Cuando hace dos meses terminé
Poeta chileno, la primera novela que
leía de Zambra, me di cuenta de que ahí había encontrado otro filón de buena
literatura y que había que ir conociendo más de su obra. Es lo que he hecho con
el libro que ahora comento.
Esta es una novela mucho más corta que la citada, apenas tiene 164 páginas, y está escrita mucho antes, en 2010, pero tiene una escritura tan buena ya y una construcción igualmente muy elaborada. Como dice Jordi Corominas en revistadeletras.net:
“El poeta chileno ha tejido una novela con una estructura admirable y un contenido asombroso por valiente, original y comprometido”
Contenido que resume muy bien Francesc Bon en su reseña para unlibroaldia.blogspot.com:
“La amistad de dos niños esconde misterios sobre las personas que los rodean. Una historia fascinante por lo posible y por lo real, aderezada con la dosis exacta metaliteraria. El autor que se refleja y se incluye en la historia, que duda y que especula sobre el mejor modo de contarla. Con cada detalle que sugiere y retrata y con cada palabra en su justo lugar”.
A esa relación dedica los capítulos primero, que se desarrolla en los momentos finales de la dictadura, y tercero, que sucede en 1995 pero en el que se vuelve de vez en cuando a los mismos momentos y pasajes que en el primero. En los otros dos aparece el mismo narrador con sus problemas tanto personales (separación), como profesionales, estos en concreto sobre la escritura de la novela haciendo verdadera metaliteratura con reconocimientos como el que sigue:
“Abandonamos un libro cuando
comprendemos que no estaba para nosotros. De tanto querer leerlo creímos que
nos correspondía escribirlo. Estábamos cansados de esperar que alguien
escribiera el libro que queríamos leer”.
Y más adelante con una cita
muy significativa de La promesa del alba de Romain Gary:
“En lugar de gritar, escribo libros”. (p.155)
Hay bastantes referencias a
la situación política tanto de la época de Pinochet como del momento de la
escritura cuando sale elegido Piñera como nuevo presidente y antes también
alguna sobre la época de la Concertación. Muy interesante resulta la visión de
los padres del narrador que no eran pinochetistas, pero tampoco anti, es decir
que pretendían mantener una cierta neutralidad, algo bastante difícil cuando la
situación es tan extrema.
Buenos personajes, buena
historia y buenas reflexiones sobre literatura que, unido a una buena
escritura, hacen de la lectura de este libro una experiencia gratificante y
animan a seguir indagando en la obra de este buen escritor chileno.
En mi caso particular a todo
lo anterior se une que aparecen citados Tim O’Brien y Romain Gary, dos
escritores que no son fáciles de encontrar en las páginas de un libro, y
Natalia Ginzburg, esto es, tres escritores que me gustan muchísimo, así como el
documental La batalla de Chile que
tantas veces he visto y siempre con la misma, o mayor, emoción.
Para una mayor y mejor
información sobre el contenido del libro remito a las dos buenas reseñas
mencionadas anteriormente.
Alejandro Zambra, Formas de volver a casa.
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