Este es uno de esos libros que compro y leo por lo que he escuchado en la radio. Un día hablaban de la autora y, sobre todo, de este libro como uno de los mejores de la literatura británica del siglo XX. Esto me animó aunque como ya he dicho muchas veces en el blog, dejé de atender a esta literatura hace tiempo y solo de vez en cuando me acerco a ella. Este es, pues, uno de esos casos y tengo que decir que termino con una sensación ambivalente.
Creo que he leído una buena novela, seguramente una gran novela, pero también una novela a la que me acerqué con tantas expectativas que no todas se han visto satisfechas.
La novela cuenta con un magnífico protagonista,
Charles, director y creador teatral, que es quien narra en primera persona la
historia centrada principalmente en sus
distintas relaciones con mujeres y, sobre todo, lo que para él es su verdadero amor,
Hartley, que fue su compañera de estudios pero que se casó con otro por miedo a
que Charles la abandonara por otra mujer. Ahora, a los sesenta años, al
trasladarse a vivir a un pueblo de la costa inglesa, la encuentra de nuevo y se
revitaliza ese amor de juventud o, lo que sería más exacto, su obsesión.
El libro está concebido como un diario de Charles y
en él va relatando todo lo que le sucede en el pueblo al que acuden en
diferentes momentos dos de sus antiguas amantes, sus maridos y, el otro personaje
clave del libro, James, el único primo del protagonista por el que este sintió
gran envidia cuando eran jóvenes y ahora se ha convertido en celos.
Esta es a muy grandes rasgos la base de una novela
que tiene 732 páginas que es en mi opinión uno de sus principales hándicaps ya
que hay momentos en que decae bastante la historia, se alargan en exceso las
conversaciones entre Charles y sus examantes y se repiten las mismas ideas.
La novela empieza con un capítulo titulado
Prehistoria en el que el narrador va alternando lo que le sucede en la
actualidad con su llegada al pueblo con algunos aspectos de su autobiografía.
Es un buen inicio narrado con un ritmo muy pausado, con buenas descripciones y
ambientación, centrada esta sobre todo en la presencia permanente del mar.
Prácticamente no hay ningún diálogo hasta la página 150. A partir de ahí, con
el mismo título de Historia, desarrolla la trama en seis capítulos y un Post scriptum final.
Murdoch nos presenta a un protagonista no demasiado
positivo: egoísta y egocéntrico, con muchas relaciones amorosas pero poco
compromiso en ellas, que rechaza el matrimonio, obsesivo en su deseo de
relación con Hartley que hace que su amor aparezca como algo bastante infantil,
pero, al mismo tiempo, también es alguien que ha tenido éxito profesional y que
es reconocido en el ambiente del teatro.
En la novela hay dos temas que son recurrentes, los
celos y los aspectos más negativos del matrimonio. Celos tiene una de sus
amantes de otra, el marido de Hartley de Charles y este de su primo. Sobre el
matrimonio puede ser ilustrativo el siguiente fragmento:
- Gracias a Dios, uno se olvida de sus amores como se olvida de sus sueños.” (p. 169)
(Diálogo con su amante Rosina)
“-Tu problema esencial, Charles, es que desprecias a
las mujeres (…)
-No desprecio a las mujeres. Antes de los doce años ya estaba enamorado de todas las heroínas de Shakespeare.” (p. 247)
(Conversación con Perry, el marido de Rosina)
Como resumen diría que es una magnífica novela, pero
también que habría sido mucho mejor si le hubiese suprimido algunos de los
diálogos de la parte central y esos movimientos vodevilescos que en ella se
producen y que, no aportando nada interesante, alteran bastante el ritmo de la
narración.
Habrá que leer alguna obra más de la autora para
tener una mejor visión. No obstante, sí tengo que reconocer que a mí me llega
más alguien como Annie Ernaux o incluso Edna O’Brien por citar a dos autoras de
las que he leído bastante últimamente.
Iris Murdoch, El
mar, el mar. Traducción Marta Guastavino.
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