Los libros de este escritor, que por cierto empezó a
escribir bastante tarde ya en la cercanía de los cincuenta años, los he visto muchas
veces en los estantes de las librerías, pero no ha sido hasta que leí la reseña
de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com, tan buena y completa como todas las
suyas, que me he decidido a leerlo.
“(…) sus
personajes auténticos y una voz influenciada por Capote y Fitzgerald” Se dice
en el fragmento de la reseña de una revista estadounidense que reproduce la
editorial en la contraportada. Y es que, efectivamente, no sé si porque
coincide con alguna de las épocas sobre las que escribieron ambos y con los
ambientes que reflejaron, pero es cierto que los recuerda mucho.
La historia, que la protagonista narra en primera
persona, se desarrolla en los años 1937 y 1938 principalmente y en Nueva York,
aunque quizá habría que concretar más y decir que realmente es en Manhattan.
Katey Kontent, la narradora, trabaja como mecanógrafa en un bufete de
abogados, tiene una gran amiga, hermana se dicen entre ellas, Eve, y juntas
conocen a Tinker que queda descrito en el siguiente párrafo que es, además,
perfectamente ilustrativo del estilo de Towles:
“A estas alturas, saltaba a la vista que aquel
hombre era tan exquisito, elegante y pulcro como su abrigo. Su porte reflejaba
una firme confianza, mostraba un interés democrático en cuanto lo rodeaba y la
discreta presunción de cordialidad que sólo se encuentra en los jóvenes
educados entre dinero y buenos modales. La gente como él no concibe que pueda
ser mal recibida en un ambiente nuevo, y como consecuencia de ello rara vez lo
es”. (p. 29)
Este trío protagoniza las dos primeras partes de la
novela, quizá lo mejor de ella. Luego desaparecen Eve y Tinker y van
apareciendo otros personajes secundarios hasta que Tinker reaparezca más
adelante; para entonces Katye ya se ha introducido en el mundo editorial y de
las revistas de lujo. (Quien quiera más y mejor información sobre el contenido
de la historia puede leer la reseña mencionada antes.)
Más allá de la anécdota de los amores y las
relaciones, lo relevante de la novela es la magnífica recreación del ambiente
de esa época; los clubes de jazz, los restaurantes, el hipódromo, los hoteles,
los clubes de tiro, etc. Evidentemente, de un ambiente muy determinado de la
clase media alta, pues como afirma la narradora:
“Para mí, sin embargo, cenar en un buen restaurante
era la máxima expresión del lujo. Era el colmo de la civilización. Pues ¿qué
era la civilización sino el acenso del intelecto desde el estancamiento de la
necesidad (cobijo, alimento y supervivencia) al éter de lo exquisitamente
superfluo (poesía, carteras de mano y alta cocina)? A tal punto se alejaba de la vida cotidiana
aquella experiencia, que cuando todo estaba podrido hasta la médula, una buena
cena podía levantar los ánimos”. (p. 172-173)
Por los fragmentos que he reproducido se ve muy bien
el estilo y el tipo de personajes. Es una novela magníficamente escrita,
narrada con gran ritmo y unos muy buenos diálogos. Lo que sucede a veces
interesa más, como en la primera y la última parte, y otras menos, pero siempre
se lee con gusto.
El libro se acompaña de un Apéndice en el que se
reproducen las 110 “Normas de cortesía y comportamiento decoroso en compañía y
conversación, del joven George Washington”.
Desde luego este autor me ha convencido y ya tengo
entre los pendientes el que dicen algunos que es su mejor libro.
Amor Towles, Normas
de cortesía. Traducción Eduardo Iriarte Goñi.
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