A pesar de mi interés manifiesto por el tema del
Holocausto, como se puede comprobar en multitud de entradas del blog, y de que
he tenido más de una vez en la mano el libro de Hilberg La destrucción de los judíos europeos, nunca me he decidido a
comprarlo seguramente por su gran extensión y porque me parecía demasiado
especializado y prolijo en sus informaciones. Sin embargo, al conocer la
existencia de estas memorias sí me ha apetecido saber algo más del personaje.
Yo diría que el libro tiene tres partes. Por un lado, algo típico
de muchas memorias que es el hacer una descripción, aunque sea somera, de los antepasados. Por otro lado, la parte
central está dedicada a los momentos de investigación y escritura. Finalmente,
dedica gran espacio a los problemas para su publicación (basta decir que no se
publicó en Israel hasta 2012) y a debatir sobre alguna de las críticas
recibidas.
Ni que decir tiene que a mí la que más me ha
interesado es la segunda parte. En esta, en el capítulo titulado Documentos
cuenta incluso algunos errores de interpretación que tuvo y también establece
algún curioso paralelismo entre su escritura y la música. También resulta muy
interesante, sobre todo para quienes no hemos leído su obra, el resumen que
hace de sus tesis principales que son las que le han causado más de un
problema. Problemas que le hacen criticar varias obras posteriores como, por
ejemplo, la de Arendt sobre Eichman.
A pesar de que, como decía antes, soy alguien
interesado en el tema que estudió el autor me ha sorprendido lo que dice en el
siguiente fragmento:
“En Estados Unidos, el fenómeno ahora conocido como
el Holocausto no arraigó hasta después de las penurias de la guerra de Vietnam,
cuando una nueva generación de norteamericanos estaba buscando certezas morales
y el exterminio judío se convirtió en un símbolo de la maldad absoluta con el
que medir y valorar todas las demás transgresiones conductuales de las
naciones. Para Alemania, el momento no llegó hasta los años ochenta, cuando los
culpables habían muerto o vivían en geriátricos; por primera vez, sus hijos e
hijas, sus nietos y nietas, pudieron hacer preguntas directas sobre la
actividad de la gente mayor durante el periodo nazi.” (p. 133-134)
No pensaba que había tardado tanto en abrirse paso
el interés. De hecho el propio Hilberg, citado en el Epílogo que hace otro
especialista como Florent Brayard, explica:
“De hecho, pensaba que era el único que investigaba
la aniquilación de los judíos. Estaba Poliakov en Francia, pero yo lo ignoraba,
y Reitlinger en Londres, pero tampoco sabía nada de él. Solo estábamos nosotros
tres, pero no nos conocíamos (…)” Por tanto estaba solo, solo en una isla por
así decirlo, y no sabía que hubiera nadie más.”
Y continúa comentando el propio Brayard:
“Esta sobrecogedora contestación permite comprender
el carácter pionero del enfoque de Raul Hilberg en los años cuarenta y
cincuenta, y la fuerza de carácter que fue necesaria para atacar un tema como aquel a pesar del pesimismo general y llevarlo a buen puerto.” (p. 233)
Es interesante saber que es el único historiador que
es entrevistado en la monumental serie documental Shoah de Claude Lanzmann, serie y autor que aparecen varias veces
en estas memorias y que vuelvo a recomendar encarecidamente porque creo que es
lo mejor que se ha hecho nunca, y que seguramente se hará, sobre el Holocausto.
En fin, un libro de memorias que se lee con interés
en alguna de sus partes y con algo menos en otras que, además, como sucede con
sus primeros pasos como profesor, resultan un tanto confusas. En todo caso,
tiene también el interés añadido de que no es habitual poder conocer los
problemas con los que se enfrenta un historiador para realizar sus
investigaciones y luego para poder llegar a publicarlas.
Hay un reseña muy buen y completa de Guillermo Altares en elpais.com.
Raul Hilberg, Memorias
de un historiador del Holocausto. Traducción Àlex Guàrdia Berdiell.
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