Ayestaran ha hecho un texto bastante peculiar y difícil de
clasificar. Tiene parte de guía turística, de reportaje sobre sus habitantes,
de explicación de la situación sociopolítica, de historia y mucho de su sentimiento
por la ciudad a la que, como dice en el apartado de Agradecimientos, ama por lo
mucho que le ha dado a él y a su familia.
El libro está dividido en siete capítulos: uno a la zona
Extramuros, cuatro a los diferentes barrios, otro a los tres Lugares Santos y
el último a la situación de Oriente Medio en general.
Lógicamente, el núcleo y la parte más importante es la
dedicada a los cuatro barrios que forman la Ciudad Vieja. Ayestaran los recorre
y nos los muestra charlando con personajes que los pueblan. Así:
En el Musulmán habla con el dueño de un restaurante dedicado
al humus, con el de una tienda de café, con el de otra de alquiler de cruces,
con el de una gran librería o, incluso, con colonos judíos que viven entre
musulmanes.
En el Cristiano, con el dueño del Hotel Imperial, con un
tatuador de tatuajes religiosos, con el que lleva una galería de arte, con un
anticuario, con un estadounidense que vive imitando la vida de Jesús o con las
monjas que llevan el Colegio español.
En el Armenio, con un sacerdote, con ceramistas o con un
cura sirio-ortodoxo que es todo un personaje.
En el Judío, con gente de distintas comunidades como los
jeradíes, caraítas o samaritanos, con un rabino que va a la plaza para enseñar
judaísmo a los judíos, con Virginia, una española de Toledo que ha pasado ya
por dos conversiones, con un policía y con una ONG que denuncia la politización
de la arqueología.
El capítulo dedicado a los Santos lugares también está
organizado con la participación de un franciscano, un almuédano, un doctor de
historia palestino y un rabino.
Me he extendido un tanto para que se aprecie el tipo de
libro que ha compuesto Ayestaran quien, por lo general, se limita a narrar el
recorrido hasta cada lugar y luego da la palabra a su entrevistado y solo de
vez en cuando da su visión o su opinión.
Un ejemplo de lo primero bien podría ser el siguiente
diálogo:
“- Mahmud, todos los policías son negros – le digo al ver a
los agentes allí desplegados.
-Son los peores, hermanos llegados de Etiopía, judíos, y nos
tratan mucho peor que el resto, por eso les ponen aquí – responde acelerando el
paso ante los uniformados-, ellos sufren el racismo dentro de la sociedad
israelí por ser negros y nosotros lo pagamos con su racismo religiosos por ser
musulmanes”. (p. 56)
Mientras que el siguiente fragmento lo es de la visión del
autor:
“Si los israelíes quieren toda la tierra y ser a la vez un Estado
democrático, este estado no será judío. Si, por el contrario, buscan crear un Estado
judío en todo el territorio, este no podrá ser democrático”. (p. 216)
Evidentemente, en un libro así hay momentos y temas que son
más interesantes y otros, pocos, algo menos. Sí tengo que reconocer que yo como
ateo y anticlerical visceral y racional, he encontrado muchos motivos para
mantenerme en ello. Por un lado, la inflación de “religiosidad” que se da en
esa ciudad resulta un tanto absurda, como lo es que cada una de las tres
“religiones del libro” reclame partes de los diferentes lugares. Por otro, ver
los enfrentamientos religiosos entre la reducida comunidad armenia o las peleas
a puñetazos entre miembros de una misma religión, no animan precisamente a
creer que se trate de algo muy positivo. Pero, claro, reconozco que mi mirada
es algo o bastante tendenciosa.
El libro, como no podía ser de otra manera, está muy bien
escrito, tiene agilidad, pero se debe leer poco a poco, sin darse atracones.
Una lectura interesante y recomendable.
Mikel Ayestaran, Jerusalén, santa y cautiva. Desde el
corazón de la Ciudad Vieja a la eternidad.
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