jueves, 9 de junio de 2022

Una gran escritora rusa



Hace cuatro años descubrí a esta escritora rusa gracias a la mención que de ella hacía Marta Rebón en su libro La ciudad líquida. Gracias a eso leí las dos obras que había publicado la editorial Anagrama que me parecieron magníficas. Hace unos días y por casualidad encontré este publicado en 2013 y enseguida me he puesto a leerlo.

Es un libro realmente muy peculiar en su tema y su estructura. Por un lado, y como su título indica, se trata de relatar los principales momentos de la vida de un personaje real, Daniel Rufeisen, y de algunas de las personas con las que se relacionó aunque la autora aprovecha también para crear otro conjunto de personajes de ficción. Por lo que se refiere a la estructura, Ulitskaia, como ahora veremos, habla de collage pero yo diría que se trata más de un auténtico puzzle en el que, además, no siempre es fácil encajar las piezas.

En palabras de la autora:

“No soy una verdadera escritora y este libro no es una novela, sino un collage. Recorto con tijera pedazos de mi vida y de la vida de otras personas y pego “sin pegamento/una novela viva sobre los jirones de los días””. (p. 463)

Basándose en la correspondencia entre algunos personajes, en diarios de otros, en conversaciones, charlas dadas por el protagonista, recortes de prensa (pocos), documentos, fragmentos autobiográficos, etc., la autora nos va llevando de los años 80 a los 90 y a los 70 y a 2006 (en este caso con un texto suyo con el que termina cada una de las cinco partes en que ha dividido el libro) con algún momento en los 40 y 50. Además, vamos de Polonia a Alemania, de Haifa a Hebrón, de Boston a Jerusalén, etc. Y todo ello con más de dos decenas de personajes que, de una manera u otra, tuvieron algo que ver en algún momento de su vida con Stein.

Esta gran cantidad de personajes, fechas y lugares ha hecho que, para una persona con los problemas de memoria que yo tengo, no haya sido fácil seguir en cada momento la historia, pero gracias a haber ido tomando notas y escribiendo los nombres de los que iban apareciendo he podido seguir más o menos el libro sin perderme nada importante.

Stein, Rufeisen, fue un judío polaco nacido en 1922 que colaboró durante la guerra con la policía alemana, luego con la Gestapo, con los partisanos rusos, con la NKVD y que, recogido por unas monjas católicas, terminó convirtiéndose a esa religión y entrando como fraile en la orden de los carmelitas viviendo desde 1959 en Israel.

Sobre su participación en las diferentes policías dice en un momento del libro:

“Cuando comencé a trabajar para la policía, juré fidelidad al Führer. Más tarde, como partisano ruso, juré fidelidad a Stalin. Pero no se trataba de auténticos juramentos, estaba obligado a hacerlos. Pagando ese precio no salvaba únicamente mi vida, sino también la de otras personas”. (p. 203)

Aquí está seguramente una de las principales razones para que la autora se fijase en él ya que salvó de la muerte a gran cantidad de judíos de la ciudad de Emsk.

En el libro se habla mucho de religión tanto del judaísmo como del catolicismo e incluso de las relaciones en los orígenes del segundo con el mundo judío. Reconozco que en algún momento me ha resultado excesivo y demasiado erudito, pero interesante a pesar de todo. Hay que tener en cuenta que, como alumno aventajado que estuvo doce años en un colegio de los hermanos maristas, soy un ateo convencido y un anticlerical militante, pero Ulitskaia hace que con su escritura y su forma de tratar los temas estos me lleguen a resultar atractivos y solo me generen rechazo en momentos muy puntuales.

También colabora que, después de escribir un libro como este, y casi al final deje el siguiente fragmento: 

 “Por otra parte, para comportarse bien no es necesario ser cristiano. Se puede también no ser nada. El último agnóstico o un ateo de pocos vuelos. Pero la elección de Daniel fue Jesús, creía que Él abría los corazones y liberaba a los hombres del odio y la maldad”. (p. 490)

Al menos deja abierta la puerta a que se trata de una elección y que no es la única forma de llegar a ser una buena persona. Algo que no todo el mundo es capaz de afirmar.

El libro tiene algo más de 500 páginas y, desde luego, es recomendable ir leyéndolo poco a poco tanto por los temas que aborda como por la complejidad de personajes, fechas y lugares de la que ya he hablado. Pero es un libro al que merece la pena dedicar unas horas porque, además de estar muy bien escrito, toca temas importantes a través de personajes que vamos descubriendo a medida que avanzamos en la lectura.

Dice la autora ya en el tramo final del libro 

“Mientras escribo las lágrimas me corren por las mejillas. No soy una verdadera escritora. Los verdaderos escritores no lloran. Las personas reales que vi cerca del Daniel real eran diferentes, las mías son inventadas. El mismo Daniel en parte es inventado. Y mucho menos existió Hilda: en su lugar, había una mujer dura y autoritaria cuya vida me resultó totalmente inaccesible”. (p. 463)

Un texto hermoso que produce sensaciones a veces contrapuestas, que anima a la reflexión, que emociona por momentos, que provoca rechazo en otros, que favorece el conocimiento de algunos aspectos de las diferentes religiones, que, por qué no decirlo, aburre también cuando no se está muy centrado en su lectura, pero que, en definitiva, supone una magnífica experiencia literaria.

He echado de menos en esta edición algunas notas que aclarasen algunos conceptos sobre todo del judaísmo y de las costumbres judías. Algo realmente raro ya que Marta Rebón suele hacerlo en la mayoría de sus traducciones.

 

Liudmila Ulitskaia, Daniel Stein, intérprete. Traducción Marta Rebón.

 

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