lunes, 1 de junio de 2020

Fin, espero que provisional, de la obra de Dovlátov





Creo que puedo decir que con la lectura de este libro cierro esa especie de maratón Dovlátov que me ha llevado a leer todos los que he encontrado del autor en apenas cinco meses. No recuerdo haber hecho eso antes con ningún escritor, claro que este tiene la ventaja de que sus libros son novelas cortas que además se leen con enorme facilidad.
De este Retiro decía el propio autor en un escrito remitido a su editor:

“Sin argumento, sin idea preconcebida, lenguaje ordinario… ¿Qué creo que tiene? Creo que tiene voces, imágenes y personas, algo así como un panorama de la vida en una aldea; y, por último, una especie de historia de amor.” (p. 187)
(Reproducido por Lino González Veiguela en la interesante nota biográfica que hay al final de esta edición.)

La aldea es esa especie de parque temático dedicado a Pushkin al que acude el protagonista, verdadero trasunto del autor que esta vez no utiliza su propio nombre, ante la acumulación de deudas; la historia de amor es con su mujer de la que nos cuenta, además, cómo fueron sus inicios; y las personas son unos personajes realmente magníficos como suele ser habitual en Dovlátov, con un Mitrofánov que es una creación realmente espléndida.
Como es habitual hay alguna crítica al sistema; en este caso es su mujer la que la hace en fragmentos como el siguiente:

“- Ya, pero ahora dejan irse a la gente.
- Y yo quiero aprovechar la ocasión. Estoy harta. Harta de hacer cola para comprar quién sabe qué porquería. Harta de ir por ahí con las medias rotas. Harta de que me pongan contenta unas miserables salchichas de vaca… ¿Qué es lo que te ata a esto? ¿El Hermitage, el Neva, los abedules?
-  Los abedules me la sudan, Tania.
- Entonces, ¿qué es?
- El idioma. En un idioma ajeno perderemos el ochenta por ciento de nuestra personalidad. Somos incapaces de bromear, de ironizar. Solo de pensarlo me entra terror.” (p. 107-108)

En él aparecen también dos temas importantes. Uno en el desarrollo de la novela como es la emigración, ya que la mujer quiere irse, pero a él le retiene, precisamente, el idioma, segundo tema, que es una de las principales características de la escritura de Dovlátov: su uso muy particular de la lengua, como hemos visto que menciona en su carta al editor.
También hay, como siempre, sentido del humor por todas partes. Solo dos ejemplos:

 “–Verá usted, he leído muchísimo sobre los perniciosos efectos del alcohol… Así que he decidido dejarlo. Para siempre. Dejar de leer quiero decir…” (p.12)

“- El techo tiene agujeros.
- Cuando hace bueno no se nota. Y por lo que dicen, no parece que vaya a llover.
- Hay grietas en el suelo.
- Ahora es más llevadero. Antes por esas grietas entraban a visitarme los perros vagabundos.
- No parece que hayas tapado las grietas.
- No, pero he amansado a los perros. Ahora somos colegas.” (p 118-119)
(Conversación con su mujer cuando le está enseñando el lugar en el que vive en la aldea)

Hay incluso algún momento que recuerda esos “diálogos para besugos” que había hace años en alguna revista gráfica española.
En fin, un libro típico del autor tan recomendable como todos. Creo que estamos ante un escritor que puede gustar a la inmensa mayoría de los lectores y, desde luego, a muchos convertirlos en verdaderos fans. Es el caso de Juan G.B., como demuestra con su magnífica reseña en unlibroaldia.blogspot.com a la que me remito para mayores, y mejores,  informaciones sobre el libro.
Solo me queda animar a la editorial Fulgencio Pimentel para que siga traduciendo libros de este gran escritor.

Serguéi Dovlátov, Retiro. Traducción Tania Mikhelson y  Alfonso Martínez Galilea.


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