Este es uno de esos libros a los que hay que enfrentarse con
decisión, con ganas y en un buen momento personal porque, de lo contrario, es
fácil que surja en varios momentos la tentación de abandonarlo lo que desde
luego sería una pena. Yo he tenido esa tentación muy al principio y otra vez ya
en la parte central, pero ha sido el deseo de tener la experiencia de una
lectura como la que propone el autor lo que me ha hecho continuar. Hay que
decir también que el libro tiene 733 páginas lo que ya asusta un poco.
Dicen los traductores en una nota al principio del libro:
“El estilo de Ovcina es único, nadie escribe como él, en Bosnia ni en ningún otro lugar. La suya es una escritura llena de omisiones, de espacios en blanco; Ovcina parece rehuir los verbos y, de esta forma arrojarnos a un mundo de acciones implícitas, de esquirlas de oraciones que se precipitan hacia un sentido hondo, directo, crudo …, y a su vez confieren al texto un ritmo que nos arrastra como lectores a un experiencia real y orgánica de los acontecimientos, vistos a través de los ojos de un joven de diecisiete años que se abisma atónito al infinito mar de horror que es la guerra y que, entre sus furiosas olas, logrará hallar resquicios de esperanza, tablas de salvación”. (p. 8)
Por este fragmento ya se puede empezar a intuir que se está
ante un texto si no difícil, sí diferente y con peculiaridades que hay que
aceptar porque además de estos aspectos formales, está que el tema central de
la novela es la guerra de los Balcanes y en concreto en la ciudad de Sarajevo.
La historia está narrada por el protagonista, un joven de
diecisiete años del que no sabemos el nombre. El libro está dividido en tres
partes muy diferentes en extensión En la primera, la más corta, el joven vive
con sus padres hasta que muere la madre. Es estudiante, tiene una novia y ve la
guerra como algo muy externo. En la segunda, de una gran extensión, va al
antiguo barrio en el que vivía la familia y allí es retenido por miembros de la
recién creada República Srpska (la de los serbios de Bosnia) y destinado a un
pelotón de trabajo al mando de un comandante. El pelotón se dedica
fundamentalmente a dos cosas: retirar enseres en inmuebles que han abandonado
los vecinos para llevarlos a otras viviendas que han ocupado los serbios y,
sobre todo, a retirar cadáveres de bosnios musulmanes (“turcos” en la terminología
que utilizan los serbio bosnios) que han sido ajusticiados por alguno de los
diferentes grupos militares y paramilitares existentes. En la tercera parte,
algo más extensa que la primera, el narrador ha logrado huir del pelotón de
trabajo y se ha recluido en un edificio en el que sobrevive gracias a los
cuidados de una vecina con la que mantiene una relación amorosa.
No parece que con estos acontecimientos se puedan escribir
tantas páginas, pero es que Ovcina va relatando todo y acumulando hecho tras
hecho para llevar al lector a tener casi las mismas sensaciones que pudiera
tener el protagonista. Hay una narración exhaustiva de la vida cotidiana de tal
forma que, por ejemplo, en la tercera parte el narrador cuenta las páginas que
lee cada día, las que escribe, los abdominales y las sentadillas que hace, etc.
Quizá no hubiese sido necesaria tanta reiteración, pero creo que es algo
perfectamente buscado por el autor aunque, claro, la novela hay momentos en que
resulta un tanto tediosa.
Algunas cosas que llaman la atención: la represión tan
desordenada que se produjo fruto probablemente de la cantidad de grupos que
había (en la novela se pueden llegar a diferenciar por su vestuario), represión
que, por cierto, en muchos casos se debía simplemente a querer quedarse con sus
bienes (algo que ya conocemos de otras guerras civiles); las escenas de sexo
llenas de elipsis y con un tratamiento como yo no había leído nunca; el
interesante debate que se desarrolla con un serbio bosnio que no quiere
participar en la guerra; los pocos personajes con una actitud positiva que
aparecen y, finalmente, la mención de la obra Vida y destino con la que, curiosamente, ha comparado alguna
crítica el libro de Ovcina.
Un libro sobre la represión en una guerra civil parecería
que tendría que tener muchas escenas brutales, pero no es así. El autor, con su
forma de narrar, nos evita imágenes demasiado explícitas aunque, evidentemente,
no sea agradable estar leyendo sobre la recogida de muertos.
Quizá esto cambia un poco cuando se refiere a lo que sucedía
con las mujeres como se puede apreciar en los dos fragmentos siguientes:
“Aquí también había una muchacha, dice el vecino. Se la han
llevado a alguna parte.
¡Uf! Me temo que deseará no haber nacido. Nadie ha visto nada.
Y de todos modos los tribunales ni existen”. (p. 142)
“Las mujeres duermen en el balcón. Para tirarse abajo si
vienen también por ellas. No les queda ninguna esperanza. (p. 160)
Antes se ha hecho alusión a la forma de escribir de Ovcina y
lo siguiente puede ser un buen ejemplo:
“Que descansemos un rato. Nos sentamos en el bordillo. El
jefe nos ofrece cigarrillos. Del balcón en el bajo música con contenido bélico.
El día despejado. Huele la hierba detrás de nosotros. Varios civiles arrastran
cosas por el aparcamiento. En la caseta de alta tensión dos con brazaletes
blancos”. (p.363)
En fin, un libro muy recomendable con las salvedades que
hacía al principio. Creo que se enmarca en la literatura que hacen escritores
que vivieron las experiencias de ese conflicto; autores que han escrito libros
realmente magníficos y con formas a veces bastante novedosas, pero hay que
decir que ninguno ha llegado formalmente tan lejos como Damir Ovcina.
Hay una buena entrevista de Daniel Arjona con el autor en
elconfidencial.com y una reseña de Miguel Roán en letraslibres.com que ofrece
informaciones muy interesantes.
Damir Ovcina, Plegaria
en el asedio. Traducción Luisa Fernanda Garrrido y Tihomir Pistelek.
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