Dice el autor en la que es prácticamente la última página:
“Pero ya he avisado de que mi análisis surge de mi
experiencia vital, por tanto es un poco sensacionalista y superficial. Al fin y
al cabo, los actores mejor que seamos un poco banales, porque cuando vamos de
profundos por la vida, apártate. La pedantería y el ridículo están a la vuelta
de la esquina”. (p. 177)
Toda una declaración de intenciones y una buena explicación
de lo que ha pretendido con el texto que el lector acaba de leer. Solo añadiría
que no me parece especialmente sensacionalista y, sobre todo, que sí que hay
actores que pueden profundizar en algunos temas sin resultar ni pedantes ni
ridículos.
El libro lo ha dividido en 10 capítulos con títulos tan
indicativos del contenido como, por ejemplo: Mucho hablar, poco trabajar;
Barça-Madrid o Mi bandera es más grande que la tuya.
Con un buen sentido del humor, Oro va describiendo algunas
de las características, típicas y tópicas, de los ciudadanos de lugares como
Madrid, Barcelona, Galicia, Japón, Buenos Aires o Inglaterra entre otros. Desde
luego las dos primeras se llevan la palma porque el autor ha vivido en ambas y,
lógicamente, porque son un buen reflejo de dos formas bien diferentes de
entender muchas cosas.
El libro se lee de un tirón y saca la sonrisa en muchos
momentos e incluso la risa franca en algunos. Está escrito con mucha agilidad
y, aunque no aporta novedades sustanciales sobre lo que trata, es un buen
resumen de esos aspectos.
Solo se pone serio en un capítulo que dedica a Samuel, el
chico asesinado precisamente hace un año por estos días, y también algo en el Epílogo del que destaco dos frases
que me gustaría comentar brevemente:
“Una amigo que sabe de eso me ha contado que España va a
vivir endeudada los próximos cincuenta años”. (p. 172)
“Cuando yo estudiaba, nos decían que España era el primer
mundo. No sé si todavía se atreven a decirlo”. (p. 174)
España, y la mayor parte de los países, lleva viviendo
endeudada muchos años. Bélgica o Italia, por citar dos ejemplos cercanos,
siempre han tenido un endeudamiento muy superior al español y ahí están. La
deuda se va pagando con más deuda y así se soluciona. Por otro lado, me llama
la atención que se ponga en cuestión la pertenencia de España al primer mundo.
Cualquier habitante del llamado “tercer mundo” que lo lea sonreirá o se pillará
un buen cabreo según sea su ánimo. Al final va a tener razón en la parte final
de la cita que reproducía más arriba.
En resumen, un buen pasatiempo para una calurosa tarde de
verano.
Bruno Oro. No somos
gilipollas. Una radiografía de nuestro querido e imperfecto país.
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