Hablando de literatura hay pocos placeres tan grandes como
el de descubrir un nuevo libro de Zweig en los estantes de una librería. Su
obra parece realmente inagotable y la editorial Catedral reúne en este libro una
selección de sus ensayos que fueron publicados en los años 80.
De este escritor he hecho ya prácticamente todas las
alabanzas que se me pueden ocurrir. Realmente no me canso de leerlo y siempre
es un placer enfrentarse a su escritura.
En este caso son diez los ensayos reunidos en este volumen.
Van de 1914 a 1941 y aunque tocan varios temas destacan por encima de todos los
dedicados a la idea de Europa y a su posible,
y necesaria, unificación por un lado, y los dos centrados en la historia, por
otro. Además, hay uno muy interesante sobre la creación artística y otro
precioso sobre la ciudad de Viena que escrito en 1941 demuestra el amor y la
nostalgia de Zweig por su ciudad.
En relación a los que hablan de Europa yo destacaría el
interesante y completo repaso que hace a los diferentes momentos en los que ha
habido procesos de unificación así como la forma en que finalizaron. También el
discurso de 1934 sobre la necesaria unificación en esos momentos cruciales para
el devenir del continente.
Los dos ensayos que dedica a la historia son bien
diferentes. En el de 1931 se centra en su visión de la historia y da algunos
ejemplos en la línea de sus “Momentos estelares de la Humanidad”. Sin embargo,
el de 1939, no es casual la fecha, lo centra en la enseñanza de la historia, en
cómo se utiliza para fomentar comportamientos nacionalistas y cómo se debería
centrar su estudio en los aspectos de la cultura que son comunes a todas las
naciones. Una propuesta que no se ha llevado nunca a la práctica. Tengo que
decir que, como profesor de historia que he sido durante veinticinco años,
firmo desde la primera a la última línea todo lo que decía Zweig en esas fechas
tan lejanas. También comparto su visión crítica de ese género hoy tan de moda: “(…)
la mayoría de las obras que se presentan como novelas históricas o relatos
históricos en realidad funcionan como caricaturas de la historia, son un
híbrido nulo, una fechoría literaria”. (p. 46)
La demostración de amor y nostalgia de Viena que antes
mencionaba, y que le llevan a escribir un bellísimo artículo, le hacen también
mostrar el carácter elitista que tenía con ese “todas” del siguiente fragmento:
“En el teatro nacional y en la ópera confluían todas las
clases sociales, la aristocracia y la burguesía y la nueva juventud. Eran la
gran comunidad, y todo lo que allí ocurría lo sabía la ciudad entera”. (p. 179)
Estos ensayos, como otros muchos ya publicados en diferentes
colecciones, demuestran a un Zweig que era capaz de enfrentarse a una gran
variedad de temas y aportar ideas interesantes y sugerentes sobre casi todos.
Pero, además, y sobre todo, tenía la gran virtud de comunicarlo con una
claridad y una riqueza de expresiones tal que yo no conozco otro caso similar.
Seguramente me puede un cierto “forofismo”, pero ya que no lo soy en el
deporte, al menos me dejo serlo un poco en la literatura.
Para terminar, reproduzco un breve fragmento que a pesar del mucho tiempo transcurrido desde que se escribió, 1939, creo que, desgraciadamente, tiene gran actualidad y se puede aplicar perfectamente a nuestra realidad.
“El odio, la cólera, la belicosidad son en su naturaleza
emociones breves, y fue por eso que tuvieron que inventar esa horrible
disciplina llamada “propaganda” para alargar artificialmente esos fugaces
estados emocionales”. (p. 142)
Evidentemente es un libro muy recomendable para cualquiera
al que le interesen estos temas o para quien quiera leer un texto
magníficamente escrito. Solo me queda desear que se sigan haciendo
recopilaciones porque material hay para ello.
Stefan Zweig, Mensajes
de un mundo olvidado. Traducción Esther Cruz.
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