encargar en solitario de las labores de la casa algo
para lo que no estaba preparada en absoluto, pero que es la máxima realización
de una mujer según su suegra (las dos extraordinarias páginas que dedica a este
personaje son un verdadero manifiesto feminista).
He dedicado bastante espacio a contar de qué va el
libro y, sin embargo, creo que no le he hecho justicia porque lo importante de
este magnífico texto no es solo que cuenta, sino cómo lo hace, con qué
precisión y sinceridad está reflejada la realidad de una joven y de una mujer
de esa generación. Este es un libro que seguramente disfrutará más una mujer
sobre todo si es de una generación parecida a la de Ernaux, pero también tengo
que decir que yo como hombre de casi la misma época de la autora me he sentido
concernido y he entendido perfectamente los problemas y las dudas de la
protagonista.
Un texto que termina siendo un alegato feminista sin
necesidad de hacerlo demasiado explícito que es como resultan mejores los
alegatos, esto es, basta con mostrar la realidad para darse cuenta de lo
injusta que es.
Un libro absolutamente recomendable porque llega al
corazón y a la cabeza, y porque está magníficamente escrito. Sin duda uno de
mis libros del año.
Hay una reseña muy buena y muy completa de Marc Peig (quien precisamente me recomendó a esta escritora) en
unlibroaldia.blogspot.com. También hay una entrevista interesante con Jacinta Cremades en elcultural.com.
Annie Ernaux, La
mujer helada. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.
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