Dice Carlos Arribas en el Prólogo:
“La mirada de Ander Izagirre, ladrón fugaz de decenas de vidas de ciclistas, de sus recuerdos, la mirada con la que da vida, palabra, imagen, a decenas de momentos del Tour de Francia, es la mirada voluntariamente ingenua de la fascinación. Es la única mirada que admite el ciclismo considerado como una pasión”. (p. 7).
Y desde luego
si algo rezuma cada página del libro es la fascinación y la pasión que por ese
deporte siente el autor quien, por cierto, lo practicó de joven a nivel
prácticamente profesional. No sé si al dejarlo se perdió algo importante el
ciclismo, pero sí que lo ganó el periodismo.
No he sido un
gran aficionado al ciclismo, pero sí que he visto innumerables finales de etapa
retrasmitidos por la televisión, sobre todo en la época en que se cortaba la
imagen a cada rato en las subidas a los puertos máxime si había algo de niebla.
De todas formas sí tengo el suficiente conocimiento para que todos los nombres
que aparecen desde finales de los cincuenta me resulten conocidos y algunos
incluso familiares.
En mi infancia
y adolescencia uno de nuestros juegos favoritos era reproducir las carreras
ciclistas. Para ello, con las chapas de las botellas de cerveza y refrescos,
elaborábamos nuestros “ciclistas” con su correspondiente foto y los colores del
equipo. Luego, construíamos los circuitos bien en la tierra de un parque,
dibujándolo con tiza en la calzada o aprovechando el borde de las aceras. Horas
y horas de juego y clasificaciones que incluían el premio de la montaña. De ahí
surge mi posterior afición a ese deporte. Por cierto que en esa época fui
acérrimo seguidor del equipo Kas dirigido por Dalmacio Langarica que no recuerdo
ahora haberlo visto en el libro.
Volviendo al
texto de Izagirre tengo que decir que es un libro muy entretenido, aportando
datos muy curiosos, enormemente divertido en algunas de sus anécdotas,
emocionante también en algunos momentos y a partir de algunos personajes, y
siempre escrito con mucha agilidad y buena escritura. Evidentemente un placer
para aficionados a este deporte, pero creo que incluso puede disfrutar quien no
lo sea demasiado.
Me limitaré a
poner algunos ejemplos: antes de plantear la subida al Tourmalet la probaron en
coche; un ciclista francés, Lapize,
llamó asesinos a los organizadores de la prueba; otro ciclista,
Walkowiak, se arrepintió de ganar la carrera; retrata magníficamente la
rivalidad, no exenta de camaradería a veces, de Bartoli y Copi; aparece también
un Anquetil muy desconocido para mí (era el ídolo de casi todos mis amigos; uno
llamaba a su bicicleta “anquetila”) y entre todas las anécdotas me quedo con la
de El Cojo, un ciclista de Bilbao que
se presentaba en las salidas sin nada para avituallarse (en esa época esto
corría a cargo de cada participante), pero que había dejado cazuelas de bacalao
a lo largo del recorrido o, también, que iba a París en bicicleta para
participar en el Tour, lógico siendo de Bilbao, aunque también lógicamente
terminaba abandonando y, por último, también relata muy bien algunas de las
carreras tanto de Delgado como de Indurain.
En fin, un
libro muy variado y del que se sale más aficionado que antes de su lectura. Hay
otro sobre el Giro del mismo autor, pero no me animo porque es una carrera que
apenas he seguido. Eso sí, insistiré en otros trabajos suyos.
Quien quiera
más informaciones puede acudir a la buena reseña que hay en
varadoenlallanura.blogspot.com
Ander
Izagirre, Plomo en los bolsillos.
Malandanzas, fanfarronadas, traiciones, alegrías, hazañas y sorpresas del Tour
de Francia.
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