lunes, 23 de enero de 2023

Buen descubrimiento



Los libros de este escritor, que por cierto empezó a escribir bastante tarde ya en la cercanía de los cincuenta años, los he visto muchas veces en los estantes de las librerías, pero no ha sido hasta que leí la reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com, tan buena y completa como todas las suyas, que me he decidido a leerlo.

 “(…) sus personajes auténticos y una voz influenciada por Capote y Fitzgerald” Se dice en el fragmento de la reseña de una revista estadounidense que reproduce la editorial en la contraportada. Y es que, efectivamente, no sé si porque coincide con alguna de las épocas sobre las que escribieron ambos y con los ambientes que reflejaron, pero es cierto que los recuerda mucho.

La historia, que la protagonista narra en primera persona, se desarrolla en los años 1937 y 1938 principalmente y en Nueva York, aunque quizá habría que concretar más y decir que realmente es en Manhattan. Katey Kontent, la narradora, trabaja como mecanógrafa en un bufete de abogados, tiene una gran amiga, hermana se dicen entre ellas, Eve, y juntas conocen a Tinker que queda descrito en el siguiente párrafo que es, además, perfectamente ilustrativo del estilo de Towles:

  

“A estas alturas, saltaba a la vista que aquel hombre era tan exquisito, elegante y pulcro como su abrigo. Su porte reflejaba una firme confianza, mostraba un interés democrático en cuanto lo rodeaba y la discreta presunción de cordialidad que sólo se encuentra en los jóvenes educados entre dinero y buenos modales. La gente como él no concibe que pueda ser mal recibida en un ambiente nuevo, y como consecuencia de ello rara vez lo es”. (p. 29)

 

Este trío protagoniza las dos primeras partes de la novela, quizá lo mejor de ella. Luego desaparecen Eve y Tinker y van apareciendo otros personajes secundarios hasta que Tinker reaparezca más adelante; para entonces Katye ya se ha introducido en el mundo editorial y de las revistas de lujo. (Quien quiera más y mejor información sobre el contenido de la historia puede leer la reseña mencionada antes.)

Más allá de la anécdota de los amores y las relaciones, lo relevante de la novela es la magnífica recreación del ambiente de esa época; los clubes de jazz, los restaurantes, el hipódromo, los hoteles, los clubes de tiro, etc. Evidentemente, de un ambiente muy determinado de la clase media alta, pues como afirma la narradora:

 

“Para mí, sin embargo, cenar en un buen restaurante era la máxima expresión del lujo. Era el colmo de la civilización. Pues ¿qué era la civilización sino el acenso del intelecto desde el estancamiento de la necesidad (cobijo, alimento y supervivencia) al éter de lo exquisitamente superfluo (poesía, carteras de mano y alta cocina)?  A tal punto se alejaba de la vida cotidiana aquella experiencia, que cuando todo estaba podrido hasta la médula, una buena cena podía levantar los ánimos”. (p. 172-173)

 

Por los fragmentos que he reproducido se ve muy bien el estilo y el tipo de personajes. Es una novela magníficamente escrita, narrada con gran ritmo y unos muy buenos diálogos. Lo que sucede a veces interesa más, como en la primera y la última parte, y otras menos, pero siempre se lee con gusto.

El libro se acompaña de un Apéndice en el que se reproducen las 110 “Normas de cortesía y comportamiento decoroso en compañía y conversación, del joven George Washington”.

Desde luego este autor me ha convencido y ya tengo entre los pendientes el que dicen algunos que es su mejor libro.

 

Amor Towles, Normas de cortesía. Traducción Eduardo Iriarte Goñi.

  

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